"Pobres de sueldo, ricos de poder"

El dictador venezolano asegura ganar apenas “dos petros” al mes como presidente, en un discurso de austeridad que contrasta con las múltiples investigaciones internacionales que vinculan a su entorno con corrupción, narcotráfico y lavado de dinero.

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DaríoMedios Internacional

12/30/20252 min read

El dictador venezolano Nicolás Maduro volvió a recurrir al discurso del sacrificio personal para intentar proyectar una imagen de austeridad ante sus seguidores. Este lunes afirmó que su salario mensual como jefe de Estado equivale a apenas “dos petros”, la criptomoneda creada por su propio gobierno, lo que al tipo de cambio oficial representaría alrededor de 120 dólares.

Maduro aseguró incluso que es su esposa quien administra ese ingreso, en un intento por reforzar la narrativa de sencillez personal en medio de una profunda crisis económica que golpea a millones de venezolanos.

Austeridad de discurso, opulencia de poder

La declaración se inscribe en un patrón recurrente entre dictadores de la región, que aseguran vivir con ingresos modestos mientras a su alrededor opera un amplio engranaje de corrupción, privilegios y control discrecional de los recursos públicos que beneficia a sus círculos más cercanos.

En el caso venezolano, diversas investigaciones judiciales y periodísticas internacionales han señalado a altos funcionarios del régimen como protagonistas de redes de corrupción, narcotráfico y lavado de dinero, desmontando la imagen de austeridad que Maduro intenta sostener al hablar de su salario.

Las acusaciones incluyen desde el uso del Estado como plataforma para actividades ilícitas hasta el enriquecimiento de élites políticas y militares, en marcado contraste con el colapso de los servicios públicos y el empobrecimiento generalizado de la población.

Un espejo en Nicaragua

Una situación similar se observa en Nicaragua, donde el dictador Daniel Ortega ha sido visiblemente desplazado de la gestión cotidiana del poder. En la práctica, Ortega se limita a rubricar algunos documentos, mientras Rosario Murillo concentra las decisiones centrales del Estado desde su figura de “copresidenta”.

Murillo controla la administración pública, la comunicación oficial y los principales resortes políticos del régimen, consolidando un modelo de poder altamente centralizado, sostenido por la represión y la lealtad forzada.

El mismo libreto autoritario

Tanto en Venezuela como en Nicaragua, el discurso de ingresos modestos contrasta con la acumulación de poder, las denuncias de enriquecimiento ilícito y la opacidad en el manejo de los recursos estatales que rodean a ambas dictaduras.

Mientras Maduro apela a la narrativa del presidente austero, en Nicaragua Daniel Ortega enfrenta una realidad distinta: desde hace años habría sido víctima de un silencioso golpe interno, ejecutado por su propia esposa, quien hoy ejerce el control efectivo del régimen.

En ambos casos, la retórica de sencillez funciona como una cortina de humo que busca disimular sistemas de poder profundamente corruptos, cerrados y sostenidos a costa de la institucionalidad democrática y el bienestar de sus pueblos.