EE. UU. pone bajo lupa al “Chino Enoc”, exoperador del régimen Ortega-Murillo

El Departamento de Estado de Estados Unidos revisa el estatus migratorio de Marlon Sáenz Cruz, alias “Chino Enoc”, tras denuncias que lo señalan como exparamilitar sandinista infiltrado en territorio norteamericano. La revisión podría derivar en una investigación formal y poner en riesgo su permanencia en el país.

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DaríoMedios Internacional

11/2/20253 min read

Bajo la lupa del Departamento de Estado

El exmilitante sandinista Marlon Gerardo Sáenz Cruz, mejor conocido como “Chino Enoc”, enfrenta una revisión oficial por parte del Departamento de Estado de los Estados Unidos. La medida surge tras denuncias de ciudadanos nicaragüenses en el exilio, quienes lo acusan de haberse infiltrado en territorio estadounidense pese a su pasado como operador paramilitar del régimen Ortega-Murillo.

Sáenz Cruz fue uno de los 222 presos políticos excarcelados y desterrados por el régimen en febrero de 2023. Sin embargo, su liberación generó controversia desde el inicio: a diferencia de los demás opositores, el “Chino Enoc” había sido un ferviente defensor de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y durante las protestas de 2018 se le vinculó con grupos armados que participaron en la represión contra manifestantes.

La revisión de su estatus migratorio responde a una solicitud formal dirigida a la Subsecretaría Adjunta de Estado. La respuesta oficial fue clara: el Departamento de Estado analizará la denuncia y evaluará la legalidad de su permanencia en territorio estadounidense.

De militante a símbolo de contradicción

Antes de ser desterrado, Sáenz Cruz fue un cuadro activo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Participó como militante histórico y luego se convirtió en comentarista de redes sociales, desde donde defendía la represión estatal y atacaba a líderes de oposición y a periodistas. Su cambio de estatus de aliado del régimen a supuesto preso político ha sido interpretado por analistas como un intento de manipular las listas de desterrados para infiltrar agentes dentro de la comunidad exiliada.

Fuentes cercanas al exmilitante sostienen que durante su paso por las cárceles del régimen recibió un trato preferencial y acceso a beneficios que fueron negados a los verdaderos presos de conciencia. Su nombre, incluido en el vuelo de deportación hacia Washington, desató fuertes críticas de organizaciones de derechos humanos.

Reclamos desde el exilio

La comunidad nicaragüense en Estados Unidos ha exigido que el caso sea investigado a fondo. Exiliados y activistas han pedido que se revoque su protección migratoria y se tomen medidas ejemplares contra quienes participaron en crímenes de lesa humanidad bajo órdenes del régimen.

“El exilio no puede ser refugio para verdugos”, declaró una fuente cercana al grupo de denunciantes. “Muchos de los que sufrieron persecución o tortura reconocen al Chino Enoc como uno de los hombres que los amenazó durante los días más oscuros de 2018”.

Un caso con repercusiones políticas

La revisión del estatus del “Chino Enoc” llega en un momento clave de la relación entre Managua y Washington. Estados Unidos ha intensificado las sanciones y la presión diplomática contra el régimen Ortega-Murillo por violaciones a los derechos humanos y corrupción sistémica.

De confirmarse su pasado como paramilitar, el caso sentaría un precedente histórico: Estados Unidos podría retirar la protección humanitaria a personas vinculadas a crímenes políticos en Nicaragua, enviando un mensaje contundente de que ningún colaborador del régimen está fuera del alcance de la justicia.

Un símbolo del oportunismo político

La historia del “Chino Enoc” encarna la paradoja del sandinismo: un movimiento que nació proclamando justicia y libertad, pero terminó devorando a sus propios hijos en nombre del poder absoluto. Sáenz Cruz pasó de ser un militante fervoroso a un instrumento desechable, reflejo de cómo el régimen premia la lealtad momentánea y luego desecha a quienes dejan de servir a sus intereses.

Durante años, el “Chino Enoc” fue un soldado ideológico del orteguismo. Lo defendió públicamente, justificó la represión y participó en la persecución de voces críticas. Hoy, su destino depende del mismo sistema internacional que él solía despreciar.

Su caso no solo revela las fracturas dentro del sandinismo, sino también la hipocresía del régimen: mientras Ortega y Murillo se presentan como víctimas del “imperialismo”, sus operadores buscan refugio en el país que denuncian.

El hombre que alguna vez gritó consignas revolucionarias ahora enfrenta el riesgo de deportación, símbolo de un ciclo que se repite: los verdugos del pasado se convierten en las sombras incómodas del presente, una ironía cruel, pero predecible, dentro del largo historial de traiciones políticas que marcan al régimen Ortega-Murillo.