Laureano Ortega Murillo: Ascenso del "Chigüín"
Laureno Ortega Murillo, hijo de los codictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo se consolida como el nuevo “chigüín” de la dictadura sandinista y se perfila como el nuevo heredero del poder.
NACIÓNESCENARIO NACIONAL
Darío Medios 6
4/28/20253 min read


En el laberíntico entramado del poder nicaragüense, donde la sombra de la dinastía Ortega Murillo se alarga implacable, emerge la figura de Laureano Ortega Murillo, hijo de los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo.
No es un rostro nuevo, pero su rol se ha redefinido con una ambición palpable: consolidarse como el heredero, el próximo "Chigüín" que perpetúe el legado autoritario tras su madre, la omnipresente Rosario Murillo.
Su designación como negociador de la soberanía con Rusia, un país aliado en el aislamiento internacional del régimen, no es un movimiento aislado, sino una pieza clave en la estrategia de centralización del poder económico y político en manos de la familia gobernante.
Laureano, curiosamente alejado de los estudios económicos formales tras incursionar en Sociología, Ciencias Políticas y hasta el cine, ha sido ungido con máximos poderes omnímodos en materia de inversión extranjera.
El poder de las inversiones
La Ley de Inversiones Extranjeras en Nicaragua se ha convertido, en la práctica, en un cheque en blanco para que él decida quién entra y quién se queda fuera del panorama económico nacional.
Para los críticos, esta medida no es más que la profundización de una corrupción endémica, un portazo a los inversionistas legítimos y una alfombra roja para compañías con oscuros lazos con regímenes como China y Rusia, países donde la falta de seguridad jurídica y el control político del capital resuenan con la realidad nicaragüense.
Este nombramiento, que lo sitúa como el hijo más visible después de Camila, la discreta "pasa papeles" de la codictadora, revela una estrategia de control total.
En un país donde la propiedad privada es vulnerable a las confiscaciones y la expulsión de empresarios es moneda corriente, Laureano, con su impecable vestimenta y su Rolex ostentoso, se erige como el rostro de las inversiones.
Sus frecuentes viajes a Moscú y Beijing, los únicos destinos donde parece moverse con soltura, lo han convertido en el principal artífice de los acuerdos bilaterales, representando a Nicaragua en misiones diplomáticas sin ostentar el título formal.
Al igual que sus padres, Laureano carga ya con el peso del repudio social, una herencia amarga de un régimen señalado por la represión y la falta de libertades.
Su designación como potencial sucesor, un títere cuyos hilos moverá indudablemente Rosario Murillo, evoca la fallida proyección del primer "chigüín", Anastasio Somoza Portocarrero, quien heredó el oprobio generado por la dictadura de su padre. Laureano, a estas alturas, difícilmente ignora este paralelismo histórico.
El modelo dinástico que los Ortega-Murillo pretenden consolidar, con Laureano en el centro de la escena sucesoria, trasciende las fronteras de Nicaragua, representando una preocupante amenaza para la estabilidad regional. Aquel joven que alguna vez declaró a la BBC que "su mundo es la música", parece haber cambiado radicalmente sus prioridades.
Su nombramiento como asesor presidencial para Inversiones, Comercio y Cooperación Internacional, y su liderazgo en Pro Nicaragua, lo han alejado definitivamente de los escenarios líricos para sumergirlo en los entresijos del poder.
Laureano, con una habilidad camaleónica, firma convenios comerciales con China y al día siguiente se presenta en eventos de su fundación Incanto.
Laureano es símbolo de las ventajas que su apellido le confiere. No obstante, este ascenso no ha pasado desapercibido a la comunidad internacional.
El “Chiguín” moderno está sancionado por EEUU
En 2019, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo sancionó por "corrupción y lavado de dinero", señalando su implicación en la Compañía del Gran Canal de Nicaragua como un vehículo para enriquecimiento personal y del régimen.
Analistas políticos como Oscar René Vargas ya vislumbraban en 2022 el papel de Laureano como delegado del gobierno en las relaciones con potencias como Rusia, China e Irán, preparándolo para futuras responsabilidades.
Hoy, en 2025, sus palabras resuenan con una claridad profética. El espionaje y la alianza estratégica con Rusia, en este contexto, no solo fortalecen al régimen actual, sino que también apuntalan la sucesión dinástica, garantizando la continuidad de un modelo autoritario que oprime a Nicaragua y genera inquietud en la región.
Laureano Ortega Murillo, el "Chigüín" de la era moderna, ha tomado el gusto al poder, un gusto caro para un país que anhela la libertad.
