La creencia de que las personas muertas salen de sus criptas a espantar, es un dogma que está bien arraigado en la idiosincrasia del nicaragüense.
Recuerdo que mi abuela me contaba que cuando murió su madre una noche despertó sobresaltada porque su mamá le habló al oído. Mientras una tía gritaba fuertemente en su cuarto en la madrugada y salió corriendo a la sala de la casa expresando que había visto a su padre fallecido a la par de su cama.
Así sucesivamente, los nicaragüenses, en su gran mayoría creen que los difuntos cuando están penando o sufriendo en el purgatorio salen a sus familiares para pedir oraciones por su salvación.
En esta ocasión, hablaremos del coronel Joaquín Arrechavala, un personaje mítico de la época de la colonia española.
Arrechavala es un personaje ficticio basado en la historia de Nicaragua, durante el periodo colonial. Fue identificado como un espíritu nocturno, porque los habitantes lo miraban por las noches en guardia para asegurar el orden en ese período de insurrecciones contra el gobierno colonial.
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Arrechavala fue autoridad de la corona española
Fue una autoridad de la corona española, con mucho dinero y como jefe militar deambulaba por la ciudad, acoplado a su caballo, sin embargo a raíz de su muerte, los leoneses lo convirtieron en un fantasma, aunque su familia lo negó. Así como muchos autócratas de la época, soterraba sus riquezas.
Después de 100 años que falleció Arrechavala era visto por los ciudadanos montados en su caballo recorriendo varias calles de la ciudad colonial. Suponían que tenía poderes mágicos y que salía por las noches en busca de sus tesoros escondidos.
Elegantes señoras de la localidad y muy católicas refirieron que miraron pasar en su caballo en horas de la noche al coronel Arrechavala y sintieron mucho miedo y que mediante la oración hicieron que se alejara el aparecido. La mayoría del pueblo de León tenía pavor al salir de sus casas por las noches por la sombra de Arrechavala.
Dos pobladores de la ciudad narraron que un día un campesino que trabajaba en su parcela de maíz, vio venir en el camino a un hombre bregando en su caballo.
El resplandor de los ojos del animal alucinó al afanoso que no supo el rumbo del misterioso desconocido. Arrechavala aparecía vestido de militar, cabalgando en un caballo sobre la calle Real, en la actualidad conocida con el nombre de Rubén Darío.
“Arrechavala sale siempre en las visiones nocturnas ajustando en caballo de alarde inconcebible, “con hombreras de oro, trabillas de oro, ropas doradas, monturas, frenos, espuelas de oro, hasta los dientes del general y de su caballo resplandecían”, expresó un ensayista de la ciudad.
El “espectro” surgió por intereses de contrabandistas hondureños
Salomón Somarriba, tataranieto de Arrechavala reveló que el cuento surge porque los contrabandistas de tabaco de Honduras inventaron el “espectro” para introducir mercadería prohibida a Nicaragua. Las noches eran propicias para el propósito de los comerciantes ilegales. Los soldados de caites salían despavoridos por el ruido de las carretas.
El tataranieto de Arrechavala asegura que murió en León, pero no precisó si su cuerpo haya sido enterrado en la Catedral o en la Iglesia de La Recolección.
El amanuense de su testamento hizo consignar que el coronel Arrechavala pidió que lo sepultaran en uno de esos tabernáculos, declaró Salomón. Sostuvo el cadáver de su pariente posiblemente se lo llevaron de regreso al norte de España de donde era oriundo.
Joaquín Arrechavala, nació en Madrid, España, en el año 1728. Sus Padres fueron José Antonio Arrechavala y Abrocia de Vílchez. Llegó a Nicaragua enviado por el Rey de España Carlos II de Borbón. Fue ascendido a coronel el 14 de febrero de 1791. Este grado lo mantuvo hasta 1821, cuando se proclamó la independencia de Centroamérica en Guatemala.
Se casó en España con Doña Juana Navia y Sotomayor Pimentar, con quien tuvo cinco hijas mujeres: Joaquina Arechavala y Navia Sotomayor, Tomasa Arechavala y Navia Sotomayor, Biviana Arechavala y Navia Sotomayor, Micaela Arechavala y Navia Sotomayor, e Inés Arrechavala y Navia Sotomayor.
León es una ciudad de fantasmales
Formó parte de la oligarquía nicaragüense siendo Alcalde Mayor de León en 1790 y ascendiendo al grado de Coronel el 14 de febrero de 1791. Ostentaba ese cargo cuando se proclamó la independencia de las Provincias Unidas de Centroamérica en 1821. Ocupó interinamente la Gobernación de la Provincia de Nicaragua entre 1813 y 1819.
Llegó a tener tanta riqueza y se menciona que dentro de sus propiedades estaban: hacienda Los Arcos y un ingenio San Jacinto. Participó económicamente en la construcción de la Capilla de San Sebastián y en la reconstrucción de la Capilla de La Recolección y dio las imágenes de San Sebastián, de Jesús Atado a la Columna y de la Virgen de Dolores.
Don Joaquín se casó en segundo casamientos con Valeria García Cosió el 11 de febrero de 1821 en León, luego de la muerte de su primera esposa. De su segunda esposa, Valeria, no hubo hijos.
El oficial Arrechavala murió el 13 de octubre de 1823, en la ciudad de León y luego pasó a ser por muchos años, un espectro de la ciudad de León.
Historiadores leoneses coinciden que León es una ciudad de diferencias; durante el día es solar, pedregosa y colorida, pero sus noches son fantasmales, están llenas de visiones de tesoros enterrados, botijas plenas de monedas de oro, “aparecidos” que vuelven de la muerte por tesoros, “animales espantables” y animas en pena; la primera de sus animas en pena la trajo consigo y fue de “La ciudad antecesora.”
El escritor Julio Valle Castillo en su Libro “La Catedral de León de Nicaragua”, describió a León como una ciudad con sus propios mitos y leyendas. Por eso Joarquin Arrechavala, al pasar el tiempo se volvió una leyenda en las calles de la ciudad colonial. La fábula es una de las más famosas de Santiago de los Caballeros de León.