En un evento destinado a reforzar su campaña de reelección, el presidente Joe Biden se encontró en una situación complicada durante el debate presidencial celebrado el jueves 27 de junio de 2024 por la noche. Su actuación, marcada por una voz ronca y una falta de coordinación, desató una ola de pánico entre los demócratas y reabrió el debate sobre su idoneidad como candidato. Durante 90 minutos, Biden, de 81 años, luchó para articular sus argumentos y contrarrestar a un expresidente Donald J. Trump, quien, aunque deshonesto en sus afirmaciones, se mostró agudo y enérgico. En lugar de disipar las preocupaciones sobre su edad, Biden las convirtió en la cuestión central del debate, generando dudas sobre su capacidad para llevar a cabo una campaña vigorosa y competitiva a pocos meses de las elecciones.

El impacto de su actuación fue inmediato. Los demócratas, incluidos miembros de su propia administración, intercambiaron frenéticas llamadas telefónicas y mensajes de texto apenas iniciado el debate. La preocupación se extendió rápidamente a las redes sociales, donde algunos expresaron su conmoción públicamente mientras otros discutían en privado la posibilidad de persuadir a Biden para que se retirara en favor de un candidato más joven. Un veterano estratega demócrata resumió el sentimiento generalizado: “Biden está a punto de enfrentar un aumento de pedidos de que se haga a un lado. El hombre que está en el escenario con Trump no puede ganar. El miedo a Trump sofocó las críticas a Biden, pero ahora ese mismo miedo va a alimentar los pedidos de que renuncie”.

Mark Buell, un prominente donante de Biden y del Partido Demócrata, expresó después del debate que el presidente debía considerar seriamente si era la mejor persona para ser el candidato. “¿Tenemos tiempo para poner a alguien más allí?”, preguntó, reflejando la creciente inquietud dentro del partido.

El debate tenía como objetivo recalibrar la contienda y presentarla como una elección entre Biden y Trump, a quien el actual presidente acusa de intentar destruir la democracia estadounidense. Sin embargo, la actuación de Biden dejó al público con un referéndum sobre su capacidad y su edad, y no sobre Trump.

Confrontaciones y ataques personales

Trump, de 78 años, manejó el debate sin mayores dificultades, repitiendo una falsedad tras otra sin ser efectivamente cuestionado. Se mostró confiado y evitó la conducta excesivamente autoritaria que le había perjudicado en su primer debate con Biden en 2020. Su energía y volumen encubrieron sus declaraciones erróneas, manteniéndose a la ofensiva incluso en temas vulnerables como el ataque del 6 de enero de 2021 y el aborto.

Biden, en contraste, apareció a la defensiva la mayor parte del tiempo. No usó las líneas preparadas por su campaña o las mencionó de manera tan poco clara que apenas se registraron. Posteriormente, indicó a los periodistas que había estado luchando contra un resfriado, pero expresó satisfacción con su desempeño. “Tengo dolor de garganta”, dijo. “Creo que lo hicimos bien”. No obstante, su respuesta sobre las preocupaciones de los demócratas y los llamados a considerar abandonar la carrera fue tajante: “Es difícil debatir con un mentiroso”.

Los asesores de Biden han descartado cualquier especulación sobre su abandono, calificándola de nerviosismo injustificado. A pesar de estar detrás de Trump en los estados clave, mantienen que Biden es el candidato y que nadie más será nominado. Symone Sanders, ex asistente de la vicepresidenta Kamala Harris, afirmó: “Si Joe Biden fuera a hacerse a un lado, lo habría hecho hace mucho tiempo. Él es el candidato y sospecho que varios demócratas saldrán a defenderlo en los próximos días”.

Sin embargo, la presión es palpable. La ex senadora Claire McCaskill describió la situación como una “crisis”, y muchos demócratas han expresado su preocupación de que la actuación de Biden pueda afectar las posibilidades del partido en las próximas elecciones. Las probabilidades de Biden en PredictIt.org, un sitio de apuestas sobre eventos políticos, se desplomaron después del debate, reflejando la creciente incertidumbre sobre su candidatura.

Un precedente histórico: Lyndon B. Johnson

El pánico actual entre los demócratas recuerda el impacto del anuncio de Lyndon B. Johnson el 31 de marzo de 1968, cuando decidió no buscar la nominación presidencial de su partido. Johnson, acosado por la impopular guerra de Vietnam y problemas de salud, sorprendió a la nación al declarar que no se postularía para un segundo mandato completo. Su retirada cristalizó los conflictos que dividían al país y ofreció esperanzas, aunque escasas, de reconciliación nacional.

Los presidentes rara vez se niegan a buscar la reelección. Además de Johnson, otros que decidieron no buscar un segundo mandato completo incluyen a James K. Polk, James Buchanan, Rutherford B. Hayes, Calvin Coolidge y Harry S. Truman. La decisión de Johnson, en particular, fue una señal de que el sistema político aún respondía a la voluntad del pueblo.