El sol despuntaba en el horizonte, pero había en el aire un anticipo de desgracia. Desde temprano, una ventisca de incertidumbre de desplazaba por las calles, silbando entre los edificios, metiéndose por las grietas de puertas y ventanas de las viviendas. Era la mañana del lunes 3 de junio de 2024, Otoniel Orozco Mendoza, nicaragüense de 53 años, sería brutalmente asesinado a tiros —14 en total— en los condominios Río Palma, zona exclusiva en Guachipelín de Escazú, Costa Rica, el país que se había convertido en “su segundo nido”. Este macabro incidente ocurrió a las 7:31 am. y su motivo dejaría perplejos a todos, estupefactos.
Según informó el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), el asesino ya fue capturado. Tiene 43 años y se llama Eduardo Ramírez Zamora. En los videos que se han filtrado, se puede observar que portaba un arma calibre 9 mm, y sus intenciones oscuras quedaron grabadas antes de cometer el crimen.
Esa mañana, Otoniel les abrió la puerta de su morada a los integrantes de la iglesia donde se congregaba y los atendió con amabilidad, charlaron amenamente, todo parecía normal. Se terminó de vestir después de despedir a sus hermanos en la fe para irse a su centro de trabajo, la empresa de seguridad de la que era dueño, no obstante, lejos estaba de imaginar que la desdicha se colaría ese día. Terminando de alistarse estaba cuando oyó que su esposa gritaba con frenesí y salió a ver qué ocurría.
La cámara de seguridad a un costado hacía su trabajo: grabar todo lo que acontecía en el entorno, hasta ese momento hostil. Seguidamente, Lilliam del Socorro Avendaño Valle sostenía una acalorada discusión con Francini, su vecina, quien estaba completamente segura de que Lilliam había cerrado la llave de pase del agua de su vivienda.
Rápidamente, Eduardo, marido de Francini, también emergió de su morada para unirse al altercado, sin embargo, la cámara seguía grabando, y a partir de este punto, se le ve oculto detrás de una camioneta cargando una pistola que en segundos guardó en la pretina de su pantalón. Ambos hombres estaban nuevamente frente a frente.
Ramírez y su esposa elevaron el nivel de la riña verbal y lanzaron varios improperios a sus vecinos. El nicaragüense llegó a sus límites y cansado de las ofensas se le fue encima a Ramírez, dejándole ir varios golpes, ninguno certero. En ese instante, las mujeres continuaban con su verborrea, pero todo cambió para mal pues Ramírez desenfundó el arma y disparó sin piedad contra Otoniel, recibiendo las balas mortales en varias partes de su cuerpo, incluyendo la cabeza. Su final.
Los dos hombres contaban con un rosario de denuncias por agresiones, actos obscenos y provocaciones de vieja data, es decir, desde junio de 2022 cuando el juzgado de Pavas recibió la primera de las muchas quejas. Es más, el 14 de junio Eduardo Ramírez debía presentarse a una audiencia penal en su contra luego que intentase arrollar con su carro a la esposa de Otoniel, Lilliam.
El asesinato dio la vuelta al mundo y sigue conmocionando a todo aquel que mira el video sangriento, como sacado de una película de crimen. Tanto fue el revuelo, que Rosario Murillo, vicepresidenta del régimen sandinista de Nicaragua, se pronunció al respecto y exigió a las autoridades de Costa Rica “que se haga un juicio y que el autor que se veía con una agresividad terrible, que reciba el castigo que merece, primero por xenófobo”, dijo Murillo al resaltar que “Centroamérica ha sido tierra de migraciones siempre, no es nuevo ¿Cuántos familiares de uno han vivido en otros países centroamericanos a lo largo de los años?”, preguntó para seguidamente alegar que “de verdad todos hemos trabajado y debemos trabajar por la hermandad mesoamericana, ése es un crimen imperdonable, cobarde”. A pesar de eso, según críticos, el discurso de Murillo tiene “un tanto de hipocresía”, pues por culpa de “ellos” miles de nicaragüenses siguen emigrando debido a la crisis sociopolítica que explotó en 2018 junto a la represión de las protestas, y la población ve en la migración una posibilidad de mejorar sus vidas y las de sus familias ante la falta de empleo y bajos salarios en Nicaragua, por lo que deben enfrentarse en carne propia a la discriminación en otros países.
“¿Quién era Otoniel?”
