“Quiero ser médico para sanar a las personas”, es lo que recuerda Lázaro Hernández (nombre alterno por seguridad) que le dijo a su mamá cuando apenas tenía seis años de edad. Ella, una mujer del campo en Nicaragua y madre soltera de tres hijos lo vio con orgullo y con un poco de recelo, pues no tenía los recursos económicos para costearle los estudios de medicina a su hijo menor.

“Sería el primer doctor de la familia y eso es algo grande. Ojalá no sea solo un sueño de niño”, pensó ella al verlo ejecutar el papel de médico mientras jugaba con los pollos y los patos del corral.

Lázaro fue creciendo y esa idea de niño se fue afianzando con el paso del tiempo. Terminó la secundaria con honores y su madre le prometió que haría hasta lo imposible por cumplirle su deseo.

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El día en que tuvo que dejar la vida rural donde nació y creció no lo olvidará nunca: el ruido de la corriente del río cayendo sobre los peñascos, el cantar de los gallos y los zanates, la neblina de la mañana desapareciendo con los primeros rayos del sol y arriar el ganado eran recuerdos que se llevaba en su memoria, y en una valija metió también sus pocas mudadas de ropa y el primer estetoscopio que su adorada y abnegada madre le obsequió el día de su bachillerato en la comunidad Nawawasito, en el Caribe Sur de Nicaragua.

Atrás quedaron esas memorias rurales y ahora debía adaptarse a la vida en la ciudad. La travesía apenas empezaba, tuvo que viajar montado en una mula por más de una hora para luego coger el bus que se tardaría casi diez horas en llegar su destino final: la imponente ciudad de León y cerebro de la nación.

Cuando se matriculó en la UNAN, su promedio sobresaliente de 98.5 le permitió entrar casi de inmediato a la carrera de medicina, pero debía primero cumplir con un año común con el fin de demostrar sus capacidades curriculares.

El tiempo pasó y Lázaro se destacó en todas las asignaturas. Sin duda, era el mejor de su clase y todos lo admiraban por su esfuerzo y humildad… pero lejos estaba de imaginar que una nueva ley decretada a inicios de marzo de 2024 por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo lo obligaría a sentirse esclavizado de por vida.

Estos “acuerdos y contratos” forzaban a los médicos residentes a trabajar por diez años al Estado o pagar 61,706 dólares, equivalentes a unos 2.2 millones de córdobas, tras egresar de su especialidad. Lázaro se sintió en una encrucijada. Por primera vez en su vida no sabía cómo reaccionar ante tal situación, no tenía el dinero ni el deseo de servir al Estado bajo esas condiciones, pues su objetivo estaba claro: quería servir a su pueblo, a los más necesitados sin sentirse atacado ni atado por una ley descabellada.

Ese mes de marzo fue crítico para él y demás colegas, ya que rechazaban de manera firme ese decreto del Ministerio de Salud (MINSA), y a solas, oró en silencio a Dios para que esa ”ley” no se cumpliera. Y parece que su oración fue escuchada.

“Minsa echa pie atrás y manda a revocar el compromiso que esclavizaba a médicos especialistas”

Poco tiempo transcurrió desde ese anuncio del Minsa que cayó como balde de agua fría a los médicos residentes del país, puesto que esa entidad dio un paso atrás y anunció un cambio que sorprendió a todos, el cual fue informado el lunes 01 de abril a través de una resolución ministerial firmada por la titular del Minsa, Martha Reyes, que fue leída durante la ceremonia de apertura la residencia de “especialidad médica quirúrgica 2024-2028”, que promueve el Ministerio de Salud y la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.

“Dejar sin efecto e invalidar, los acuerdos y contratos firmados durante el año 2024, entre el Minsa y los médicos residentes que ingresan y que egresan del presente año”, cita la resolución ministerial No. 158 – 2024.

En ese mismo comunicado, se puntualiza que la retractación ocurre a petición de Daniel Ortega, quien es “el principal impulsor del proceso de especialización y subespecialización de los médicos nicaragüenses”.

