En otro oscuro capítulo más en la historia reciente de Nicaragua, la desaparición forzosa de Carlos Fonseca Terán, hijo del fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Carlos Fonseca Amador, ha causado conmoción y preocupación entre quienes aún creen en los ideales revolucionarios de los que una vez fue símbolo, según fuentes consultadas dentro del partido rojinegro. La última semana de julio de 2024, Carlos Fonseca Terán y su esposa, Arlen Cuadra Núñez, fueron detenidos por la policía bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, quedando en condición de desaparecidos desde el 30 de julio.

El 26 de julio, agentes de la dictadura llegaron a la residencia de Fonseca Terán en Lomas del Valle, Managua, donde pusieron bajo arresto domiciliario tanto a él como a su esposa. Les fueron confiscados todos sus dispositivos de comunicación, dejándolos completamente incomunicados. Tres días después, el 30 de julio, otra unidad policial se llevó a la pareja, desde entonces su paradero es desconocido, sumándose así a una creciente lista de personas desaparecidas bajo el régimen de Ortega y Murillo, que incluye a exmilitares y exfuncionarios sandinistas.

La detención de Fonseca Terán se enmarca en un contexto de represión política que ha visto a muchos nicaragüenses críticos del gobierno sufrir persecuciones, encarcelamientos y desapariciones. Aunque la causa oficial de la detención no ha sido revelada, medios independientes sugieren que la participación de Fonseca Terán en un grupo de WhatsApp, donde impartía clases de políticas no autorizadas, fue vista como un acto de desobediencia. Este grupo, conocido como “La Comuna”, estaba compuesto principalmente por jóvenes profesionales y académicos, muchos de los cuales también se encuentran desaparecidos, según información todavía no verificada por este medio.

Un hombre con historia y “sangre” rojinegra

Carlos Fonseca Terán no es solo un nombre en la política nicaragüense; es parte de una dinastía revolucionaria. Hace unos meses, cuando todavía aparecía en los actos oficialistas, entregando flores a muertos o para escuchar a Daniel Ortega hablar de historia, esto era casi que impensable. Su padre, Carlos Fonseca Amador, fue un ferviente opositor de la dictadura somocista y el ideólogo detrás del FSLN. Fonseca Amador, asesinado en 1976, dejó un legado de lucha que su hijo intentó continuar, aunque en circunstancias muy diferentes.

Fonseca Terán, criado en Cuba tras la muerte de su padre, ha estado vinculado al FSLN durante más de cuatro décadas. Ha ocupado diversos cargos dentro del partido, aunque también ha tenido una relación conflictiva con sus líderes. Su trayectoria política ha estado marcada por su fervor ideológico y, en ocasiones, por su confrontación abierta contra quienes consideraba enemigos del sandinismo.

A lo largo de su carrera, Fonseca Terán ha defendido públicamente al régimen de Ortega y Murillo, incluso luego del inicio de la crisis política, humanitaria y social que inició en abril del año 2018 en Nicaragua, participando en eventos internacionales donde ha justificado las acciones de la administración nicaragüense, incluso durante los tiempos de mayor represión. Su lealtad, sin embargo, no lo ha protegido de la purga interna que parece estar llevándose a cabo dentro del FSLN. “Quizás en octubre fue la ruptura definitiva, con Daniel y con la compañera Rosario”, dijo a Darío Medios Internacional una fuente del oficialismo, bajo anonimato “por seguridad”. “Ahora nadie sabe dónde están”, cómo en otros casos de funcionarios recientes en la Cancillería o el Poder Judicial.

carlos f 1024x682 1
Carlos Fonseca Terán de fondo, y Rosario y Daniel de frente, en un acto de Managua | Fotografía de El 19 Digital por Jairo Cajina

Represalias familiares

El impacto de la represión contra Fonseca Terán se ha extendido a su familia. Arlen Cuadra Núñez, su esposa, fue destituida de su cargo como magistrada del tribunal laboral de Managua en marzo de 2023. Su hijo, Carlos Manuel Fonseca López, fue despedido de su puesto en PRONicaragua el 30 de julio de 2024, y otros familiares cercanos también han enfrentado represalias.

Particularmente dolorosa ha sido la situación para la madre de Fonseca Terán, María Haydee Terán, quien, a pesar de sus problemas de salud, ha sido privada de la comunicación con su hijo. Este aislamiento forzado ha generado una profunda preocupación entre quienes la conocen, incrementando el clima de angustia y represión que viven muchas familias en Nicaragua.

La cancelación de AMESFRA

Otro golpe significativo a la familia Fonseca fue la cancelación de la personería jurídica de la Asociación de Médicos Especialistas “San Francisco” (AMESFRA), presidida por Tania Fonseca Terán, hermana de Carlos Fonseca Terán. El Ministerio de Gobernación argumentó que la asociación no había reportado sus estados financieros entre 2020 y 2022 y que su junta directiva estaba vencida desde 2021. Amesfra, que ofrecía servicios médicos en diversas especialidades, fue acusada de irregularidades administrativas, aunque muchos consideran que la verdadera razón de su clausura fue la crítica pública de Tania Fonseca hacia el régimen.

La cancelación de Amesfra se percibe como parte de un patrón de represión dirigido no solo a opositores políticos, sino también a cualquier entidad o persona que pudiera representar una amenaza al control absoluto del poder por parte de Ortega y Murillo. La expropiación de bienes de Amesfra, aunque aún no concretada, refleja la estrategia del régimen de silenciar y castigar a cualquier voz disidente.

La desaparición de Carlos Fonseca Terán y su esposa representa una alarmante señal de la escalada represiva en Nicaragua. Esta acción no solo afecta a una figura histórica del sandinismo, sino que también resuena como un eco de las tácticas dictatoriales que una vez combatió su padre. La represión contra la familia Fonseca, emblemática del sandinismo, subraya la ironía de un régimen que ha traicionado los ideales revolucionarios en cuyo nombre se alzó.

Mientras el país continúa bajo un clima de miedo y represión, la comunidad internacional y los defensores de los derechos humanos observan con preocupación y consternación el devenir de una nación que sigue luchando por su libertad y justicia.