Ortega acusa a monseñor Álvarez de “convertir el Santísimo en un instrumento de crimen”

En un nuevo ataque y distorsiones, el dictador Daniel Ortega arremetió contra monseñor Rolando Álvarez, acusándolo de “convertir el Santísimo en un instrumento de crimen”.

NACIÓNESCENARIO NACIONAL

Darío Medios 6

5/1/20252 min read

El dictador Daniel Ortega volvió a recurrir a la confrontación y la desinformación como estrategia política, esta vez durante un discurso transmitido en cadena nacional la noche del martes 30 de abril.

Desde la Plaza La Fe, el mandatario sandinista se dedicó a atacar a diversos sectores de la sociedad nicaragüense, en especial a la Iglesia católica, a los empresarios y a los ciudadanos que participaron en las protestas cívicas de 2018.

En el marco del aniversario de la muerte de Tomás Borge, Ortega retomó su narrativa del supuesto “golpe de Estado fallido”, repitiendo acusaciones sin pruebas contra sacerdotes y obispos del país. El blanco más claro de sus ataques fue el obispo Rolando Álvarez, actualmente desterrado y perseguido por el régimen, aunque Ortega evitó mencionarlo por nombre.

“Convirtió el Santísimo en un objeto de crimen”, acusó Ortega, distorsionando los hechos ocurridos en Matagalpa, donde el obispo Álvarez salió con el Santísimo Sacramento como acto de fe en medio del asedio policial a la curia diocesana.

En un intento burdo de desacreditar la resistencia cívica, el gobernante señaló que líderes religiosos “convirtieron los instrumentos católicos en objetos de crimen”, sugiriendo una supuesta manipulación política de la fe.

“Otros curas saliendo a los tranques, manipulando a los santos. ¿Desde cuándo los santos son combatientes?”, añadió Ortega, tergiversando el contexto en el que muchos sacerdotes protegieron a manifestantes y brindaron auxilio humanitario en sus templos.

Estos ataques a la Iglesia se producen mientras el Vaticano mantiene silencio ante la persecución sistemática que sufren los religiosos en Nicaragua, en un país donde el poder político ha criminalizado hasta los gestos más básicos de libertad espiritual.

Dictadura recibe a deportados en silencio

Ortega también aprovechó el espacio televisivo para desviar la atención de la crisis interna y arremeter contra Estados Unidos. Según dijo, ese día llegó “un buen grupo de nicaragüenses deportados” desde la base militar de Guantánamo, aunque no ofreció pruebas sobre estas afirmaciones.

El dictador volvió a recurrir al discurso antiimperialista para justificar sus alianzas con regímenes autoritarios, como el de Venezuela y Cuba. “Ya debe tener claro el canciller de los Estados Unidos que Cuba, Venezuela y Nicaragua somos tres naciones que no nos vendemos ni nos rendimos jamás”, proclamó Ortega.

En un ejemplo de cinismo, denunció como “crímenes horrendos” el supuesto caso de una niña de dos años separada de sus padres deportados desde Estados Unidos, preguntando: “¿Qué espera el presidente Trump para mandarle a la niña a esa madre?, porque ese es un crimen de lesa humanidad”.

Ortega no hizo mención alguna de los miles de nicaragüenses que su gobierno ha desterrado, ni de los menores de edad que viven en el exilio o separados de sus familias por la persecución política que su régimen ha impuesto.

Un discurso que insiste en el olvido

Lejos de asumir responsabilidades o abrir espacios para la reconciliación nacional, Ortega se reafirma en una retórica de odio, fabricando enemigos internos y externos. A siete años de la rebelión cívica de abril de 2018, el régimen continúa apostando por el discurso del miedo y la criminalización de cualquier forma de disidencia.

La criminalización de símbolos religiosos y la difamación de líderes eclesiales forman parte de una estrategia más amplia para silenciar a los sectores que aún representan una voz moral frente a un poder cada vez más aislado y autoritario.