La decadencia del 19 de julio en Nicaragua
Las imágenes de una multitud que rebalsaba la plaza el 19 de julio en Nicaragua, ahora son historia, ya no hay masas compactas, no hay una marea humana que celebre un triunfo desdibujado. La ocasión dejó de ser célebre porque el país está, de nuevo, bajo el yugo.
ESCENARIO NACIONALNACIÓN
Darío Medios
7/7/20253 min read


Esas postales que conmemoraban el 19 de julio de 1979, son ahora piezas de un museo de la memoria, polvo en un álbum de un país que se zambulló en otra dictadura. Esta vez, la propia revolución se hizo tiranía.
Las imágenes de una multitud que rebalsaba la plaza el 19 de julio en Nicaragua, ahora son historia, ya no hay masas compactas, no hay una marea humana que celebre un triunfo desdibujado. La ocasión dejó de ser célebre porque el país está, de nuevo, bajo el yugo.
Aquel grito del 2018, “¡Daniel y Somoza son la misma cosa!”, no fue una consigna vacía; fue una premonición que se ha clavado en el alma de Nicaragua. La decadencia del 19 de julio es el espejo de la decadencia del régimen. Después de 18 años en el poder, eso no preocupa tanto a Daniel Ortega, quien está más cerca de la lápida que de una celda, y tiene poco qué perder.
Nunca más 19 de julio
Los cimientos de la Revolución Sandinista, la promesa de una Nicaragua libre, han sido sepultados por la nociva pareja. Cuatro décadas y seis años después impusieron una dictadura que, para muchos, es igual o peor que la de los Somoza.
Un país que soñó con la libertad y juró que jamás volvería a ver presos políticos, hoy es un gobierno totalitario que consolida un régimen de partido único. Toda voz crítica es acallada, torturada, silenciada en el infame laberinto de El Chipote.
Desde abril de 2018, cuando la represión brutal ahogó las protestas cívicas y la sangre tiñó las calles, la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo no ha vuelto a ver la Plaza de la Revolución abarrotada para el 19 de julio.
Las aglomeraciones, antes motivo de orgullo y símbolo de fuerza, ahora les evocan el trauma de aquellas inmensas marchas que exigían justicia y su partida del poder. La pandemia del COVID-19 les brindó el pretexto perfecto para justificar la ausencia de masas en 2020. Pero incluso con el virus controlado, el 19 de julio masivo nunca regresó.
Murillo, en su burbuja de autoengaño, sigue con sus discursos triunfalistas. En su cabeza, las frases “vamos adelante”, “vamos avanzando”, “vamos celebrando” son un mantra que conjura una realidad paralela. En el fondo, sabe que la gracia popular los abandonó hace mucho tiempo.
Quienes quedan a su alrededor, obligados a cantar, aplaudir, corear y repetir consignas, lo hacen por la cruda necesidad de garantizar el empleo y la supervivencia de sus familias.
El descontento popular, soterrado, pero siempre presente, se respira en el aire viciado. Los empleados de las instituciones estatales son el mejor ejemplo de esta sumisión forzada. La obligación de participar en cada acto, de anunciar las "celebraciones" que comienzan desde el viernes 12 de julio, es un recordatorio constante de la cárcel laboral.
Desde 2018, los actos del 19 de julio han ido perdiendo la magnitud que antes exhibían.
En los últimos años, los dictadores han celebrado con un número reducido de invitados, acorralados en la Plaza de la República la misma que los sandinistas insisten en llamar "de la Revolución", ubicada frente al Palacio Nacional y la antigua catedral de Managua.
Mientras ellos, en su burbuja, sus escasos simpatizantes celebran en los barrios y comunidades. En 2023, recurrieron a una plazoleta improvisada en la entrada del antiguo Estadio Nacional. El espacio menos amplio enmascaró la falta de entusiasmo y los dictadores, más solos.
No obstante, Murillo, con su habitual retórica que roza el delirio, ha informado este jueves que este año tampoco habrá celebración masiva del 19 de julio. En su lugar, anuncian decenas de actividades, entre caminatas, maratones, certámenes.
Todo es un esfuerzo desesperado por involucrar a una ciudadanía cada vez más desconectada con esa fecha, con esa revolución que se les prometió y que hoy, más de cuatro décadas después, es solo una distante, oscura y amarga tiranía. El 19 de julio ya no es una celebración; es un recordatorio palpable de la libertad secuestrada en Nicaragua.
