El 19 de julio de 2018 un furibundo Daniel Ortega acusó a los obispos de Nicaragua de apoyar el fin de su régimen. Los llamó “golpistas” por proponerle dejar el poder con el adelanto de las elecciones para ponerle fin a la crisis sociopolítica más sangrienta que había vivido el país desde la guerra de los años 80 y que él mismo volvía a protagonizar.

Ortega y su régimen era el responsable de entre 277 y 351 muertos que las organizaciones de derechos humanos no terminaban de contar. Pero el dictador se centró en lo incómodo que fue para él “siendo católico” que le pidieran que dejara de gobernar para que la paz volviera al país. Se declaró decepcionado, herido, le pareció hasta un pecado, que le dijeran eso. Y desató desde entonces el infierno sobre el clero. 

Ha sido “más brutal, más frontal” que el mismo Somoza, dice la comandante Mónica Baltodano, excompañera de armas de Ortega durante la guerra de insurrección que enterró a la dictadura de la familia Somoza, pero que lamentablemente hizo emerger otra dinastía; la de los Ortega-Murillo. 

Baltodano dice estar convencida si, que los ataques a Ortega son sólo un desvarío de un régimen que agoniza y que está desesperado por retener el poder el mayor tiempo posible. “Es una estrategia política equivocada, acciones que sus mismas bases rechazan y que lo debilitan más”, analiza. 

Moisés Hassan, otro exguerrillero sandinista, cree que la dictadura amanece hoy más repudiada que antes. “Lo que ha hecho solo se vuelve en su contra”,  asegura. “El régimen tiene pánico, lo que están haciendo cada día deja al desnudo una expresión de rabia y desesperación contra una iglesia que cumple con su deber como pastores; defiende a la gente y denuncia sus desmanes”, asegura. 

ORTEGA, EL CATÓLICO    

La investigadora Martha Molina que recopiló 190 ataques contra la iglesia católica desde el 2018 hasta mayo de este año, señala que Ortega ha venido elevando exponencialmente sus acciones contra los obispos, sacerdotes y laicos. “No se detendrá, como tampoco veremos a la iglesia callar”, advierte. 

Y ésto que Ortega, declaró ese 19 de julio, que pese a todo, le tenía aprecio a los obispos, “les respeto, soy católico”, gritó.  Lo que no dijo, es que había ordenado a sus fanáticos y funcionarios lanzarse contra ellos. Desde entonces no ha parado. 

En adelante 10 formas de ataque de la dictadura Ortega-Murillo contra la Iglesia Católica nicaragüenses. 

El ataque físico. Hay más de uno, pero el más significativo ocurrió el 05 de diciembre de 2018, el sacerdote Mario Guevara, vicario de la Catedral de Managua, fue atacado por la espalda con ácido muriático por una mujer de origen ruso identificada como Ellis Leonidovna Gonn, mientras el sacerdote bendecía artículos religiosos. El padre sufrió quemaduras en las mejillas, brazos y un ojo. 

La mujer que fue identificada con pasaporte ruso número 6646016, según una nota de prensa de la Policía del régimen, fue llevada a juicio y días después montada en un avión supuestamente con destino a su país de origen. El crimen quedó impune y aunque el padre Guevara sobrevivió, el ataque le dejó secuelas permanentes y lo retiró de sus actividades religiosas. El ataque ocurrió tan solo tres días después que Ortega atacara una vez más a los obispos a quienes en esa ocasión acusó de alentar crímenes y posterior a la publicación de un video en redes sociales en el que un fanático orteguista amenazara de muerte al cardenal Leopoldo Brenes. 

Las profanaciones. Las profanaciones a los templos llegaron a ser la segunda forma de hostilidad más sistemática de Ortega contra la iglesia después de las amenazas y asedio. Desconocidos entraron a más de 150 templos y quebraron imágenes, robaron y pisotearon hostias consagradas. Desde el 2018 este tipo de agresiones ocuparon el 49% de las 190 que recopiló Molina. La más grave fue la quema de la capilla que está en la Catedral de Managua que resguardaba la imagen de la Sangre de Cristo. 

