“Escalofríos”, eso dicen sentir los vecinos cuando pasan cerca de la casa donde una vez habitó una familia aparentemente feliz. “Está maldita” suelen alegar otros al señalar el domicilio, y quizás tengan razón…

Es ese mismo barrio donde salieron a la luz los detalles siniestros de un personaje que pareciera haber sido sacado de una película de horror por haber cometido crímenes inimaginables, convirtiendo ese hogares en una auténtica casa del terror.

En la mayoría de los homicidios siempre ronda al codicia, el resentimiento y una mente maquiavélica. Esos sentimientos llevaron a un joven a cometer un triple asesinato, que hasta hoy causa repudio y suspenso en toda la población, sobre todo en los vecinos del barrio Los Ángeles de Managua.

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Ahí vivió de manera tranquila una familia de tres integrantes por muchos años, quienes nunca sospecharon que un “monstruo” los acechaba de cerca.

Esa tranquilidad cambió de golpe a finales de marzo de 2015, cuando un macabro hallazgo dentro de la vivienda evidenció que el mal había estado ahí, y no se trataba de la presencia de un monstruo o un demonio de esos que salen en las películas, sino de alguien de carne y hueso que parecía haber actuado como si tal fuese la encarnación del mal.

“Hallazgo espeluznante”

Era un caluroso 10 de abril de 2015, todo parecía normal, pero en la casa del barrio Los Ángeles, de Managua, y dentro de una fosa que se usaba para realizar cambios de aceites a vehículos, había tres cadáveres en estado de descomposición, eran los cuerpos de Santos Lucio Bravo Gómez, de 58 años de edad; Rosibel Murillo Luna, de 53, y Lucía Leticia Bravo Murillo, de 22. Esta última hija de los dos primeros. Sin embargo, las víctimas ya tenían 16 días de fallecidas.

La denuncia de un hermano de Rosibel, José Adán Murillo Luna, de que su pariente estaba desaparecida, fue lo que hizo posible que los policías realizaran el hallazgo.

Al escudriñar en los motivos de ese triple crimen, expertos en sociología concuerdan en que la desintegración familiar, amor al dinero, violencia, celos de hermanos y vicios se combinaron para que ocurriera uno de los crímenes más horripilantes de la historia reciente de Managua, atribuidos a Nahúm Bravo, un joven cegado por la avaricia, los celos y el odio quien buscó cómplices para ejecutar la matanza de toda su familia.

La primera víctima a manos de él y su cómplice apodado el “Pelón” fue su hermana, a quien mataron sin piedad, pese a que ella lo estimaba y hasta llegó a defenderlo cuando su papá lo acusaba de robarse las cosas de la casa. Luego llegó su padre a quien enterró vivo. Y además, Nahúm tampoco tuvo compasión por su madrastra.

“A 9 años del triple asesinato”

A pesar de que cometió este horrendo crimen por bienes materiales, hoy Nahúm no tiene libertad, ni su familia, ni la propiedad; la cual quedó en manos de uno de sus hermanos.

Casi se cumplen 9 años de esa masacre del 26 de marzo y nadie aún se ha atrevido a comprar ni arrendar la casa cuya fachada sigue siendo la misma y su precio ronda el millón y medio de dólares.

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Ni la cantidad de negocios que existen alrededor, ni el hecho que se sitúe en un punto estratégico por su cercanía al mercado Oriental; nada ni nadie termina de convencer a un posible comprador. En su interior hay un suspenso particular o una especie de maldición, los cuales persiguen la mente de los arrendatarios y vecinos, creencias supersticiosas que siguen encadenadas en la mente de quienes se acercan al domicilio, a veces por simple curiosidad o morbo.

Nahúm fue condenado a la pena máxima de 30 años, pero el suceso estremeció no solo a la capital, sino a toda Nicaragua.