Lenín Cerna de guardián del poder sandinista a enemigo invisible de Rosario Murillo

En 2019, un año después del levantamiento cívico contra la dictadura sandinista, Lenín Cerna, exjefe de la Seguridad del Estado, se mostraba más seguro que nunca de su posición en el círculo íntimo de Daniel Ortega. En una de sus últimas entrevistas públicas, exaltaba la figura del dictador, minimizaba a Rosario Murillo y proclamaba estar en “constante pie de lucha”.

ESCENARIO NACIONALNACIÓN

Darío Medios

8/8/20251 min read

En 2019, un año después del levantamiento cívico contra la dictadura sandinista, Lenín Cerna, exjefe de la Seguridad del Estado, se mostraba más seguro que nunca de su posición en el círculo íntimo de Daniel Ortega. En una de sus últimas entrevistas públicas, exaltaba la figura del dictador, minimizaba a Rosario Murillo y proclamaba estar en “constante pie de lucha”.

“Ese dirigente, duela a quien le duela, se llama Daniel Ortega… estamos en la lucha del bien contra el mal”, dijo entonces, reafirmando su lealtad inquebrantable al líder sandinista y reivindicando su papel histórico en la toma y defensa del poder.

Pero cinco años después, todo aquello en lo que Cerna creía se ha derrumbado. El sandinismo, como partido político, se extinguió; sus antiguos combatientes históricos están muertos, exiliados, presos o perseguidos; Ortega, enfermo y debilitado, se acerca a su final; y el propio Cerna es ahora blanco de la maquinaria represiva a la que dedicó su vida.

Cerna permanece en paradero desconocido

Murillo, durante años, trabajó meticulosamente para aislar a Ortega de sus leales históricos y posicionarse como sucesora indiscutible. Su estrategia fue clara: exigir obediencia absoluta. Cerna, sin embargo, se resistió a rendirle pleitesía. En discursos velados, se negaba a “arrodillarse”, repitiendo frases como: “Muero con los puños despellejados de luchar y las rodillas intactas de nunca arrodillarme”.

Ese lenguaje de resistencia encendió las alarmas de Murillo, quien lo percibía como un obstáculo para su proyecto dinástico. Hoy, Cerna permanece en paradero desconocido. Ni la Policía ni el Ejército confirman si es un perseguido político, pero tampoco lo niegan.

Mientras Murillo sigue pronunciando, cada mediodía, sus mensajes de “amor y paz”, puertas adentro crece el hermetismo. El temor de la codictadora es evidente: el viejo jefe de la Seguridad del Estado, que conoce los secretos más oscuros del régimen, podría convertirse en su mayor amenaza.