Monseñor Silvio Báez: La oración perseverante es una forma de rebeldía
En su homilía dominical Monseñor Silvio Báez, meditó sobre la parábola de la viuda insistente y el juez injusto y exhortó a los fieles a mantener viva la fe a través de la oración perseverante, sin rendirse ante las dificultades ni la aparente indiferencia del mundo.
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DaríoMedios Internacional
10/19/20254 min read


En su homilía dominical Monseñor Silvio José Báez, meditó sobre la parábola de la viuda insistente y el juez injusto y exhortó a los fieles a mantener viva la fe a través de la oración perseverante, sin rendirse ante las dificultades ni la aparente indiferencia del mundo.
El Monseñor destacó que Jesús utiliza esta parábola para enseñar a sus discípulos “la necesidad de orar siempre y sin desfallecer”. Según Báez, este pasaje es profundamente actual porque retrata la tensión entre la injusticia humana y la fidelidad de Dios, que escucha el clamor de los pobres.
La viuda: símbolo de quienes luchan por la justicia
Monseñor Báez explicó que en el relato evangélico aparecen dos personajes opuestos: un juez corrupto, “que no temía a Dios ni respetaba a los hombres”, y una viuda indefensa, símbolo de los marginados de la sociedad.
“La viuda del Evangelio representa a tantas mujeres y hombres pobres, desamparados y oprimidos, que no se resignan ante el mal. Ella utiliza su voz y su perseverancia como sus únicos recursos para defender sus derechos”, señaló el obispo.
El obispo recordó que la viuda no pidió privilegios, sino justicia, algo que reclaman todos los que sufren opresión. Enfatizó además que Jesús probablemente conoció a mujeres valientes en Galilea que, como muchas en la actualidad, se enfrentaban a estructuras injustas y machistas.
“La parábola destaca la valentía de una mujer que no se deja vencer por el miedo ni por la indiferencia. Nos enseña que no hay que callar ante la injusticia, pero tampoco responder con violencia. La no violencia y la perseverancia son las armas del creyente”, afirmó.
Contra el silencio y la violencia
En su reflexión, Monseñor Báez advirtió sobre las dos tentaciones que surgen ante la opresión: el silencio y la violencia.
“El silencio no es la mejor opción cuando se atropella la dignidad de las personas. En sociedades injustas, el silencio favorece a los opresores. Pero tampoco hay que devolver mal por mal. La violencia no construye justicia verdadera”, insistió.
El obispo subrayó que el ejemplo de la viuda enseña que la perseverancia en la lucha por la justicia, aunque sea larga y difícil, finalmente da frutos. En la parábola, el juez termina escuchando a la viuda, no por compasión, sino porque no soportaba más su insistencia.
“Si incluso un juez malvado termina haciendo justicia por la insistencia de una mujer, ¡Cuánto más Dios, que es Padre bueno y justo, escuchará a sus hijos que claman a Él día y noche!”, reflexionó.
Confiar en Dios aun cuando parece callar
Monseñor Báez reconoció que, en muchos momentos, puede parecer que Dios no escucha las súplicas de los oprimidos o que tarda en intervenir. Sin embargo, recordó que la fe cristiana es confianza en el amor y la justicia de Dios, incluso cuando no comprendemos sus tiempos.
“A veces sentimos que Dios tarda, que las cosas no mejoran, que el mal se impone. Pero Jesús nos invita a confiar y a no perder la esperanza. Dios conoce nuestros dolores, escucha nuestros gritos y actuará en su momento con misericordia”, expresó.
El obispo vinculó esta esperanza con la experiencia de Cristo en la cruz, quien también oró en medio del sufrimiento y fue escuchado por el Padre.
“Cuando parezca que Dios no escucha, contemplemos a Jesús crucificado. Ninguna oración, ningún grito del dolor humano queda sin llegar al corazón de Dios”, afirmó.
“¿Encontrará fe sobre la tierra?”
Al comentar la pregunta final de Jesús —“¿Cuándo venga el Hijo del Hombre, encontrará fe sobre la tierra?”—, Monseñor Báez planteó una profunda reflexión sobre el papel de la fe en la vida del ser humano.
“Sin la relación de fe con Dios, seríamos como hijos sin padre, débiles y temerosos. Terminaríamos siendo esclavos de cualquier ídolo, sometidos a los poderes tiránicos y al miedo a la muerte”, advirtió.
El obispo lamentó que, en muchos contextos, la fe se debilite ante el materialismo, el conformismo o la desesperanza.
“Sin fe en Dios, el mundo se convierte en un desierto de indiferencia. La fe es la fuerza que anima nuestra lucha por el bien, que nos hace levantarnos ante el sufrimiento y que mantiene viva la esperanza”, añadió.
La oración, fuerza que sostiene la vida
Monseñor Báez recordó que la fe se alimenta de la oración, la cual definió como “la respiración de la fe”.
“La oración alienta nuestra vida diaria, reanima nuestra esperanza, fortalece nuestra debilidad y alivia nuestros cansancios”, afirmó.
El obispo invitó a los fieles a separar cada día un momento para estar con el Señor, hablarle y escuchar su Palabra.
“Oremos incesantemente. La oración perseverante nos hace más humanos, purifica nuestro corazón, y nos vuelve más solidarios y fraternos”, exhortó.
Además, describió la oración como una forma de resistencia espiritual y moral frente al mal:
“La oración perseverante es una forma de rebeldía frente a la injusticia. Al orar, nos negamos a sentirnos solos, reconocemos que solo Dios es Dios y protestamos contra quienes consideran normal el atropello de la dignidad humana. La oración es como la alborada de una nueva historia, donde germina el pan de la libertad”.
Una invitación a no rendirse
Monseñor Báez concluyó su homilía animando a los fieles a mantener viva la fe y la esperanza, aun cuando la oración parezca cansar o los resultados tarden en llegar.
“Claro que cansa orar, cansa esperar, cansa luchar. Pero nunca hay que bajar los brazos. Dios no abandona a sus hijos. Él hará justicia y nos dará la fuerza para seguir caminando”, expresó.
Finalmente, el obispo resumió su mensaje con una exhortación llena de esperanza:
“Oremos siempre, sin desfallecer. La oración nos mantendrá en pie ante la injusticia, nos hará más libres, más compasivos y fuertes en la fe”.