Es morena, muy morena, más por el sol intenso que ha quemado su piel después de tantos años de caminar con su batea sobre la cabeza para ganarse la vida, que por su color de nacimiento. Su carcajada es contagiosa. Se llama Maximina Laguna, pero sus clientes de Managua y sus vecinos de Nagarote la conocen como “Chimina”. Con su batea de esperanza y el sol como testigo, ha convertido la venta de quesillos en su particular símbolo de lucha, perseverancia y valentía, enfrentando con determinación los desafíos cotidianos que marcan su inspiradora historia.

Maximina, de 69 años, una mujer de fuerza indomable, ha tejido su historia a lo largo de más de 50 años recorriendo las calles de Managua para sacar adelante a sus 7 hijos, 4 mujeres y 3 varones. Originaria de Mina La India, en Santa Rosa del Peñón, Maximina llegó a Nagarote a los 12 años. Después del triunfo de la Revolución en 1979, inició su travesía hacia capital para vender sus exquisitos quesillos, trazando su ruta desde la Plaza España, antiguo Hospital Militar, pasando por Intur (el antiguo local) hasta llegar a La Primerísima, en Bolonia. Ahora su menú es más amplio, siempre con tortilla: chicharrón, frito, aguacate, gallopinto, moronga, cuajada, queso de crema.

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A sus 24 años, Maximina empezó a recorrer las calles de Managua, pero su experiencia comercial comenzó en la antigua estación del ferrocarril en Nagarote. Su motivación principal era construir una casa, ya que solo contaba con un modesto ranchito. Con tenacidad y sacrificio, logró brindar educación a cada uno de sus hijos y ayudar a sus padres hasta los últimos días de sus vidas.

La jornada de Maximina comienza a las 3:40 de la madrugada. Sale de su hogar a las 6 de la mañana para tomar el bus y a las 7 am ya está en el mercado Israel Lewites. Después de un día agotador, regresa a su vivienda a las 3:15 pm. Pero su día no termina ahí, ya que después de unos minutos de descanso, inicia la preparación de la venta para el día siguiente, encendiendo el fuego, picando la cebolla y preparando la cena.

A lo largo de su camino ha enfrentado desafíos, como el accidente en 1982 cuando se fracturó una sus piernas, que quedó ligeramente afectada. En otra ocasión, una mujer quiso asaltarla, pero sacó un cuchillo para defenderse obligando a la ladrona a huir.

No le importa que casi tiene 70 años, porque ella asegura que aún se siente con fuerzas para seguir trabajando. Cuando se canse, quiere poner una pulpería en su casa porque no está acostumbrada a que la mantengan ni a pasar el día sin trabajar.

“Trabajo informal y Desempleo en Nicaragua: un mal difícil de estirpar”

En Nicaragua el 80 % de los trabajadores son informales. La brecha entre los salarios y el costo de la canasta básica en los últimos años se ha ensanchado y los salarios no cubren ni la mitad de los 153 productos de la canasta básica.

Los resultados de la última Encuesta de Medición del Nivel de Vida (EMNV 2014) indican que alrededor de un tercio de los y las nicaragüenses viven en situación de pobreza.

En el último informe de pobreza realizado por la cancelada Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (FIDEG) en el año 2019, el dato de la pobreza extrema en el año 2016 correspondió a un 7.7 % y luego en el año 2017 subió a 8.4 %.

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En tanto, el economista y analista político Óscar René Vargas explica que la pobreza es un síntoma de la enorme desigualdad de renta y riqueza que existe en el país, una de las más altas de América Latina.

Este silencio sobre la pobreza oculta por el régimen de Ortega, también, otro grave problema que existe es la elevadísima desigualdad de recursos.