El académico y miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua, doctor Carlos Tünnermann Bernheim, sostuvo en un reciente escrito, que para el poeta Rubén Darío, la primera virtud ciudadana, es el patriotismo.
Añadió el académico, que el bardo mundial, enalteció esa integridad, que encarnó el amor a su tierra que lo vio nacer, Nicaragua.
Sin embargo, ese aprecio lo extendió a Centroamérica y al continente hispanoamericano.
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El padre del modernismo, fue un “hombre de varias patrias”, aunque nadie duda que el primer lugar en sus emociones lo ocupaba su “país único”, el que le vio nacer, Nicaragua, destacó.
“A Chile, y más tarde a la República Argentina, les llamó “segunda patria”, porque la primera e irreemplazable, es su país, patentado en su pensamiento, “Si pequeña es la Patria, uno grande la sueña”, ratificó el escritor.
Rubén Darío mantuvo a Nicaragua en su pensamiento
Amplió, que Rubén Darío desde sus primeros poemas, Nicaragua estuvo siempre en su canto y en su pensamiento.
El príncipe de las letras castellanas en su época de adolescente, consagró esta décima escolar a su patria, donde deja impregnado su amor a su tierra nativa y su ardor por la unión centroamericana, mantiene el erudito.
“Nicaragua entre sus hermanas”: “Rico vergel es mi suelo; y copio, en dulces halagos, en el azul de mis lagos el esplendor de mi cielo. La Unión de todo anhelo; y humilde con altivez, pequeña y grande a la vez, contra toda adversidad me escuda mi libertad.
Sin incertidumbre, Rubén, vuelca todo su cariño por Nicaragua en el famoso “Poema del Retorno” (1907).
En medio del ensalzamiento del recibimiento que le tributan sus conciudadanos, tras quince años de ausencia. Rubén escribió uno de sus más sentidos poemas para expresar todo lo que para él, representó Nicaragua y la ciudad que guarda los recuerdos de su infancia:
“Exprimidos de idea, y de orgullo y cariño, de esencia de recuerdo, de arte de corazón, concreto ahora todos mis ensueños de niño sobre la crin anciana de mi amado León”.
El poeta vislumbra un futuro memorable para su patria
Rubén, percibe un futuro memorable para su patria, al servicio de la humanidad, y canta las virtudes cívicas de su pueblo: “A través de las páginas fatales de la Historia, nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria, nuestra tierra está hecha para la Humanidad”.
Desde su juventud, Rubén detectó la politiquería, “ese tremendo hervidero de la pasión política” que podría contaminarlo todo, inclusive el arte, recalcó.
Determinó que Rubén nunca militó en ningún partido político, ideológicamente. Como persona de su época, se identificó con el pensamiento liberal de fines del siglo pasado que por entonces representaba los ideales más progresistas.
En el discurso del regreso (León, 1907) Rubén precisó necesario recordar a sus compatriotas que él, alejado de las contrariedades políticas, había luchado y vivido, no por los gobiernos, sino por la Patria.
Y adiciona: “si algún ejemplo quiero dar a la juventud de esta tierra ardiente y fecunda, es el del hombre que desinteresadamente se consagró a ideas de arte, lo menos posiblemente positivo, y después de ser aclamado en países prácticos, volvió a su hogar entre aires triunfales”, relató Tünnermann Bernheim.
Rubén creció y se formó, ideológicamente, en una atmósfera dominada por el pensamiento liberal centroamericano finisecular, una de cuyas características era la vocación unionista, la pasión por reconstruir la patria centroamericana.
Darío y de otros intelectuales nicaragüenses.
El liberalismo de Rubén, salvo en su etapa juvenil, nunca fue radical ni se contrapuso a sus creencias cristianas. Darío logró conciliar su fe cristiana con su opción ideológica liberal, algo nada raro entre los intelectuales de su época.
Su liberalismo era la expresión de su fe en el progreso, la justicia, la libertad y la perfectibilidad del hombre.
La otra fuente que alimentó su pensamiento, y que indudablemente matizó su ideología política, fue su nunca desmentido cristianismo, que transformó la fraternidad liberal, manifestó el doctor Tünnermann Bernheim.
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No obstante, Rubén Darío no se libró de la áspera crítica por haber dedicado algunos artículos a José Santos Zelaya, y haber servido al General Rafael Núñez, de Colombia, lo mismo que sus contemporáneos Leopoldo Lugones y José Santos Chocano, quien sirvió al dictador guatemalteco Estrada Cabrera, aseveró Diego M. Chamorro, en un ensayo: Darío y la política.