Nicaragua se queda sola: 6 de cada 10 ciudadanos quieren irse del país
La migración ya no es un sueño: es un síntoma. La falta de libertades, el estancamiento económico y el miedo siguen haciendo de Nicaragua un país del que se huye, no al que se vuelve.
ESCENARIO NACIONALNACIÓN
Darío Medios 6
5/14/20253 min read


El deseo de huir del país sigue marcando a la sociedad nicaragüense. Aunque la intención de emigrar ha caído levemente, el dato continúa siendo alarmante: el 63.09% de la población se iría del país si tuviera la oportunidad, según revela la última encuesta de Hagamos Democracia, realizada entre el 11 y el 17 de abril de 2025 en 40 municipios del país.
Este porcentaje refleja una baja de apenas 6.56 puntos con respecto a septiembre de 2024. Sin embargo, sigue siendo un indicio claro de que Nicaragua vive un éxodo contenido, impulsado por el estancamiento económico, la desesperanza social y la represión política.
La mayoría de quienes desean marcharse no ve posibilidad de un futuro bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, cuya permanencia en el poder parece inamovible, a costa del desgaste nacional.
Motivos: entre la miseria y el miedo
Las razones para abandonar el país no han cambiado. La encuesta muestra que el 61% migraría por la crisis económica, el 33% por falta de soluciones políticas y un 6% por acoso o persecución. Esta última cifra, aunque menor, confirma que la represión sigue siendo parte del paisaje cotidiano.
La lectura es clara: la crisis no es solo económica ni solo política, es sistémica. Y mientras no haya cambios de fondo, el país seguirá expulsando a su gente.
Pese a las políticas más restrictivas en Estados Unidos —incluyendo el fin del parole humanitario y un aumento en las deportaciones—, el 52% de los nicaragüenses sigue viendo a ese país como su destino preferido. Le siguen España (27%), Costa Rica (18%) y Canadá (2%). La realidad es que ni las fronteras más duras logran frenar el deseo de escapar.
La migración ya es parte del tejido familiar
Lo que antes era un proyecto individual hoy es un fenómeno colectivo. El 25% de los encuestados dijo tener un familiar que emigró en los últimos tres meses. Aunque representa una baja frente al 31% del trimestre anterior y al 59% del anterior, sigue siendo un indicador de la masividad del fenómeno.
Lo más revelador es el cambio en el perfil del migrante. Ahora, el 53% tiene entre 36 y 50 años, superando por primera vez al grupo de 20 a 35 años (44%). Es decir, se están yendo los adultos en plena edad productiva, quienes deberían estar sosteniendo al país. Pero en Nicaragua, cada vez más, producir y progresar se vuelve misión imposible.
Remesas: el sostén de un país descompuesto
En un país donde el empleo formal es escaso, los salarios no alcanzan y el costo de vida no para de subir, las remesas se han convertido en el salvavidas de miles de hogares. El 43.89% de los encuestados dijo recibir dinero del exterior, principalmente de Estados Unidos (56.18%), Costa Rica (20.79%) y España (19.66%).
El dato no sorprende si se considera que, según el Banco Central, en 2024 ingresaron al país US$ 5,243 millones en remesas, un récord histórico y un 12.5% más que el año anterior. Un flujo que sostiene no solo a las familias, sino también al propio régimen, que gracias a ello refuerza las reservas internacionales y mejora su recaudación fiscal, mientras el país se hunde en la informalidad.
Más grave aún: el 69% de quienes reciben remesas afirman que sin ese dinero no podrían llegar a fin de mes. En muchos casos, es su única fuente estable de ingresos. Es decir, Nicaragua sobrevive gracias a los que se fueron.
Irse... para no volver
La encuesta también muestra una nueva preocupación: el retorno se vuelve cada vez más improbable. En enero de 2025, al menos 200 personas no lograron regresar al país tras salir por trabajo, estudios o razones médicas. La sombra del exilio forzado crece, al igual que el temor al desarraigo definitivo.
Sin embargo, a pesar del endurecimiento de las políticas migratorias en el extranjero, la mayoría sigue viendo en la huida la única salida posible. Una nación que se vacía, mientras el poder se atrinchera, incapaz —o simplemente indiferente— ante el dolor de su pueblo.

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