Óscar Arias, expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz en 1987, ha vuelto a expresar su preocupación sobre la deriva autoritaria del gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, señalando que el mandatario nicaragüense “nunca fue un demócrata”. En una reciente entrevista con la agencia EFE, Arias repasó episodios clave de la historia centroamericana, resaltando la creciente concentración de poder en manos de Ortega y su transformación de un líder revolucionario a un autócrata sin disimulo.

Arias, quien fue el artífice del Plan de Paz de Centroamérica en 1987, recordó la primera reunión de los presidentes centroamericanos en Esquipulas, Guatemala, en 1986. En esa ocasión, Arias advirtió a Ortega sobre las expectativas de la comunidad internacional para que Nicaragua, tras la caída de la dinastía Somoza, se encaminara hacia una democracia sólida, y no repitiera el modelo autoritario cubano. Según Arias, Ortega respondió con desdén, afirmando que Nicaragua no aspiraba a ser “una segunda Costa Rica”, una frase que ha resonado a lo largo de los años como un testimonio de las verdaderas intenciones del líder sandinista.

El contexto en el que Arias rememora estos eventos no es trivial. En la década de los 80, Nicaragua estaba inmersa en un conflicto armado, con Ortega al frente de un gobierno revolucionario respaldado por Cuba y la Unión Soviética. El Plan de Paz de Centroamérica, propuesto por Arias, fue un intento ambicioso de poner fin a las guerras civiles que asolaban la región. Sin embargo, como recuerda el expresidente costarricense, Ortega se encontraba en un dilema: aceptar el plan significaba comprometerse con un proceso de elecciones democráticas, algo que contravenía las directrices de Fidel Castro, quien le advirtió que “los revolucionarios no hacen elecciones” porque no deben “rifar el poder”.

A pesar de las advertencias de Castro, Ortega accedió a firmar el acuerdo de paz, confiado en su victoria en las elecciones de 1990. No obstante, para sorpresa de muchos, Violeta Barrios de Chamorro, apoyada por una coalición opositora, ganó esos comicios, marcando un hito en la historia nicaragüense. Pero esta derrota no fue el fin de Ortega en la política. En 2007, regresó al poder y, desde entonces, ha consolidado su control, manteniéndose como presidente a través de sucesivos procesos electorales plagados de irregularidades y denuncias de fraude.

La situación se deterioró aún más en las elecciones de 2021, cuando Ortega fue reelegido para un cuarto mandato consecutivo. Esta vez, su victoria fue precedida por la detención de sus principales contendientes, a quienes posteriormente despojó de su nacionalidad y derechos políticos, acusándolos de “traición a la patria”. Estas acciones, para Arias, son la evidencia final de que Ortega se ha quitado “la careta”, revelando su intención de aferrarse al poder a toda costa.

Las declaraciones de Arias no solo son una crítica a la figura de Ortega, sino también una reflexión sobre los riesgos de los líderes que, bajo el pretexto de la revolución o la justicia social, perpetúan su mandato a expensas de las libertades democráticas. En su reciente libro Páginas de mi memoria, el expresidente costarricense repasa su trayectoria política y los desafíos que enfrentó para consolidar la paz en Centroamérica, un legado que, a la luz de los acontecimientos en Nicaragua, cobra una relevancia renovada.

La comparación que Ortega hizo entre Nicaragua y Costa Rica durante aquella reunión en Esquipulas no fue solo una respuesta provocadora; refleja una filosofía política diametralmente opuesta a la del país vecino. Mientras Costa Rica ha sido un ejemplo de estabilidad democrática en la región, Nicaragua bajo el mando de Ortega ha seguido un camino de represión y autoritarismo, que ha llevado al país a un aislamiento cada vez mayor en la comunidad internacional.

El testimonio de Arias, con su profundo conocimiento de la historia política de Centroamérica, ofrece una perspectiva crítica y fundamentada sobre el presente de Nicaragua. Sus palabras son un recordatorio de que la democracia no solo se conquista, sino que debe ser defendida continuamente frente a aquellos que buscan subvertirla desde dentro. A medida que la crisis nicaragüense se profundiza, las voces como la de Arias se vuelven cruciales para mantener viva la esperanza de una región que, aunque marcada por el conflicto, aún aspira a un futuro de paz y libertad.