Managua, Nicaragua — En una mañana de lunes de junio de 2018, Maritza se levantó temprano, como de costumbre, para preparar su desayuno antes de dirigirse a su trabajo en el Ministerio de Industria y Comercio. Mientras la cafetera burbujeaba, la radio en la cocina sintonizaba las noticias de Radio Corporación, informando sobre la toma de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Managua.
Los informes sobre la violencia y represión de las protestas avivaron recuerdos dolorosos en ella. Apenas unas semanas antes, el hijo de una antigua compañera de clases había perdido un ojo en los enfrentamientos con la policía. Las protestas, que habían comenzado en abril, enfrentaban una brutal respuesta del gobierno.
Mientras conducía hacia su trabajo, su mente viajaba diez años atrás, a sus días como estudiante en la UNAN Managua, donde se graduó en Administración de Empresas. Maritza, la única hija en una familia de cuatro hermanos, se destacaba académicamente, apoyada siempre por sus padres. Su padre, ya fallecido, había sido militante del Frente Sandinista, un partido ahora dirigido por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Su madre, originaria de Ciudad Darío, había sido miembro del Partido Liberal.
Al acercarse a la rotonda Jean Paul Genie, Maritza tomó una decisión crucial. En lugar de continuar hacia su oficina, decidió apoyar a los estudiantes atrincherados en la universidad. «Solo pensé en llevarles víveres mientras recordaba mis días de universidad cuando salíamos a protestar por el seis por ciento constitucional. No podía dejar de apoyar a los jóvenes mientras el gobierno seguía reprimiendo a los chavalos», expresó.
En una bolsa de supermercado Maritza llevó alimentos enlatados, un botiquín de primeros auxilios, limón, bicarbonato y dulces en su vehículo. Aparcó a unos cien metros de la trinchera cerca de los semáforos de Villa Fontana y se dirigió a pie con los suministros.
Al paso salieron cuatro personas encapuchadas que la interceptaron impidiéndole el paso. «Buenos días, señora, ya no puede seguir avanzando. Si trae algo para la causa, puede dejarlo aquí», le dijeron. En ese momento, notó a dos mujeres que se acercaban con una libreta y un bolígrafo, aparentemente para registrar los nombres de quienes estaban allí y hacer una oración a Dios por la protección de los manifestantes en el lugar.
Sospechando que se trataba de una táctica del gobierno para identificar a los manifestantes, Maritza dio un nombre falso. “Una de ellas llevaba una libreta y un lapicero, y comenzó a preguntar por el nombre de los que estábamos ahí. Ciertamente llegué sola, pero no era la única que estaba en el lugar”. Era una forma en la que el gobierno recogía información de los manifestantes», explicó.
Desde aquel día, Maritza empezó a actuar con cautela. La presión sobre los empleados estatales aumentaba a medida que el gobierno observaba cómo más trabajadores se sumaban a las protestas. «El secretario político me abordó un día en la oficina y comentó que me había visto en una de las marchas azul y blanco. Le respondí rápido, preguntándole qué hacía él allí. Me dijo que era una broma y se fue», recordó.
Fiel a los valores inculcados por su padre, Maritza se comprometió a apoyar la lucha de los jóvenes. Junto a amigas organizó una red de casas refugio para manifestantes, muchas de ellas pertenecientes a familias sandinistas y de otras filiaciones partidarias también. Proveían alimentos a algunas de las familias de presos políticos y ayudaban a los jóvenes a escapar de la policía cuando estos eran perseguidos en sus comunidades.
Desde 2020, Maritza forma parte de una red de colaboradores compuesta por empleados públicos que recopilan información sobre actos de corrupción en al menos tres instituciones estatales. «Decidir actuar en silencio ha sido la mejor forma de aportar un granito de arena a la tarea de salir de esta dictadura», afirmó.
A su vez, con sus destrezas y habilidades en informática, ella logra “encriptar toda la información para hacerla llegar a sus nodos en la Deep web con el grupo de hacktivismo llamado Anonymous”. Participa como activista en 4Chan para conectarse con otros usuarios que también trabajan en instituciones del Estado. La plataforma es un sitio web anónimo en inglés de tipo tablón de imágenes, ligado a las subculturas y activismo en Internet.
Aun trabajando en el sector público, pero ya en otra institución del Estado, Maritza continúa asistiendo a actividades gubernamentales y registrando meticulosamente conversaciones y documentos. «Tenemos que defendernos como sea. El güegüense un día va a saltar por donde menos lo esperen», concluyó con tenacidad.
Entendiendo que esto es uno de tantos desafíos que muchos nicaragüenses desde la clandestinidad enfrentan en su lucha por transformar la realidad del país, desafiando a un régimen opresor, y manteniendo viva la esperanza de un futuro mejor para el país.