Cuando lo mataron abogaba por la devolución de las propiedades de miles de nicaragüenses robadas por los sandinistas. Arges Sequeira Mangas de 58 años, a principio de la década de los 90, era el presidente de la Asociación Nacional de Confiscados de Nicaragua, vicepresidente de la Unión de Productores Agropecuarios (UPANIC) y miembro directivo del Conejo Superior de la Empresa Privada de Nicaragua (COSEP), cargos que al final le pudieron haber costado la vida.

Había una costumbre que el empresario tenía y que seguramente ya lo tenían calculado sus asesinos, y es que todos los fines de semana tomaba su camioneta y viajaba hacia su finca “La Queserita”, ubicada en el municipio de El Sauce, León en Nicaragua, y su trayecto para llegar a dicho lugar era circular por el mismo camino desolado.

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El 23 de noviembre de 1992, cayó en lunes, curiosamente se conoció de forma extraoficial que Sequeira había recibido una llamada telefónica, se desconocía la otra persona detrás del otro hilo telefónico. Esta le informaba que estaba sucediendo algo fuera de lo común en la mencionada finca, y que era necesario que se presentara personalmente para resolver el asunto, por lo que salió apresurado de su casa en Managua, abordó su vehículo y se dispuso ir a su finca.

Matones sandinistas lo estaban esperando

El empresario no sabía que esa era la llamada de la muerte, pues en el camino lo estaban esperando en otro vehículo Frank Ibarra Silva, exteniente coronel del Ejército Popular Sandinista (EPS), junto a Germán Lacayo Guerrero y Diego Javier Espinoza, exmiembros de la DGSE y del EPS respectivamente con pistola en manos.

Todo estaba calculado. Cuando vieron desembocar a Sequeira en su camioneta acompañado de otra persona, los sicarios encendieron su vehículo y lo persiguieron y justo cuando ambos vehículos se juntaron porque viajaban en el mismo sentido, llegando cerca de los rieles del extinto ferrocarril, desde una de las ventanas de una camioneta roja, uno de los asesinos sacó un arma y le disparó al conductor del otro automotor que era el empresario nicaragüense. La victima quien no cargaba ningún arma en su interior, recibió certeros balazos en la cabeza, estrellando su vehículo a un lado del camino.

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El empresario nicaragüense quedó tendido sobre los rieles

Sequeira murió de forma instantánea, su copiloto era Julián Alejandro Espinoza Martínez, quien afortunadamente no recibió ninguno de los disparos, fue bajado por los matones quienes lo agarraron a patadas y golpes que lo dejaron con graves lesiones. Fue el único testigo de este magnicidio.

Ibarra, quien se autoproclamaba como líder de las Fuerzas Punitivas de Izquierda en ese entonces, y quien fue uno de los asesinos de Sequeira, a los días logró salir de Nicaragua con rumbo a México, sin embargo pocas semanas después regresó al país y aseguró que entró “normal” por el aeropuerto de Managua.

Nadie pagó por el crimen

Un año después solo él fue declarado culpable por un Tribunal de Jurado, sin embargo los otros implicados fueron hallados inocentes. El 24 de noviembre de ese mismo año, el Juzgado Segundo de Distrito del Crimen condenó a Ibarra a 20 años de prisión, sin embargo, en la misma sentencia fue sobreseído definitivamente por considerar que era aplicable la Ley de Amnistía que otorgó el Gobierno de doña Violeta Barrios a los alzados en armas.

Sequeira, líder de los confiscados por la primera dictadura sandinista en la década de los 80, al momento de su muerte, impulsaba la devolución de las propiedades de más de 25 mil nicaragüenses, expropiados por la llamada “piñata sandinista”.