Durante las excavaciones realizadas en 1967 para la construcción de un pequeño aeropuerto detrás de Chichén Itzá, la antigua ciudad maya de México, se encontraron restos humanos en lo que sería la pista de aterrizaje. Este hallazgo llamó la atención de los arqueólogos, quienes acudieron al lugar para iniciar los estudios y determinar la procedencia de los restos. Durante la investigación, se descubrió una cueva que contenía más de 100 conjuntos de restos humanos pertenecientes a niños.

Fue 60 años después cuando se logró extraer el ADN antiguo de 64 niños menores de 6 años, revelando que habían sido víctimas de sacrificios entre los años 800 y 1000 d.C. Todos eran varones mayas locales, que podrían haber sido seleccionados específicamente para ser sacrificados en parejas de hermanos.

En 2015, el equipo recibió autorización para destruir una pequeña parte de los cráneos con el fin de estudiar el ADN. El equipo utilizó primero el ADN para determinar el sexo de los menores, lo cual era una parte esencial del estudio. Los primeros resultados tardaron un año en llegar y, cuando lo hicieron, Rodrigo Barquera, actualmente inmunogenetista del Instituto Max Planck, exclamó sorprendido: “¡Guau!”, al descubrir que los 64 cráneos pertenecían a varones. “Repetimos una y otra vez las pruebas porque no podíamos creer que todos fueran varones”, afirmó. “Era algo increíble”.

Mitos sobre sacrificios de mujeres vírgenes

Los arqueólogos que estudiaban a los mayas habían propuesto que la cultura sacrificaba principalmente a mujeres jóvenes y vírgenes. Esta teoría ha sido cuestionada en las últimas décadas y el descubrimiento de que la mayoría de las personas sacrificadas en la cueva eran niños la refuta. “Evidentemente, esto contradice el argumento de que la mayoría de las personas arrojadas a la cueva eran mujeres jóvenes y vírgenes”, afirmó Jaime Awe, arqueólogo de la Universidad del Norte de Arizona en Flagstaff, quien no participó en el estudio. “La obsesión con las vírgenes en los círculos arqueológicos surgió muy probablemente de una combinación de ideas coloniales y datos limitados”, añadió.

El ADN confirma que los niños del chultún eran todos varones, y sin el estudio de ADN no habríamos sabido quiénes eran. Barquera añadió que los participantes en el estudio estaban encantados de recibir la confirmación de que estaban genéticamente emparentados con los constructores de Chichén Itzá.