La dictadura sandinista pasó de encarcelar nicaragüenses a desterrarlos. Organizaciones de derechos humanos denuncian que solo en el mes de enero de este 2025 desterraron a más de 200 personas, lo que advierte dos cosas.

La primera es que el régimen entró en pánico, no les teme sólo a los opositores declarados que se expresan desde sus redes sociales, también le teme al silencio, a quienes intentan seguir viviendo en Nicaragua, a pesar de la violencia política que los rodea.

Lo siguiente que advierte el escandaloso número de destierros de facto, es que las expulsiones serán un patrón represivo de este año, y ante ese riesgo, los nicaragüenses reducirán sus viajes al mínimo.

En este momento cualquiera puede ser desterrado en Nicaragua, un médico, un consultor, una creadora de contenido o un total desconocido, esto porque las expulsiones no tienen criterios claros.

La dictadura con un ejército de troles a su servicio, revisan las redes sociales de los viajeros y si encuentra cualquier comentario que resulte incómodo, una vieja publicación de las marchas de 2018 o sólo porque sí, cualquier puede quedarse en el destierro.

Según defensores de derechos humanos la mayoría de las personas desterradas han optado por callar y vivir el duelo de no volver a su país en silencio, para que sus familias que quedan en Nicaragua no sean reprimidas.

Entre los testimonios de los desterrados, hay quienes han rogado a funcionarios activos porque les permitan su retorno y, si conocen el contacto correcto, les han revertido la prohibición, esto solo ha ocurrido en muy pocos casos.

Quienes han logrado revocar la medida del destierro, debieron comprometerse a no implicarse ni expresar comentarios contra la dictadura.

La peor consecuencia de estos miles de destierros es la separación de las familias. La dictadura separó a las madres de sus hijos, a los hijos de sus padres, a esposos, obligándolos a renunciar a sus vidas y sus carreras.