El ambientalista nicaragüense Amaru Ruiz ha lanzado una alarmante advertencia: en veinte años, Nicaragua podría quedarse sin bosques debido a la creciente tasa de deforestación, que actualmente se ubica en un 1.2% anual, lo que equivale a la pérdida de 170,000 hectáreas de bosques cada año. Esta inquietante predicción se fundamenta en el informe “Análisis de la corrupción en el sector forestal de Nicaragua” del Observatorio Pro-Transparencia y Anticorrupción de la organización Hagamos Democracia.

Ruiz destaca que, aunque las cifras oficiales reportan una deforestación de 150,000 hectáreas anuales, estudios independientes y cálculos del Observatorio Pro-Transparencia y Anticorrupción sugieren que la cifra real es superior, alcanzando las 170,000 hectáreas. Con una tasa de deforestación del 1.2 % anual, se ha calculado que el 24 % de la cobertura forestal restante del país está en peligro de desaparecer en dos décadas si no se toman medidas drásticas para revertir esta tendencia.

El informe señala que la corrupción en el sector forestal de Nicaragua ha sido un factor determinante en la aceleración de la deforestación. Desde la llegada al poder de Daniel Ortega en 2007, la concentración de poder y la eliminación de leyes de protección forestal han favorecido los intereses empresariales y comerciales a expensas del medio ambiente.

En 2006, se estableció la Ley 589, que prohibía el corte, aprovechamiento y comercialización de especies forestales como la caoba, el cedro, el pochote, el pino, el mangle y el ceibo. Sin embargo, un año después de asumir el poder, Ortega derogó esta veda a través de decretos presidenciales, permitiendo la explotación de estos recursos.

La eliminación de la veda forestal y la emisión de decretos que permiten la explotación de recursos en áreas protegidas han tenido consecuencias devastadoras. La investigación de Ruiz muestra cómo estos cambios de políticas, implementados sin transparencia ni justificación técnica, han favorecido la deforestación en áreas como Las Segovias y el Caribe Norte del país. La región de la reserva natural Cordillera Dipilto Jalapa, por ejemplo, ha perdido más del 60 % de su bosque natural de pino, y los ríos que nacen en la parte alta de esta cuenca se han secado, afectando la disponibilidad de agua y la biodiversidad.

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Nicaragua va camino hacia la deforestación total en 20 años 2

Las empresas y la corrupción

Otro aspecto crítico del informe es el aumento de la entrada de empresas chinas al sector forestal, lo que ha incrementado los riesgos de corrupción. La falta de transparencia y los altos niveles de discrecionalidad en el otorgamiento de concesiones para la extracción forestal y de carbono han favorecido a empresas extranjeras, muchas de ellas vinculadas a intereses del régimen orteguista. Ortega ha utilizado estas concesiones como parte de una estrategia geopolítica para reducir la dependencia del mercado estadounidense, lo que ha resultado en la firma de tratados de libre comercio con China y la facilitación de inversiones asiáticas en el país.

En 2022, se otorgaron 1,007 permisos de explotación forestal, autorizando un volumen de 98,389 metros cúbicos de madera, de los cuales el 64 % procedía de Nueva Segovia y la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN). Esta actividad generó 41 millones de córdobas, pero a costa de una grave degradación ambiental. Las políticas de explotación tras los huracanes Félix, Otto, Eta e Iota han exacerbado la situación, con incrementos significativos en los volúmenes de extracción de madera, especialmente en la RACCS y el departamento de Río San Juan.

Ruiz concluye que se necesita el respaldo de la comunidad internacional para establecer auditorías independientes sobre el manejo de la cooperación al desarrollo y construir mecanismos eficaces de lucha contra la corrupción. Solo mediante un esfuerzo conjunto se podrá enfrentar la destrucción de los bosques de Nicaragua y proteger sus recursos naturales para las futuras generaciones.

La advertencia es clara: sin una intervención inmediata y decisiva, Nicaragua se enfrenta a un futuro desolador en el que sus bosques podrían ser solo un recuerdo en el lapso de dos décadas.