El obispo Auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez, pidió a la población nicaragüense no tener miedo a la dictadura de Daniel Ortega durante un rezo que realizó desde el exilio a la Virgen María, a la cual le pidió por Nicaragua, la Iglesia Católica y los presos políticos, entre los que se encuentra el obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez.
Báez dijo que Álvarez es un “obispo bueno” y que la acusación en su contra por parte de la dictadura es injusta. Álvarez fue acusado el pasado 13 de diciembre por la Fiscalía de cometer los presuntos delitos de “conspiración para el menoscabo a la integridad nacional” y “propagación de noticias falsas”.
“Nicaragua sufre un viacrucis y está crucificada. Pero, así como el crucificado, resucitará. No perdamos la esperanza, sigamos orando, confiando, denunciando y luchando. ¡No tengamos miedo! ¡El Señor está con nosotros!”, dijo Báez durante el rezo que se realizó ayer martes 20 de diciembre desde la iglesia Santa Agatha, en Miami.
El obispo en el exilio también ofreció sus oraciones por todos los nicaragüenses, de quienes dijo que atraviesan “momentos oscuros y dolorosos”, y que está como preso en una cárcel en el país, mientas los dictadores, Daniel Ortega y Rosario Murillo, los someten a la represión.
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“Los tiranos de hoy siguen siendo como Pilatos, cínicos y crueles, miedosos e injustos. Vociferan altaneros porque tienen miedo, acallan la verdad porque su único argumento es la violencia. No les importa hacer sufrir, burlarse de la justicia y ultrajar a las personas. Son los Pilatos de hoy”, mencionó Báez.
El obispo también se refirió a la fotografía de Álvarez divulgada por medios de comunicación oficialistas, en que el obispo de Matagalpa es presentado aislado, en los tribunales de Managua, y con claro deterioro físico. Según Báez lo que la dictadura intentaba era humillarlo, sin embargo, “al igual que Jesús, monseñor Rolando mostró dignidad, fortaleza y paz interior”.
Báez también dijo que el obispo de Matagalpa era un buen samaritano lleno de cercanía, compasión, y ternura, y exaltó su labor pastoral describiendo sus actos. “Reconoció las heridas de su pueblo para curarlo”, mencionó Báez.