El Depredador Daniel Ortega: las voces silenciadas de sus víctimas

En la Nicaragua de hoy, persisten historias dolorosas que se resisten al olvido. Bajo la sombra de un poder que ha impuesto silencio y complicidad, el nombre de Daniel Ortega no solo remite al autoritarismo político, sino también a acusaciones de abusos que lo señalan como un depredador.

ESCENARIO NACIONALNACIÓN

Darío Medios

8/18/20252 min read

En la Nicaragua de hoy, persisten historias dolorosas que se resisten al olvido. Bajo la sombra de un poder que ha impuesto silencio y complicidad, el nombre de Daniel Ortega no solo remite al autoritarismo político, sino también a acusaciones de abusos que lo señalan como un depredador.

Mientras en cualquier nación democrática sus crímenes habrían significado la cárcel, en Nicaragua Ortega ha salido ileso de cada acusación, protegido por un sistema judicial y político a su servicio.Sus víctimas lo veían subir a tarimas y hablar de justicia en nombre del pueblo. Ese mismo supuesto líder mutaba en formas de horror: cuatro paredes y habitaciones oscuras eran testigos del crimen.

Zoilamérica Narváez: la hija que se atrevió a denunciar

La primera voz en romper el muro del silencio fue Zoilamérica Narváez, hijastra de Ortega. En 1977, cuando apenas tenía nueve años, comenzó a ser víctima de los abusos de su padrastro en el exilio en Costa Rica. Con el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979, el poder de su agresor creció y la pesadilla se extendió por años.

En 1998, Zoilamérica denunció públicamente, con la esperanza de que su madre, Rosario Murillo, la respaldara. Sin embargo, Murillo eligió proteger al caudillo antes que a su hija, desacreditándola y sellando su destino político como codictadora. El caso se cerró por prescripción y Ortega quedó impune. Zoilamérica, convertida en sobreviviente, debió exiliarse para salvar su vida.

Elvia Flores: una adolescente silenciada por el poder

El ciclo de abusos no se detuvo. En los años 2000, Ortega fue señalado de haber abusado de Elvia Flores, de 15 años, con quien tuvo una hija. La denuncia fue presentada en 2005 por su hermano, Santos Sebastián Flores Castillo, ante organismos de derechos humanos.

La reacción del régimen fue brutal: persecución, criminalización y prisión contra quien se atrevió a exigir justicia. Flores Castillo murió en 2021 en una cárcel nicaragüense, oficialmente por un “paro cardíaco”, aunque su familia denunció torturas y lesiones. Mientras tanto, la hija de Elvia fue inscrita como hija de Néstor Moncada Lau, el operador de confianza de Ortega.

Arlen Araceli Mairena: otra vida atrapada

El testimonio de Arlen Araceli Mairena revela el mismo patrón de abuso y manipulación. Siendo adolescente, fue llevada ante Ortega por Lenín Cerna, uno de los hombres de confianza del régimen. De esa relación nacieron dos hijos, también inscritos por Moncada Lau como si fueran suyos.

A cambio del silencio, la familia de Arlen recibió beneficios económicos y una empresa confiscada. Pero en 2025, con Ortega debilitado físicamente y Murillo consolidando el control absoluto, la familia fue despojada de esas prebendas. Arlen se encuentra en prisión domiciliar, mientras uno de sus hermanos está encarcelado.

El silencio impuesto y la memoria que resiste

Los relatos de Zoilamérica, Elvia y Arlen Araceli son parte de una misma historia: la de un poder que utilizó la impunidad política para encubrir crímenes personales. La complicidad del aparato estatal permitió que Ortega se convirtiera en un depredador protegido por un muro de silencio.

Pero la memoria resiste. Aunque la justicia fue negada en su país, los testimonios de estas mujeres y sus familias sobreviven como una denuncia viva. Un recordatorio de que, tarde o temprano, la verdad busca abrirse camino entre las sombras.