Si hay alguna persona a quien el dictador sandinista Daniel Ortega, le debe de agradecer mucho por haberlo subsidiado casi toda la vida, es el difunto dictador de Libia, Muamar Gadafi, pues desde que éste tomó el poder a través de un golpe de estado en 1969, los millones de dólares no faltaron para el caudillo sandinista, incluso después que perdió el poder en 1990 en Nicaragua.
Y es que desde que los sandinistas estaban en la guerrilla para derrotar al dictador Anastasio Somoza, la relación con Gadafi, apenas afloraba, gracias al encuentro que sostuvieron un grupo de rebeldes sandinistas con los palestinos a principio de los años 70 y de ahí el contacto con el caudillo libio.
Julio López Campos fue secretario de relaciones internacionales del Frente Sandinista en los años 80, había comentado que a finales del 79, él fue parte de una comisión secreta que viajó a Trípoli a buscar financiamiento para armas del Frente Sur y demás recursos para la naciente revolución, pero no pudieron hablar con Gadafi.
Dictador medio loco
López pudo estar frente a Gadafí en dos ocasiones en encuentros internacionales, y le pareció un tipo bastante extraño en su comportamiento.
“Gadafi siempre me pareció un personaje muy, muy raro, muy extravagante. En el lenguaje nuestro, diríamos medio loco”, aseguró López Campos.
“La verdad es que nunca tuvimos ninguna relación de calidad entre la revolución nicaragüense y los libios. No teníamos casi nada en común. Para nosotros los tres libros verdes de Gadafi y de la nueva teoría universal eran una cosa totalmente esotérica que nunca tomamos en serio. Los vínculos se fueron haciendo más entre Gadafi y Daniel (Ortega), principalmente para apoyos financieros que fueronclaves para después de la pérdida del poder”, recuerda López.
Y es que mientras Ortega estuvo como opositor durante los gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños, Gadafí fue clave en el sostén familiar y de su círculo político dentro del Frente Sandinista. En noviembre de 1998, Ortega reconoció en una entrevista con el periodista Fabián Medina que recibía apoyo económico en carácter personal de Gadafi. “Una mesada”, dijo. “El coronel Gadafi ha sido un soporte muy importante todos estos años”, añadió.
sobrino de Gadafi nacionalizado y ocupando cargos en Nicaragua
De modo que Ortega desde entonces recibió millones de dólares para sus campañas electorales y para el manejo de los intereses de su amigo libio en esta parte del mundo. En 2007 a través de una serie de cables emitidos por el entonces embajador estadounidense en Managua, Paul Trivelli, se conoció que el secretario privado del caudillo sandinista, y uno de sus hombres de confianza, es Mohamed Lashtar, sobrino de Gadafi. Este ex agente de la inteligencia libia llegó a Nicaragua a mediados de los años 80, con la misión de velar por las inversiones de su tío. Poco a poco Lashtar acabó siendo mano derecha de Ortega y obtuvo la ciudadanía para sustituir al diputado Jacinto Suárez en el Parlamento Centroamericano (Parlacen).
Hasta hace unos meses Mohamed Farrara Lashtar, sobrino de Gadafi, ocupaba nueve cargos diplomáticos por parte de la dictadura sandinista, pero a mediados de febrero de este año le quitaron dos embajadas.
El año pasado durante el 44 aniversario de la revolución sandinista, el dictador Ortega se refirió escuetamente a su par libio. “No podemos olvidar a Gadafi. Cómo él inmediatamente viendo la agresión que sufría Nicaragua se sumó y nos dio solidaridad incondicional, pero Gadafi iba más allá, era un soporte en esa región que empujaba para la unidad de los pueblos árabes”, dijo.
Dictador ajusticiado por el pueblo
Gadafi, quien gobernó con sangre y fuego a Libia durante 42 años. El 20 de octubre de 2011, miembros del Consejo Nacional de Transición, cuyas fuerzas habían derrotado al régimen de Gadafi, lo persiguieron, lo buscaron, hasta que lo encontraron dentro de una alcantarilla, visiblemente golpeado, con ropa ensangrentada.
La turba lo sacó de la cloaca donde se escondía, lo empujaron hacia un camión, mientras su mirada reflejaba el terror, porque sabía que no le esperaba nada bueno, aquel hombre despeinado distaba mucho del hombre fuerte de Libia, de mirada fría y sonrisa sarcástica, quien fue el responsables de miles de ciudadanos libios asesinados durante su cruel mandato.
Su final no fue ni de dos minutos, porque los enfurecidos ciudadanos le dieron puñetazos, culatazos, hasta que uno de ellos le metió una bala en la frente, luego todos celebraban tirando balas al aire, mientras el hombre de cabello desarreglado terminaba su etapa de terror tirado en el suelo, arrastrado, bañado en sangre y con los ojos abiertos.