Dicha resolución fue aprobada de última hora, el sábado 30 de marzo de 2024, y entró en vigencia desde ese momento. Para Lázaro, esa noticia fue un maná caído del cielo.

“Valió la pena que también nos hayamos quejado con nuestros superiores, porque se iban echar de enemigos a toda la comunidad médica si no se retractaban”, contó Lázaro a Darío Medios.

Y es que la imposición de estas medidas absurdas no fueron bien recibidas por la comunidad médica, lo que habría obligado a Ortega y Murillo a dar un paso atrás y eliminar las cláusulas que comprometían a los médicos a convertirse prácticamente en esclavos de un sistema opresor.

“Médicos especialistas decidirán los puestos que el Minsa ofrecerá”

En la nueva normativa se especifica que el médico tras finalizar la residencia, “el Minsa ofrecerá las plazas de especialistas de acuerdo a las necesidades de los servicios de Salud, al número de plazas vacantes y al respaldo presupuestado existente”. Y será el médico quien decida si la toma o no. Esto deja un sabor más dulce en egresados de esa carrera como Lázaro y sus compañeros, quienes se sienten más cómodos con la resolución.

“El nuevo médico especialista quedará libre para decidir qué hacer posteriormente a su egreso de especialidad”, enfatiza a la vez la misiva.

Además, el Minsa aclara que el único requisito para obtener el título de especialidad “son los aspectos académicos” y no el compromiso de quedarse trabajando en el sistema público.

Para este 2024, el Ministerio de Salud distribuyó los 213 cupos en 18 especialidades: anestesiología, cirugía general, cirugía maxilofacial, cirugía pediátrica, dermatología, fisiatría, gineco obstetricia, medicina interna, neurocirugía, oftalmología, ortopedia y traumatología, otorrinolaringología, patología, pediatría, radiología, psiquiatría, radio oncología y urología.

En tanto, Lázaro siempre quiso especializarse en neurocirugía, ya que su madre sufre de epilepsia y su mayor deseo es poder tratarla y menguar sus dolores a través de la medicina.

Sin embargo, con todo y esto, muchos médicos han preferido migrar ante el panorama gris que reina en el país desde la explosión social de 2018, donde muchos doctores fueron removidos de sus puestos y hasta fueron apresados por alzar la voz en contra del gobierno sandinista.

“Fuga de médicos por crisis en Nicaragua”

Darío Medios consultó al respecto al doctor Donald Moncada, y para el especialista, “la reducción de médicos es significativa y eso impacta negativamente en cualquier sistema de salud, implica más largas esperas para la atención médica y una reducción del nivel de resolución de las unidades de salud”, explicó.

Asimismo, Moncada señaló que debido a esta fuga de médicos, “máxime lo que ha aumentado son más enfermeras y auxiliares en un sistema de salud enfocado en la salud preventiva y comunitaria”, por lo que considera que “se requiere la atención del nivel médico para poder satisfacer las necesidades curativas de la población”.

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Para el galeno, se puede evidenciar ese aumento de personas que deben atender los médicos en Nicaragua, lo cual también representa un problema en la calidad de atención ya que se dedica menos tiempo a cada paciente y aumenta la posibilidad de cometer errores en la salud de las personas.

Según Amnistía Internacional, casi 200 profesionales de la salud han huido de Nicaragua desde 2018 a causa de la represión desatada por Daniel Ortega y Rosario Murillo; y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contabiliza que más de 400 fueron despedidos de su trabajo por atender a opositores heridos durante las protestas antigubernamentales o por alertar a la población sobre los riesgos del COVID-19.

Y la realidad de muchos médicos en el extranjero es cruda, pues los exiliados no encuentran trabajo en los países a los que han decidido refugiarse para preservar su vida y seguridad. El problema radica en que sus títulos universitarios no son reconocidos en el exterior, por lo que muchos optan por trabajos mal remunerados y que no tienen relación alguna con la profesión que eligieron estudiar por vocación.