Hace dos años tuve que abandonar mi patria, mi país, mi familia y mis pocas cosas que tenía, hace dos años tuve que exiliarme para resguardar mi vida debido al asedio y persecución del régimen de Daniel Ortega por ejercer mi profesión.
A finales del mes de septiembre después de 2 años de mi exilio tomé la decisión y el riesgo de ingresar a Nicaragua de manera clandestina por veredas, para ellos me hice algunos cambios físicos, como color y corte de pelo, lentes de contactos, estilo de ropa y otras cosas más.
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Salí de San José en un bus rumbo a la frontera con Nicaragua a eso de las 3:30 de la mañana, durante ese viaje mi mente iba divagando entre el miedo y la alegría, el miedo de que los secuaces del régimen de reconocieran, me detuvieran y me hicieran formar parte de la lista de los presos políticos.
Pero también la alegría de poder ver a mis familiares, sobrinos, hijos, abuelos y padres, aunque la idea no era llegar al departamento de Masaya de donde soy originario pero mi objetivo era pasar un momento en familia en otro departamento.
A las 8:30 de la mañana el bus se paró un par de parada antes de llegar a Peñas Blancas y me dijeron que debía bajarme ahí y pagar un carro que me cruzaría por un camino que para llegar a Cardenas en Rivas, Nicaragua, pero antes debía de tomar una motocicleta que era el transporte que me llevaría a través de una finca para lograr el objetivo.
El miedo me invadió
Hasta ahí todo parecía sencillo, la sorpresa y el miedo empezó a apoderarse de mí cuando me dijeron que debía alistar al menos 2000 colones para pagar el pase por la finca y otros 2000 para pagarle al par de militares nicaragüenses que se encontraba custodiando la finca.
No se imaginan el miedo y el dolor de estómago pues ya me imaginaba en El Chipote, pero el anhelo y deseo de ver una vez más a mi familia me daba el valor para seguir esa travesía pues en dos años ellos no han podido llegar a visitarme.
Recuerdo bien 9:15 min de la mañana del sábado 23 de septiembre llegamos al retén donde efectivamente estaba dos militares el conductor de la moto me dije bájate mostra tu cédula y abriles el bolso que llevas dame el dinero a mí que yo les pago esos majes ya me conocen, no te pongas nervioso.
Con mi corazón palpitando a mil por hora hice lo que me dijo el “Coyote”, evité hablar por completo y los militares solo hicieron la mueca que revisaron, el coyote les pago dizque a escondida, pero todo se veía y nos dejaron seguir.
Una Nicaragua gris
A las 9:45 de la mañana ya estábamos en territorio nicaragüense logré sentir el cambio de clima, el olor de nuestra flora y desde ahí empecé a ver un paisaje medio gris no sé si era idea mía, pero hace dos años esa zona no era tan opaca.
Llegue a Rivas, donde parte de mi familia me encontraría, el calor era insoportable y pude apreciar como las paradas de buses estaban abarrotadas de comerciantes, el bullicio nica, que en veces extrañaba lo está escuchando los piropos de los vendedores para atraer clientes y lograr vender, lograba escucharlos aquellos piropos que hasta me creía todo lo que me decía.
Moría por una leche agria con tortilla de maíz, y fue lo primero que busqué para desayunar, sin embargo, la paranoia de sentirme vigilado volvió, sentía que todos buscaban como escuchar lo que habla y me quedaban viendo fijamente, no pude terminar de disfrutar el desayuno porque el temor de estar siendo vigilado me cerró el estómago.
Precio de la comida ha subido
Salimos de ese lugar, pero antes me sorprendió que un desayuno que tradicionalmente comía los sábados antes de salir de Nicaragua que costaba de 50 a 80 córdobas, ahora vale 150 córdobas.
En dos años el precio de la comida ha subido y es notable, además del precio del transporte pues un taxi en Granada, lugar donde nos quedamos con mi familia, pasó de costar 20 córdobas a 40.
Me dio tanta tristeza ver como los centros turísticos de la ciudad colonial, los comercios y playas de Rivas, San Juan del Sur, San Jorge, el mirador de Catarina, e incluso el parque central de Granada estaban totalmente apagados, vacíos, con pocas personas aun en horas de las noches cuando normalmente un sábado las discos y bares se llenan.
Una gran nostalgia me invadió y llegué a mi cuarto y lloré y dije esto no es Nicaragua, donde está la alegría de mi gente porque lo que vi en este viaje fueron rostros de tristeza, de preocupación, de miedo.
El miedo se ve en los rostros
Las personas ni conversaban y otros revisaban redes sociales con el brillo de sus celulares bajo para que los demás no pudieran ver lo que ellos estaban revisando, el temor se siente y claro como no si las 24 horas del día patrullas de la policía rodeaban el centro de estos lugares.
Y donde miraban a grupos de 5 o más personas concentradas llegaban a parquearse para saber que hacían, mi Nicaragua me duele tanto el ver cómo por culpa de una pareja de dictadores y sus secuaces te has apagado.
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Aún hay muchas cosas más que les voy a contar, pero por el momento lo dejaremos hasta aquí, pues recordar este viaje me ha vuelto a sacar mis lágrimas.