Rosario Murillo en medio del temor a un nuevo estallido social en Nicaragua

La codictadora Rosario Murillo, en un inusual momento de aparente vulnerabilidad, admitió que “nunca olvidará” el 19 de abril de 2018, calificándola como una fecha “terrible” que “nunca volverá”. Dejando en evidencia su más grande temor.

ESCENARIO NACIONALNACIÓN

Darío Medios

6/6/20252 min read

La codictadora Rosario Murillo, en un inusual momento de aparente vulnerabilidad, admitió que “nunca olvidará” el 19 de abril de 2018, calificándola como una fecha “terrible” que “nunca volverá”. Dejando en evidencia su más grande temor.

Esta afirmación, aunque busca proyectar control y estabilidad, paradójicamente subraya el profundo temor del régimen Ortega-Murillo a un nuevo levantamiento social, manteniendo viva la memoria de las masivas protestas que en 2018 sacudieron los cimientos de su poder.

El 19 de abril de 2018 marcó el inicio de una ola de protestas sociales sin precedentes en Nicaragua, donde miles de ciudadanos se alzaron exigiendo el fin del régimen. Sin embargo Murillo A pesar de contar con una policía represora y con la obediencia impuesta a policías y militares, ella nunca olvidará las protestas masivas, siempre sentirá el terror a un levantamiento popular.

Las declaraciones de Murillo en torno al 2018 son repetitivas, tilda sistemáticamente las protestas como un “intento de golpe de Estado”. El gobierno atribuye las muertes de funcionarios policiales durante ese período a lo que denomina “odio golpista”, un término que emplea con frecuencia para deslegitimarlas y justificar la represión.

Crece el temor ante un despertar ciudadano

Sin embargo, lo que verdaderamente llama la atención de las palabras de Murillo es la admisión de la “terrible” naturaleza del 19 de abril y la promesa de que “nunca volverá”. Esta frase, en lugar de transmitir fortaleza, revela el profundo temor ante la posibilidad de un nuevo despertar ciudadano.

Cada acto violento perpetrado por el régimen contra la ciudadanía, cada purga, cada medida represiva, tiene que ver con un temor que raya en la paranoia y el miedo de un nuevo levantamiento civil. Temor que se extiende hasta a sus propios seguidores, ni el más leal sirviente está a salvo.

La retórica de Murillo desde hace siete años es de odio visceral, para quienes atentan contra su régimen, o de miedo, hacia la resistencia pacífica. Sus mensajes en medios de propaganda, se traducen en amenazas y odio para quienes no comparten el actuar represivo del régimen.

Murillo se cree fortalecida ante un Ortega debilitado

Murillo con sus discursos busca fortalecerse, ante un Ortega cada vez más debilitado, afectado por sus enfermedades y su avanzada edad. La fortaleza de la codictadora está en sus fichas dentro de sus aparatos de represión, Policía y Ejército.

Ante la imagen cada día más opaca del dictador, Murillo ha creado una estrategia de sucesión, sabe que será difícil mantenerse como presidenta, desconfía de sus propias bases. Sus discursos de odio y su actuar iracundo, son despreciados, incluso dentro de sus propios operadores políticos.

Las últimas apariciones de Ortega dejan al descubierto su estado de salud, camina más lento, habla más pausado y su semblante es desmejorado. Pero Murillo ya se está anticipando, se ha atribuido poderes reformando la constitución y proyecta a Laureano como el sucesor de la dictadura.