Ocurrió el 31 de julio de 2020. Las llamas quemaron la venerada imagen, una reliquia que la fe católica considera milagrosa y que tiene 384 años de historia. Otra vez la Policía del régimen intervino y no reparó en emitir una confusa explicación que escondió a los verdaderos perpetradores: una suerte de gases sueltos en el ambiente y una veladora, dijeron, causaron el siniestro. Pero antes que la Policía compareciera, Rosario Murillo, adelantó su propia explicación en los canales de su régimen de lo que ella “suponía” pasó. Y coincidieron, la culpable fue la veladora. 

Exilio forzado. Este miércoles el sacerdote Edwin Román, expárroco de la iglesia San Miguel Arcángel de la ciudad de Masaya, cumplió un año en el exilio, luego que el régimen de Daniel Ortega amenazara con encarcelarlo. Román y el Arzobispo de Managua, Silvio Báez, son los rostros más visibles del exilio forzado de los religiosos que han tenido que dejar el país por estar en peligros sus vidas.   

Báez abandonó el país 11 de abril de 2019, tras considerar el papa Francisco que estaba en peligro de muerte. Nacido en Masaya, Báez fue una de las voces eclesiásticas más solidarias con los perseguidos del régimen durante los días álgidos de la represión tras el estallido de abril de 2018. 

Las expulsiones. En medio de la guerra contra la Iglesia Católica, el régimen de Daniel Ortega recurrió a la expulsión de los misioneros y misioneras extranjeras en el país. Pero sus cañones no fueron dirigidos solo a los misioneros, Ortega apuntó alto el 6 de marzo de ese año y expulsó al representante del papa Francisco Monseñor Waldemar Stanislaw Sommertag, nuncio apostólico en Nicaragua. 

Pero no fueron las únicas expulsiones, antes, al menos a una docena de religiosos extranjeros no les renovaron residencia y otros fueron llamados e informados que debían irse. La expulsión más dramática ocurrió el 07 de julio; 18 Misioneras de la Caridad de la Orden Madre Teresa de Calcuta. 

Censura de la fe. En los últimos cuatro meses, la dictadura que enfrenta al clero nicaragüense ha clausurado al menos 11 medios de comunicación que los religiosos utilizaban para difundir su doctrina. El gobierno de Daniel Ortega ordenó cerrar el canal de televisión de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), un día después de que el Obispo nicaragüense Rolando Álvarez denunciara que sufre “persecución” del gobierno y que hará un ayuno indefinido en señal de protesta.

Comenzó con el Canal Católico, el 51, el 20 de mayo. El Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones y Correos (Telcor), ordenó a las servidoras de cable eliminar de la grilla de programación el canal religioso. El último ataque fue el cierre de ocho radios en Sébaco y Matagalpa. 

Prisión y país por cárcel. Mientras unos sacerdotes tienen el país por cárcel porque el régimen les arrebató su pasaporte cuando intentaban viajar, como Monseñor Silvio Fonseca, otros, como monseñor José Leonardo Urbina, quien dirigía la parroquia del Perpetuo Socorro y era vicario episcopal de Boaco y el párroco Manuel Salvador García, de la iglesia Jesús de Nazareno de Nandaime guardan prisión acusados de delitos comunes.

Expropiaciones y anulación de la caridad.  Hasta el 12 de julio de este año, la dictadura había ilegalizado en el país 1,070 organismos no gubernamentales, entre ellas varias religiosas que se dedicaban a la caridad. Todos los bienes utilizados por las organizaciones sin fines de lucro pasaron a manos de la dictadura. Un asalto a la caridad. 

Asedios. En mayo pasado, el régimen lanzó un feroz asedio contra monseñor Álvarez, por lo que se vio obligado a refugiarse en una parroquia de Managua,  y durante su permanencia, se mantuvo rodeado de policías y parapolicías. El padre Harving Padilla, de la parroquia San Juan Bautista de Masaya, pasó por esos mismo días, casi dos semanas encerrado y bajo asedio policial también en su templo. 

Y esta semana, hasta hoy en Sébaco y Matagalpa, dos sacerdotes viven asedio en sus templos. En la casa cural de la parroquia Divina Misericordia de Sébaco, el sacerdote Uriel Vallejos, continúa encerrado, cercado por policías y antimotines y en la Curia de Matagalpa o Palacio Episcopal, otra vez monseñor Álvarez.  En el pasado ya había ocurrido con el padre Edwin Román en Masaya.  

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