Celebran misa en memoria de las víctimas de Ortega en abril de 2018
El acto litúrgico reunió a exiliados nicaragüenses, activistas y miembros de la comunidad cristiana, quienes se resisten a que caiga en el olvido la muerte de más de 350 personas durante las protestas de 2018.
NACIÓN
Dario Medios
4/27/20252 min read


Con un tono cargado de fe y denuncia, el sacerdote desterrado Rafael Aragón arremetió contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, al que acusó de actuar "en abierta blasfemia contra Dios" por su política sistemática de represión, cárcel y exilio contra voces disidentes. Durante una misa celebrada en San José en memoria de las víctimas de la rebelión de abril, Aragón fue tajante: "No puede llamarse cristiano quien persigue al hermano que sufre".
El acto litúrgico reunió a exiliados nicaragüenses, activistas y miembros de la comunidad cristiana, quienes se resisten a que caiga en el olvido la muerte de más de 350 personas durante las protestas de 2018.
Sin embargo, el evento fue mucho más que un acto religioso: se convirtió en un espacio de denuncia abierta contra un régimen que sigue utilizando el aparato estatal para perseguir a quienes lo enfrentan.
Aragón, con más de cuatro décadas como misionero en Nicaragua, expuso la contradicción entre el discurso oficial —que invoca valores cristianos— y las acciones del Estado. “Asedian, persiguen, encarcelan, expulsan del país y quitan hasta el derecho de tener una nacionalidad”, denunció, desmontando la narrativa oficialista que intenta presentarse como defensora de la fe.
“No se puede llamar cristiano quien no acoge al hermano que sufre”, reiteró, en lo que pareció ser una crítica directa a Ortega y Murillo, quienes han instrumentalizado la religión para blindarse moralmente ante la comunidad internacional.
Dictadura utiliza a Dios para reprimir
Para Aragón, esa apropiación del discurso religioso es peligrosa: “Romper la convivencia y perseguir al hermano en nombre de Dios es una verdadera blasfemia” y “utilizar a Dios para justificar la represión es actuar contra el espíritu de vida y fraternidad”.
Su destierro en 2022, tras haber salido del país por motivos de salud, no fue un hecho aislado. Se suma a una política sistemática de hostigamiento contra la Iglesia católica, cuyos miembros han sido expulsados, encarcelados o silenciados por denunciar las violaciones de derechos humanos en Nicaragua. En ese contexto, las palabras de Aragón adquieren aún más peso: “Quien oprime, persigue y destierra, no puede llamarse cristiano”.
El sacerdote también agradeció al pueblo costarricense por su solidaridad, pero no dejó pasar la oportunidad para advertir sobre la normalización del exilio: “No podemos construir una sociedad de fraternidad y justicia mientras se siga alimentando el miedo, la persecución y el exilio”.
Al cierre de la misa, Aragón llamó a los exiliados a no claudicar en su lucha por la justicia y la dignidad: “Abrir las puertas cerradas y sanar las heridas de nuestros pueblos”, dijo, y los instó a transformar “el dolor del exilio en un proyecto de dignidad y justicia para Nicaragua”. Un mensaje esperanzador que, sin embargo, no oculta la gravedad de lo que denuncia.
