Daniel Ortega "en temblores" por fracturas internas entre fuerzas armadas
Durante un acto público reciente, Ortega remarcó la importancia de la "unidad del pueblo, la juventud, los trabajadores, el Ejército y la Policía", afirmando que la desconfianza y la división son estrategias que sus enemigos emplea para desestabilizar al país.
ESCENARIO NACIONALNACIÓN
Darío Medios
6/26/20252 min read


Daniel Ortega utilizó el acto de ascensos en grados a Comisionados de la Policía Nacional para hablar de unidad, llama la atención sus comentarios ante los crecientes rumores sobre tensiones internas dentro de la Policía Nacional y el Ejército de Nicaragua.
En su discurso el dictador Daniel Ortega emitió un llamado a la unidad, La insistencia en la cohesión nacional y la estabilidad parece reflejar preocupaciones internas más profundas, particularmente dentro de los cuerpos armados del Estado.
Durante un acto público reciente, Ortega remarcó la importancia de la "unidad del pueblo, la juventud, los trabajadores, el Ejército y la Policía", afirmando que la desconfianza y la división son estrategias que sus enemigos emplea para desestabilizar al país.
Aunque el presidente no hizo mención directa a los recientes informes de inconformidad en las filas policiales y militares, sus palabras fueron interpretadas por analistas como una respuesta indirecta a las desacuerdos dentro de estos cuerpos. En los últimos meses, diversas fuentes han reportado malestar entre oficiales de la Policía Nacional debido a condiciones laborales, y el tapón institucional que no permite ascensos.
Temor a represalias alimentan el clima de tensión.
Ortega también hizo énfasis en el papel que juegan estas instituciones en la implementación de “medidas para evitar tanta muerte”, lo que algunos interpretan como una referencia a las operaciones de control social y represión que han sido ampliamente criticadas por organismos de derechos humanos.
El mensaje del mandatario parece ser tanto un llamado como una advertencia. En un momento donde el respaldo incondicional de las fuerzas armadas y policiales ha sido clave para la su régimen, Ortega enfrenta el desafío de sostener la lealtad interna frente al desgaste de años de crisis política, económica y social.
El discurso sugiere que, detrás de la retórica oficial sobre unidad y paz, persiste una creciente preocupación por el posible resquebrajamiento del control estatal, en particular dentro de sus pilares más estratégicos, los cuerpos armados.
Ni lealtades eternas ni generales intocables
En el tablero de poder de Daniel Ortega, nadie es indispensable. Lo ha demostrado una y otra vez, desechando sin titubeos a quienes alguna vez fueron pilares de su maquinaria política o judicial. Nombres como Rafael Solís y Alba Luz Ramos antaño figuras clave del orteguismo fueron desplazados sin miramientos cuando dejaron de ser útiles al proyecto autoritario.
El Ejército de Nicaragua no ha sido la excepción en este diseño de control total. Desde 2010, Ortega ha tejido una relación de conveniencia con los altos mandos militares, comprando su fidelidad con tierras, privilegios económicos y poder político. Julio César Avilés, actual jefe del Ejército, ha sido uno de los mayores beneficiados de esta alianza. Pero la historia reciente muestra que ni siquiera esa cercanía garantiza inmunidad.
Ortega ya ha encarcelado, desterrado o silenciado a funcionarios que le juraron lealtad absoluta. Lo hizo incluso con su propio hermano, Humberto Ortega, a quien mantuvo bajo arresto domiciliario y cuya muerte, según críticos del régimen, fue consecuencia directa del aislamiento y el abandono impuesto por el dictador.
Para algunos, Avilés es un militar servil. Para otros, un hombre calculador y despiadado. Si en verdad lo es, este es el momento de hacer el cálculo más importante de su carrera: medir su lealtad frente a su supervivencia. Porque si algo ha dejado claro la lógica del poder en Nicaragua, es que nadie está fuera del alcance de la represión, ni siquiera aquellos que, hasta ahora, han sido sus cómplices silenciosos.
