El terror de la dictadura sandinista: youtubers y tiktokers exponen lo que el régimen no puede ocultar
Creadores de contenido se convierten en el nuevo blanco del régimen Ortega-Murillo, al documentar desde la corrupción policial hasta el hostigamiento fronterizo. Las redes sociales, los creadores de contenido, son una amenaza imparable para el autoritarismo y exponen lo que el régimen no puede ocultar.
ESCENARIO NACIONALNACIÓN
Darío Medios
7/28/20253 min read


En la era digital, donde una cámara encendida puede atravesar fronteras y un video viral puede llegar más lejos que cualquier denuncia oficial, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo enfrenta a un nuevo enemigo: los creadores de contenido. Youtubers y tiktokers, movidos por la curiosidad o el afán de aventura, han expuesto sin proponérselo los mecanismos más oscuros del autoritarismo nicaragüense. Lo que para ellos comenzó como simples viajes, se convirtió en una pesadilla de vigilancia, amenazas, interrogatorios y prohibiciones de ingreso.
El caso más emblemático es el del español Agustín Ostos, creador del canal Soy Tribu. Su visita a Nicaragua dejó al descubierto la corrupción policial que opera con impunidad. Con una cámara oculta, grabó a la oficial sandinista Anielka Pérez pidiéndole una coima en Rivas, en una escena tan bochornosa como reveladora. El video, con más de un millón de reproducciones, obligó al régimen a remover a la oficial, quien luego denunció públicamente que fue chivo expiatorio de una corrupción sistémica. Su huida a Costa Rica y posterior declaración de seguir siendo "sandinista" solo añadió más ironía a la historia.
Detenciones e interrogatorios, evidencian temor del régimen
La lista de afectados es larga. El sudafricano Kurt Caz, con más de 3 millones de seguidores, fue retenido por policías vestidos de civil tras grabar en lugares públicos como el Mercado Oriental. "Nicaragua es como la jodida Corea del Norte", resumió su taxista. El terror del control se respiraba incluso dentro del hotel.
En 2019, el mexicano Luisito Comunica pisó Nicaragua tras el estallido social del 2018. Su famoso video “El país que me aconsejaron nunca visitar” mostró a su audiencia internacional la omnipresencia policial, los símbolos del régimen en cada esquina y el cierre de medios independientes como 100% Noticias. Sin emitir juicios directos, su lente fue suficiente para reflejar un país militarizado y tenso.
La paranoia del régimen llegó al extremo con el venezolano Óscar Alejandro Pérez. En marzo de 2024, tras documentar la propaganda oficialista en las calles de Managua, fue detenido, interrogado y obligado a mostrar sus redes sociales. El video de su experiencia fue eliminado de YouTube por supuestos derechos de autor, y posteriormente fue arrestado en Venezuela por "terrorismo". Su colaborador nicaragüense Chico Reyes Rosas no pudo volver al país: le negaron el ingreso.
Otros creadores han vivido el mismo patrón de hostigamiento. El peruano Andy Tirado, del canal Gravedad 11, denunció un interrogatorio exhaustivo en la frontera, donde fue retenido seis horas. Aduanas sospechaba que portaba un dron, y los oficiales lo obligaron a revisar todo su equipaje en repetidas ocasiones. Su delito: ser youtuber.
El verdadero rostro de la dictadura
En septiembre de 2024, Henry Alexander Guillón, también de Perú, fue contactado por un supuesto agente migratorio que lo interrogó vía WhatsApp antes de su viaje. Al intentar cruzar, fue informado que tenía "prohibido el ingreso". Su conclusión fue clara: “es altamente político hablar de Nicaragua”.
La youtuber boliviana Jessica Hoyos, de WisTuVida, relató la extorsión directa de dos policías que le exigieron 20 dólares a cambio de sus documentos. En su salida por El Guasaule fue retenida sin explicación. “Me trataron como una criminal”, afirmó, y sentenció que Nicaragua “es como una cárcel de control mental”.
La censura no se detiene en las cámaras extranjeras. La costarricense Angélica Chaves y el israelí Avraham Ben Moshe fueron rechazados en frontera bajo acusaciones de ser "espías". Ambos fueron amenazados con cárcel si se atrevían a grabar.
Cámaras de los viajeros las nuevas trincheras de la verdad.
Estos testimonios, narrados en primera persona y difundidos a través de millones de vistas, han hecho lo que pocos informes de organismos internacionales han logrado: mostrar con crudeza y sin filtros el verdadero rostro de la dictadura sandinista. La represión, el control paranoico, y la corrupción endémica han sido retratadas por influencers que, sin intención política, captaron lo que el régimen ha querido ocultar desde 2018.
La respuesta del orteguismo ha sido grotescamente predecible: cerrar fronteras, censurar videos, intimidar visitantes. Pero hay una verdad que ni la Policía Nacional ni la Dirección de Migración pueden detener: millones de ojos observan y millones de voces comparten. En un país sin libertad de prensa, las cámaras de los viajeros se han convertido en las nuevas trincheras de la verdad.
En su obsesión por controlar la narrativa, el régimen Ortega-Murillo ha terminado por darle más visibilidad a lo que más teme. La dictadura no ha entendido que en la era digital no se puede silenciar el eco de una cámara ni borrar lo que ya fue visto por el mundo. Los youtubers y tiktokers no son espías ni activistas: son testigos. Y sus videos, pruebas irrefutables de que en Nicaragua, la represión no conoce límites.
