Por Francisco Torrez Tapia

El 14 de junio de 2018 las Campanas de la Catedral de la ciudad de León dejaron de sonar. Los paramilitares de Daniel Ortega y Rosario Murillo en su denominada Operación Limpieza arrebataron la vida al monaguillo leones Sandor Dolmus, un ángel de la catedral partió antes de tiempo.

 

A menos de un año del asesinato del monaguillo leones, su progenitora Ivania del Socorro Dolmus aun lo ve moviendo las cuerdas que suenan las campanas de la Catedral de León, cada día al término de su jornada laboral.

 

El asesinato de Sandor Dolmus, que entre tantos sueños contemplaba conocer a Monseñor Silvio José Báez, uno de los rostros más queridos de la iglesia católica en Nicaragua, aún sigue en la oscuridad del Sistema de Justicia nicaragüense.

 

Sandor Manuel Dolmus, aun con un disparo en el pecho logró caminar hasta el Hospital Escuela Oscar Danilo Rosales Arguello (Heodra) en León, pero todo el proceso de atención médica estuvo lleno de irregularidades hasta que fue declarado muerto a su mamá, admite la madre.

 

2 3

Entrevista a Ivania del Socorro Dolmus. Foto | Radio Darío

Ivania Dolmus asegura que al menos un familiar debe acompañar a un paciente, pero a esta le fue negado acompañar a su hijo, le cerraron las puertas del ascensor del hospital y le indicaron que debía ir por las escaleras. “Yo quise acompañarlo pero no me dejaron. Les pregunte que para dónde lo llevaban y me dijeron a cirugía para sacarle la bala, pero no me dejaron”.

 

“Cuando nosotros llegamos (al hospital) él tenía vida, bien lo podían salvar porque él entro caminando, cuando le estaban sacando sangre el habló y mencionó el nombre del obispo (Bosco Vivas)”, señala la progenitora del monaguillo, quien recibió la noticia que a su hijo no se le extrajo la bala porque no aguantó a la cirugía.

 

A más de 11 meses del asesinato de Sandor Dolmus, Ivania su madre recuerda que este 30 de mayo no tiene nada que celebrar. “El 30 de mayo todas las madres tienen a sus hijos y yo no porque él era el único, pero tarde o temprano el que lo hizo (lo asesinó) tiene que pagarlo”.

 

“Cuando paso por la Catedral siento que él me habla y me detengo a ver si es cierto, pero no, no es él”, lamenta.