De cariño le decían “don Oto”. Sus vecinos lo califican de amigable, religioso y servicial. Incluso, hay un vecino que aseguró que “jamás lo vio armado, pero que sí peleaba mucho con el señor Eduardo”.
La comunidad Trujillo, en Ciudad Darío, Matagalpa lo vio nacer el 10 de junio de 1970, por lo que estaba a días de cumplir 54 años. Y lamentablemente fue esa misma tierra donde creció la que lo volvió a abrazar, pero en un ataúd luego que su cuerpo fuese repatriado desde Costa Rica el 4 de junio. Una caravana de seres queridos —alrededor de 23 personas— salieron de esa nación de la “pura vida” y llegaron a las dos de la madrugada del día siguiente, aprovechando para velarlo en la oscuridad de la noche, para horas después sepultarlo, darle el último adiós a un padre, amigo, migrante y jefe de seguridad.
Otoniel Orozco Mendoza emigró a Costa Rica en 2001, adquiriendo más tarde la nacionalidad costarricense. Se fue de su añorada Nicaragua lleno de sueños y metas que poco a poco iría cumpliendo con el paso del tiempo en compañía de su esposa, su fiel camarada. Empezaron a echar raíces en el barrio La Peregrina, de la Uruca, localizada en la capital. Ese lugar fue testigo del nacimiento de sus primeros tres descendientes.
El tiempo voló al ritmo de la brisa de mayo que acaricia suavemente el valle josefino y ambos vieron que podían usar sus ahorros para fundar una empresa de seguridad privada. Tenían vena para emprender negocios rentables. Fue hasta 2017 que se mudaron al residencial en Escazú, alentados por una mejor calidad de vida a medida que la familia crecía y ella diera a luz a dos hijos más, siendo una niña, el cumiche que apenas roza el año de vida, la única ajena a toda la pesadilla que abriga a su familia desecha por la envidia y la xenofobia, según valoran psicólogos.
Los problemas se suscitaron desde el preciso momento en que la familia Orozco se mudó a ese residencial, y parecía que vivían con el enemigo a lado, ya que las diferencias y peleas con Eduardo Ramírez se acentuaron desde esa fecha.
De acuerdo con el representante legal de Otoniel Orozco, José Francisco Ayala, la discordia “empezó hace siete años. Desde que Ramírez se enteró que tenía un vecino nicaragüense ha venido agrediendo a la familia psicológicamente y de manera continua”, manifestó el abogado.
El abogado defensor del occiso relata que Eduardo los mantenía vigilados, los ofendía constantemente, inclusive, Otoniel había denunciado a Eduardo por al parecer acosar y molestar a uno de sus hijos. Y la esposa del acusado hasta se atrevió a decirles “nido de ratas” por tener los nicaragüenses una familia numerosa.
Pese a que algunos habitantes del residencial intervinieron en las peleas, nunca se logró alcanzar la paz. Estas disputas vecinales llevaron a ambos hombres a una audiencia de conciliación, hasta se dieron un apretón de manos y convinieron a no volverse a pelear, pacto que el viento se llevó hasta llegar al clímax del asunto: la muerte violenta de don Oto, la cual dejó una huella de luto y dolor en las almas de sus seres amados, quienes deben ahora seguir adelante sin su presencia en un mundo donde parece que la xenofobia prevalece y los buenos valores languidecen.
“Abogado de asesino quiere que su cliente no pase ni un día en prisión”
Las redes sociales y familia afectada se encendieron al enterarse que el abogado de Eduardo Ramírez, Andrés Durán revelase sin tapujos a medios de comunicación de Costa Rica que su cliente actúo bajo la figura de “emoción violenta” debido a que el conflicto entre las familias nunca llegó a solucionarse, lo cual ha sido calificado de “absurdo” por la penalista Alejandra Ayala, ya que de acuerdo con su opinión legal, existen pruebas contundentes que refutan esa figura jurídica que pretende presentar el abogado Durán y que “libraría” de la cárcel al señalado.
Nuevos detalles salieron a la superficie tras el crimen, y vecinos que prefieren el anonimato han revelado que los problemas entre Ramírez y Orozco también tienen un trasfondo relacionado a la construcción que ejecutó el occiso en su vivienda y que al parecer habría dañado una pared de la casa del asesino. “Pero nada justifica lo que hizo ese señor (Ramírez)”, dijo el vecino.
