Edén Pastora: El asesino confeso
En su vida terrenal, el guerrillero Edén Pastora se declaró un asesino confeso a favor de la Revolución Sandinista.
ESPECIALES
Darío Medios 6
4/14/20255 min read


Edén Atanacio Pastora Gómez, conocido como el comandante Cero, se jactaba de ser un asesino. Se hizo famoso en 1978 por comandar la toma armada del Palacio Nacional de Nicaragua (donde funcionaba la Asamblea Nacional), y con eso se ganó la medalla del “guerrillero” del momento.
Entró con su boina y su fusil, como si fuera a protagonizar una película de Hollywood, pero rodada con un bajo presupuesto cubano. Liberó prisioneros, exigió reformas y, por un rato, fue una especie de Che Guevara centroamericano… con grandes problemas de coherencia ideológica.
Pastora peleó contra los dictadores… pero también contra los ex camaradas… y luego con nadie en particular, porque lo suyo era la lucha constante, aunque no quedara claro contra quién ni por qué. Se peleó con los sandinistas, los contras, los gringos, y con todo aquel que estuviera dispuesto a contestarle.
Terminó defendiendo al régimen sandinista, el comandante Cero, el mismo que una vez luchó contra la dictadura de los Somoza, terminó siendo vocero y defensor de otra dictadura, la de Daniel Ortega.
Se le conocía por sus declaraciones bizarras, defendiendo lo indefendible. Para algunos un traidor, para otros un héroe. Murió en 2020 en el Hospital Militar de Managua, oficialmente por complicaciones respiratorias, en medio de la mortandad del Covid 19. Su figura vive en anécdotas de sobremesas contadas por ex guerrilleros que lo recuerdan como ególatra.
El encuentro con el Cardenal y el “comandante Cero”
Una televisora española entrevistó a Pastora, allí narró el diálogo con el entonces Monseñor Ovando y Bravo en México expone una faceta cruda y sin remordimientos de Pastora. La pregunta directa del cardenal sobre cuántas vidas había tomado desata una reacción visceral.
La respuesta de Pastora dejó atónitos a todos: “En este cuarto no acomoda a los que he matado. Y en su casa no acomoda a los que mandado a matar”, es escalofriante y directa, admitiendo no solo haber matado personalmente, sino también haber ordenado la muerte de otros.
En su justificación posterior dijo que “Dios hace la justicia a través del brazo de los hombres”, reveló una profunda convicción de que sus actos violentos estaban de alguna manera sancionados o eran parte de un designio superior. La imagen de Dios “poniéndole un fusil en la mano” al matar “tigres, serpientes” y “víboras” sugiere una equiparación de sus enemigos humanos con alimañas peligrosas, deshumanizándolos en su propia mente.
La afirmación de que nunca mató “por placer” o "por interés personal", y solo a quienes “venían a matar”, podría interpretarse como un intento de justificar sus acciones bajo un código de autodefensa o necesidad revolucionaria. Sin embargo, la admisión posterior de que “en combate y también a sangre fría ha liquidado a muchos, muchísimos” contradice la idea de que cada muerte fue estrictamente en defensa propia. La frase “a sangre fría” implica ejecuciones o asesinatos fuera del calor del combate.
La toma del congreso y la disposición a matar:
El relato de la Operación Chanchera, la toma del parlamento somocista revela una audacia extrema y una voluntad de recurrir a la violencia masiva si sus demandas no eran satisfechas.
Su instrucción de dar “30 minutos para que el tirano respondiera positivamente” y su amenaza de “empezar a matar a esta gente” si no cedía, demuestran una disposición de sacrificar vidas como herramienta de negociación política.
La conversación con Leví Sánchez, donde este último afirma que si “Edén dice que los mata... los mata”, subraya la reputación de Pastora como un hombre capaz de cumplir sus amenazas letales.
Su reflexión sobre la posibilidad de haber tenido que ordenar la muerte de los diputados si Somoza no cedía – “Había que matarlos si Somoza no cedía” – muestra una frialdad calculada y una priorización de sus objetivos políticos por encima del valor de la vida humana.
La contradicción del “Emperador” en la Selva:
Su descripción de la selva del Río San Juan como el único lugar donde se siente “emperador”, donde no hay “semáforo, no hay policía, no hay ley”, sugiere una personalidad que se siente cómoda y en control en un entorno fuera de las normas convencionales, un espacio donde sus propias reglas parecen prevalecer.
Pastora estuvo involucrado en el atentado de La Penca, donde murieron tres periodistas y él resultó gravemente herido. Si bien él fue una víctima, la presencia del “terrorista” con la bomba en la delegación de prensa y la referencia a la imagen donde se le ve cerca, inevitablemente levantan interrogantes sobre su posible conocimiento o participación en el evento, aunque él nunca haya sido directamente implicado.
La descripción de Pastora como un “camaleón” y “brutal cuando se lo propone” encapsula su capacidad de adaptarse a diferentes contextos y su disposición a usar la violencia como un instrumento político.
En resumen, el testimonio de Edén Pastora, junto con los acontecimientos de su vida, dibuja la imagen de un hombre que no solo participó en actos de violencia durante la revolución y la contrarrevolución, sino que también admitió haber matado y ordenado asesinatos a sangre fría, justificando sus acciones bajo una concepción personal de la justicia y la necesidad revolucionaria.
Los conflictos por el dragado el Río San Juan
El río San Juan, es territorio limítrofe entre Nicaragua y Costa Rica, en su tramo final hacia el mar Caribe. ha sido objeto de disputas limítrofes y de soberanía entre ambos países.
En este escenario, Daniel Ortega designó a Edén Pastora para liderar los trabajos de dragado del río San Juan. El objetivo declarado por Nicaragua era recuperar el caudal de agua que, según su perspectiva, se perdía hacia los afluentes costarricenses.
Pastora asumió esta tarea del dragado. En las entrevistas y reportajes de la época, se le veía recorriendo la zona en lancha, supervisando los trabajos de dragado con su característica gorra de comandante. Él defendía con vehemencia la soberanía nicaragüense sobre el río y la necesidad de "limpiarlo" para beneficio del país.
Para Pastora, esta labor representaba una forma de seguir activo y relevante en la vida nacional, a pesar de su avanzada edad y su trayectoria política zigzagueante. Él mismo lo describió como una forma de “limpiar el río San Juan” antes de “rendirle cuentas” a Dios.
El dragado del río San Juan desató una fuerte disputa diplomática con Costa Rica. La nación del sur elevó su queja ante organismos internacionales, incluida la Corte Internacional de Justicia (CIJ). A pesar de las tensiones y los fallos de la CIJ, Nicaragua continuó con algunos trabajos de dragado bajo la dirección de Pastora. La controversia se mantuvo viva durante varios años.
