El hermano Benito Agustín Díaz López, religioso de la Salle, fue pedagogo  por excelencia, ejemplar director, persona  íntegra y religiosa.

Además,  ecuánime consejero, y un “pastoralista”,  lleno de virtudes, como el de organizar y animar  la “peregrinación” en la Fe”, desde los Cuatrocientos setenta y siete años del éxodo de los leoneses desde León de Imabite a León de Sutiava.

Él, estaba al frente de todo. Organizó  miles de  visitas a comarcas del departamento de León, con el grupo de misioneros del Colegio La Salle, los  sábado, para llevar la palabra de Dios a las familias de  escasos recursos y  llenar de espiritualidad y fortalezas  a  las familias.

Su destacada labor en León, no se limita  el ámbito lasallistas, sino con los cursillos de cristiandad, con charlas en la Radio Magníficat, emisora católica  que pertenecía a la Diócesis de Occidente.

Igualmente, fue un misionero, que  buscó  becas con  amigos e instituciones para que se ofrecieran subvenciones  a  alumnos del Instituto Pedagógico La Salle  y  su jubilación la pasaba para ese mismo propósito.

Comunidad lasallista y Nicaragua recordará con amor al hermano Benito

León, La Salle,  extrañará al hermano Benito. Verle caminar por las  calles de la ciudad.  Ir a misa a diario a  la Iglesia  a San Juan de Dios,  a las 11 de la mañana.

A la vez sus consejos, la exaltación en  las romerías  y quedaran perenne en cada uno de sus estudiantes. “sabemos que ganamos  un intercesor o un “Santo”, manifestó un ex-alumno.

El hermano Benito, murió el pasado miércoles 16 de enero, a sus 99 años, y deja un enorme legado, como educador, fiel cristiano y una vida consagrada  a la formación espiritual y científica de estudiantes.

Vivió con intensidad su férrea fe en Dios y la Madre Santísima, aunque no solo la vivió, la compartió con miles de nicaragüenses que compitieron con él, manifestó un devoto leonés.

Asimismo, formó ciudadanos con valores morales, espirituales y científicos. Y sus consejos sirvieron para cimentar la personalidad  hacia el bien común, conducta integra, honradez, principios morales y para ser  miembros útiles a  la sociedad nicaragüense.

Hoy jueves, a las tres de la tarde, partirá el hermano Benito hacia su última morada, en el cementerio de Guadalupe de la ciudad universitaria, antes, tendrá misa de cuerpo presente en la Basílica Catedral de León.

Los ciudadanos leoneses y nicaragüenses,  lloran  su partida física, pero asumiendo con escrupulosidad, las enseñanzas de ese gran educador de generaciones y de un religioso  que supo guiar a sus ovejas por el sendero de la fe, verdad, paz y justicia.

Agustín Díaz López, nació en Herbosa, “poblado de hierba”, del Valle de Valdebezana, Antigua y pequeña población rural al norte de Burgos, España, un lunes 24 de mayo de 1924, hijo de Tomás Díaz, empleado del Ayuntamiento durante muchos años; fue seminarista diocesano y amigo de los Hermanos de La Salle; su madre, María López, mujer religiosa, dedicada a la familia y a las obras de caridad, el tercero de seis hermanos, tres mujeres y tres varones, todos viven, el mayor de 96 años.

El 27 de octubre de 1939, en Premiá del Mar (Barcelona), ingresó al noviciado de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, con el nombre de Hermano. Benito Santiago, mejor conocido en Nicaragua como Hno. Benito, en donde su intensa y prolongada labor de educador y consejero ha dejado huella en muchas generaciones.

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Al cumplir quince años, su padre lo llevó al curso de la vida religiosa, le pareció difícil de lograr, pero fue posible, se enamoré de la vocación y nunca tuvo crisis como para romper lo asumido, las dificultades las superó. Ochenta años de haber llegado a Nicaragua, casi por cumplir los cien años de edad. Entre León y Managua, anidando su corazón en esta “muy noble y muy leal ciudad Santiago de los Caballeros de León, a como el la llamaba siempre”.