El anuncio de la Arquidiócesis de Managua sobre los vínculos del recién elegido Papa León XIV con Nicaragua generó sorpresa e incluso esperanza entre muchos fieles. Pero la esperanza duró poco: la publicación fue eliminada minutos después, dejando entrever el temor o la presión que todavía pesa sobre la Iglesia Católica bajo el régimen de Daniel Ortega.

El ahora pontífice, antes conocido como el cardenal Robert Francis Prevost, colaboró estrechamente con la orden de los Agustinos en la ciudad de Ocotal, Nueva Segovia, donde durante años realizó una destacada labor pastoral y social.

Esta conexión directa con el país no pasó desapercibida, especialmente porque León XIV, en 2022, fue una de las voces que denunció abiertamente la persecución religiosa en Nicaragua.

Sin embargo, a pesar de esa conexión humana y espiritual, el régimen de Ortega no ha emitido hasta ahora ningún pronunciamiento oficial sobre su elección como Sumo Pontífice. El silencio es, en este caso, profundamente elocuente.

Conoce de cerca el calvario de la iglesia nicaragüense

En una carta pública firmada junto a otros obispos latinoamericanos, el entonces cardenal Prevost clamó por justicia para el pueblo nicaragüense y condenó la creciente represión del régimen sandinista contra la Iglesia. Aquella carta, difundida mientras él era miembro de la Conferencia Episcopal del Perú, dejó clara su solidaridad con los fieles nicaragüenses.

León XIV, elegido en el segundo día del cónclave, es el segundo papa latinoamericano de la historia. Aunque nacido en Chicago, adquirió la nacionalidad peruana tras ser nombrado obispo de Chiclayo en 2018.

En su primer discurso público desde el balcón de la Basílica de San Pedro, optó por hablar en español, dedicando un saludo a su diócesis en Perú, en un gesto que reafirma su identidad latinoamericana y su cercanía pastoral.

Nicaragua sin relaciones con El Vaticano

La elección de un papa con experiencia directa en tierras nicaragüenses —y crítico del autoritarismo de Ortega— podría marcar una nueva etapa de tensión o esperanza, según cómo se desarrollen los hechos. Sin embargo, las relaciones diplomáticas entre Nicaragua y el Vaticano permanecen oficialmente suspendidas desde 2022.

Ortega ha intensificado su ofensiva contra la Iglesia: ha expulsado a decenas de sacerdotes, confiscado propiedades e incluso disuelto a la Compañía de Jesús, orden jesuita a la que pertenecía el papa Francisco.

Además, la dictadura ha calificado de “mafia” a la jerarquía católica y ha atacado su estructura porque según el régimen, no es “democrática”.

En este contexto, el borrado apresurado de la publicación de la Arquidiócesis de Managua sobre los vínculos de León XIV con el país solo alimenta la incertidumbre.

¿Fue censura preventiva? ¿Presión directa del régimen? Lo cierto es que, con un papa que conoce de primera mano la represión y la fe del pueblo nicaragüense, la dictadura se enfrenta ahora a un nuevo observador en Roma, mucho más cercano y con memoria.