Este pasado jueves Santo, y por primera vez en la historia, el Papa Francisco lavó los pies a doce reclusas de una cárcel de Rebibbia, Roma.
El Sumo Pontífice lavó los pies a las presas ante 360 reclusas y un grupo de policías.
Francisco seguramente recordó ante las prisioneras la dignidad inherente de cada persona, que ni las infracciones por lo que cumplen sentencia les pueden prohibir.
“Todos cometemos pequeños o grandes errores, cada uno tiene su historia, pero el Señor siempre nos espera con los brazos abiertos y nunca deja de perdonar”, dijo el Papa.
Las doce presas subieron a una tarima colocada en alto para que el Papa, que iba en silla de ruedas, les lavara los pies.
Con finura, a cada una de ellas, el Vicario de Cristo les tomó el pie con ambas manos, derramó agua encima. Secó con una toalla blanca y posterior la besó. Ulterior las quedó mirando fijamente y les ha sonrió con cariño.
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Vicario de Cristo besó las manos de las prisioneras.
El Santo Padre se mostró conmovido al celebrar por primera vez la festividad del Triduo Pascual en la cárcel de Rebibbia, en Roma.
Durante la misa, en la “oración de los fieles”, una de las presas rezó con fervor por “sus compañeras más frágiles, que en la cárcel perdieron la vida”.
Francisco se detuvo sin prisa a hablar con una mujer de origen africano que entre sollozos le expuso que está atravesando tiempos muy difíciles.
En horas de la tarde, el Papa recorrió en silla de ruedas toda la extensión de la prisión romana y para saludar y besar las sus manos de las encarceladas.
Además, el personal de seguridad que acompañaban al Papa pedía a los policías del calabozo que dejaran acercarse a las cautivas, “que les dieran este pequeño gesto de libertad”.
Igualmente, el Papa celebró misa en un retablo con un crucifijo no muy extenso y con toldos marrones que recubrían las paredes de ladrillo rojo y tragaluces cuadradas de la prisión.
Asimismo, no estuvo el coro de voces blancas de la Capilla Sixtina, sino un grupo de mujeres condenadas a penas, que se escurrían las lágrimas conmovidas por la presencia de Francisco, junto a voluntarios de la diócesis de Roma.
A la par, en los toldos había unas treinta personas. El resto, han seguido la ceremonia al exterior.
Las cámaras del Vaticano evitaron exponer el rostro de las prisioneras para proteger su privacidad, pero sí que les enfocaron las manos.
El Papa Francisco oficio la homilía sin documentos y articuló con voz enérgica, feliz y resuelta.
Lavado de los pies ayuda a comprender que Jesús vino a servir.
Explicó a la presas que el gesto del lavado de los pies de Jesús a los apóstoles, “nos ayuda a comprender lo que ya había dicho, ‘No he venido a ser visto para servir’, y nos enseña el camino del servicio”.
También recordó “el otro episodio triste” del Jueves Santo, la desesperación de Judas, “que se pierde porque no es capaz de llevar adelante el amor y su egolatría le lleva a esta cosa grotesca”.
Refrendando la misma idea con la que empezó su pontificado, destacó que “Jesús lo perdona todo y perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”.
“Oí a una abuelita del pueblo decir que Jesús nunca se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón” recalcó.
Al finalizar la misa, el Pontífice y las reclusas intercambiaron regalos como una muestra de afecto y gratitud.
El Papa Francisco afronta su semana más intensa con un estado de salud delicado.