En tanto, el defensor de Eduardo Ramírez también ha dicho que al ser Otoniel el primero en atacarlo a golpes, Ramírez actuó en legítima defensa, término legal refutado por el abogado José Ayala, quien considera que fue Otoniel quien en realidad actuó bajo esa figura al sentirse agredido verbalmente sin medir el objetivo macabro que tenía Ramírez, es decir: acabar con la vida de su vecino. Asimismo, tampoco se sabe con certeza si el acusado del homicidio contaba con licencia para tener las armas que se hallaron en su propiedad, o si era un crimen planeado con alevosía, ventaja y veneno. Una muerte premeditada.
“Móvil del crimen: xenofobia”
Ayala es firme al explicar que el motivo de ese crimen horrendo es la xenofobia, que proviene del concepto griego compuesto por xénos («extranjero») y phóbos («miedo»). La xenofobia, por lo tanto, hace referencia al odio, recelo, hostilidad y rechazo hacia los extranjeros. La palabra también suele utilizarse en forma extendida como la fobia hacia los grupos étnicos diferentes o hacia a las personas cuya fisonomía social, cultural y política se desconoce.
Puede decirse que este tipo de discriminación se basa en distintos prejuicios históricos, religiosos, culturales y nacionales, que llevan al xenófobo a justificar la segregación entre distintos grupos étnicos con el fin de no perder la identidad propia. Por otra parte, muchas veces se suma un prejuicio económico que considera a los inmigrantes como una competencia por los recursos disponibles en una nación.
Por tal motivo, la crisis económica y social que sufrieron muchos países a finales del siglo XX fue el punto de partida para una manifestación agresiva de la xenofobia, que se vio reflejada desde las pancartas y los discursos hasta los actos de violencia de todo tipo —y Costa Rica, el segundo hogar de los nicaragüenses migrantes no es la excepción en la regla en este aspecto—. Los medios de comunicación, por su parte, suelen colaborar con el desarrollo de la xenofobia al presentar las costumbres y culturas extranjeras como dimensiones extrañas y ajenas a la identidad nacional.
Según el experto en leyes, pedirá una pena de 35 años de prisión y también alista desde ya una acusación dirigida a la esposa de Ramírez, por igualmente ser parte de los ataques desencadenados en contra de la familia doliente.
“El señor le decía que cómo era posible que un nica pudiese pagar la misma casa que él estaba pagando. Eso es super racista. En el mismo video se ve como la señora le grita que nicaragüense aquí, nica allá”, enfatizó Ayala, algo que, sin duda, muchos connacionales deben experimentar a diario cuando se topan con personas xenófobas a lo largo y ancho del territorio costarricense.
Con todo y esto, el criminólogo y exagente del OIJ, Erick Villalba, expresó al diario La Nación que Costa Rica atraviesa una profunda crisis de violencia —más de 358 muertes violentas hasta la fecha, superando la del año 2023— que provoca “una sensación de estrés colectivo, de miedo y de cierto nivel de violencia que algunas personas tienen reprimida”. Por lo que expertos en el tema recomiendan a las personas a ser más tolerantes y alejarse de este tipo de ambientes tóxicos con cautela y sin caer en provocaciones.
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En paralelo, el abogado de Otoniel Orozco Mendoza continúa con los preparativos del caso y le invade la incertidumbre de si la esposa, hijos y otros testigos tendrán la fuerza y el valor para brindar sus testimonios durante el juicio, puesto que a como suele ocurrir en estas tramas, los afectados temen ser víctimas de venganzas.
Otoniel será recordado por su amabilidad y dedicación a su trabajo, la compañía donde brindó empleo a varios compatriotas. Hoy sus hijos mayores lloran a su padre en una tumba, su esposa debe seguir sola en este camino junto a ellos, enseñándoles que el mundo es muchas veces cruel, inculcándoles a la vez los buenos valores como la paciencia, tolerancia y respeto; y su niña, esa bebé todavía es demasiado pequeña para recordar esta trágica experiencia, pero que al crecer seguramente evocará el nombre de su papito desde donde que quiera que él se halle, con la esperanza de que él le envíe un beso y un abrazo que quedaran sellados en su corazón. Todos deberán resignarse a aceptar que el odio les alcanzó y les arrebató de varios tiros la oportunidad de tener a su lado a su papá, don Oto.