Nicaragua ha sido excluida de una posible invitación al bloque de mercados emergentes BRICS, tras un veto directo del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Según reveló la plataforma financiera Bloomberg, esta decisión proviene de la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países, una consecuencia de la tensa relación entre Lula y el presidente nicaragüense Daniel Ortega, ambos antiguos aliados de izquierda.

Este veto, confirmado por funcionarios brasileños, se suma a la creciente lista de tensiones entre Nicaragua y Brasil, cuyo punto álgido ocurrió en agosto de 2024. En ese mes, Brasil expulsó a la embajadora nicaragüense, Fulvia Castro Matus, como respuesta a la decisión de Ortega de ordenar la salida del embajador brasileño, Breno De Souza Brasil Dias Da Costa, debido a su ausencia en un acto partidario.

Este incidente se convirtió en el último golpe que debilitó las relaciones diplomáticas, ya afectadas por las diferencias entre ambos gobiernos desde junio de 2023, cuando Lula intentó intervenir en favor de la liberación del obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez. Ortega, quien encarceló al clérigo durante más de 500 días, ignoró las peticiones de Lula, lo que marcó el inicio del distanciamiento.

A pesar del veto, Nicaragua no ha abandonado su ambición de unirse a los BRICS. Desde septiembre de 2023, Daniel Ortega ha expresado públicamente el interés de su país en integrarse a la alianza geopolítica y económica.

Los BRICS, conformados inicialmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, se han presentado como una alternativa a los organismos económicos occidentales, lo que ha atraído a más de 30 países que buscan asociarse con este bloque, incluidos Nicaragua y Venezuela.

Durante una visita oficial a Rusia en junio de 2024, Laureano Ortega Murillo, hijo de la pareja dictatorial nicaragüense y asesor presidencial en materia de inversiones, destacó la solicitud formal de Nicaragua para ser miembro de los BRICS. Según Murillo, la entrada de Nicaragua al grupo podría ser una vía para eludir las sanciones internacionales impuestas contra el régimen de Ortega y encontrar fuentes alternativas de financiamiento.

Sin embargo, este sueño parece cada vez más lejano, dado el veto impuesto por Brasil y la falta de consenso entre los países miembros sobre la inclusión de nuevas naciones.

BRICS como salvavidas geopolítico

El interés de Nicaragua en los BRICS no es casual. Desde mediados de 2023, el gobierno de Ortega ha buscado maneras de “desdolarizar” la economía y fortalecer sus lazos con los países del bloque, con el objetivo de reducir la dependencia de las sanciones impuestas por Estados Unidos y otras naciones occidentales.

El exministro de Hacienda nicaragüense, Iván Acosta, ha subrayado en varias ocasiones la importancia de acercarse a los BRICS como una estrategia para estabilizar la economía y atraer inversiones externas.

Los BRICS, que representan alrededor del 27 % del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y albergan al 43 % de la población del planeta, se han convertido en una plataforma atractiva para países que buscan un contrapeso al poder económico de Estados Unidos y la Unión Europea. En la cumbre de 2023, celebrada en Sudáfrica, el bloque amplió su membresía con la inclusión de Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto y Arabia Saudí, lo que demuestra su creciente influencia en la política y la economía mundial.

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Los hermanos Laureano (izquierda) y Edmundo Ortega Murillo en una imagen de archivo, visitando Rusia | Fotografía cortesía

No obstante, la inclusión de nuevos miembros no es un proceso sencillo y depende del consenso de todos los países fundadores, lo que ha complicado la entrada de países como Nicaragua y Venezuela.

Venezuela también en la cuerda floja

El veto de Brasil no solo ha afectado a Nicaragua. Según informes de Bloomberg, Venezuela tampoco estaría en la lista de posibles invitados a la cumbre BRICS que se celebrará en octubre de 2024 en Kazan, Rusia. Aunque el presidente venezolano Nicolás Maduro ha buscado con ahínco una invitación al bloque, las tensiones diplomáticas entre Venezuela y Brasil han complicado su entrada.

Maduro ve en los BRICS una oportunidad para legitimar su gobierno y contrarrestar las sanciones internacionales que enfrenta su país, pero la falta de consenso entre los miembros del bloque ha frustrado sus esfuerzos.

A pesar del apoyo tácito de Rusia, la negativa de Brasil a reconocer los resultados de las controvertidas elecciones de julio en Venezuela ha generado tensiones que podrían obstaculizar la inclusión de Caracas en el grupo. Brasil, que asumirá la presidencia rotativa de los BRICS en 2025, no está dispuesto a comprometer sus relaciones internacionales invitando a países cuyos gobiernos son ampliamente cuestionados por la comunidad internacional.

La próxima cumbre de los BRICS (del 22 al 24 de octubre en Kazan, Rusia) será crucial para definir el futuro de la expansión del bloque. Con el veto brasileño sobre Nicaragua y Venezuela, estos países deberán buscar otras alianzas o esperar un cambio en las dinámicas internas del grupo. Aunque los BRICS han demostrado ser un foro importante para la cooperación económica y geopolítica, la inclusión de nuevos miembros dependerá no solo de la voluntad política, sino también de la capacidad de cada país para contribuir a los objetivos del grupo.

Mientras tanto, Ortega y Maduro continuarán explorando alternativas para sortear el aislamiento internacional que enfrentan. La relación con los BRICS sigue siendo una aspiración, pero la realidad actual muestra que tanto Nicaragua como Venezuela están lejos de obtener un asiento en la mesa, a diferencia, por ejemplo, del régimen talibán de Afganistán, que solicitó participar en la próxima cumbre de los BRICS.