Bertha Buitrago dedicó parte de su vida a revivir mediante sus colecciones las tradiciones religiosas de la ciudad de León, entre ellas, “La Semana Santa”.

En vida, se consagró al servicio de la iglesia católica y a la par reunió varios escritos antiquísimos de cómo se desarrollaban las procesiones de Semana Santa y otras festividades marianas en la ciudad universitaria.
Bertha, falleció en 1976, dejando escritos sobre las manifestaciones y piedad de la ciudad de León y que ahora son parte de la historia religiosa de Nicaragua.

La cronista leonesa describió en sus recopilaciones que desde los primeros días de la Cuaresma, el movimiento comercial de la ciudad se intensificaba en aquellos años.

De todas partes entraban cargamentos de víveres. Telica, Quezalguaque, Posoltega, Chichigalpa, Chinandega, El Viejo, El Sauce, Somotillo, Matagalpa, de los pueblos de Oriente, de Rivas y Honduras a vender sus productos.

“Los pueblos de oriente llegaban a León a vender, maíz, frijoles, arroz, plátanos, papas, cebollas, queso, dulce, pilones de azúcar, naranjas, limas, sandías, melones, aguacates, flores de corozo, de coyol, cimarras, flores de leche, para adornar las cruces de las Vía-Sacras, tabaco, cacao, porque todo artículo tenía una demanda extraordinaria”, se lee en uno de los escrito de Buitrago.

“El Mesón y el Mercado se congestionaban con productos que llegaban de las Segovias y Honduras, recuas de mulas en filas continuas trayendo ostiones secos, pescados salados, sardinas, quesos morolica, parecido al de Flandes, pan de trigo”, según Buitrago.

Aunque Bertha Buitrago detalló ampliamente, las procesiones de Semana Santa en León, vamos a reproducir, lo que narró sobre la romería de San Benito de Palermo, una de las emblemáticas manifestaciones de piedad religiosa de la ciudad universitaria y que se realiza hoy lunes santo.

El Lunes Santo es dedicado a San Benito de Palermo; el santo negro que todo León venera por sus favores incomparables, todas las clases sociales llegan a San Francisco a cumplir promesas y llevarle devotos.

En la mañana son “La Tres Horas”, con misas, rezos, y cantos y durante el día es un desfile de miles de promesantes, que entran de rodillas, con los ojos vendados, otros se velan con cuatro candelas como muertos, barren la Iglesia, reparten chica, triste con pan, y toda clase de refrescos, pero todo debe pedirse en el “nombre de San Benito”, narró.

Por la tarde es la procesión a la cual asisten más de diez mil almas; los que quieren cargar la Imagen pagan según sus posibilidades, hasta dan cien pesos, por llevar uno de los ocho cabos, una cuadra.
“San Benito es muy lujoso, todas sus alhajas son de oro, un Cristo que lleva en las manos, su resplandor bellamente labrado, el cordón y las disciplinas con que se azota todo es de oro”, detalla Bertha.

La procesión sale a las 6 de la tarde y entra a las 9 de la noche; las diez mil personas que asisten, o más, no pueden enfilarse en la calles.

“Es una masa compacta que a duras penas puede caminar, muchas veces la procesión cubre el largo recorrido de doce cuadras, y cuando el final empieza a moverse, la repunta va llegando a la Iglesia”, pormenorizó.