Una señora de unos 63 años, procedente de una comunidad remota del departamento de León, llegó a la sala de emergencias del Hospital Oscar Danilo Rosales con un fuerte dolor abdominal, suplicando a médicos de turno y enfermeras ser atendida con prontitud. Sin embargo, una enfermera, en tono autoritario, le ordenó que permaneciera sentada y esperara a ser llamada por los médicos.

Después de más de dos horas de espera, volvió a dirigirse a uno de los clínicos, quien manipulaba su celular, expresándole que no soportaba más el dolor. El clínico le respondió que tuviera paciencia y esperara su turno. La espera continuó hasta que finalmente un médico la envió al laboratorio a realizarse ciertos análisis clínicos.

A eso de las dos de la tarde le entregaron los resultados, pero hasta ese momento no le habían proporcionado ningún analgésico, y el sufrimiento persistía. Desesperada, se acercó nuevamente al médico para suplicarle que la atendiera. Este le respondió que iba a atender a otro paciente en la sala y que revisaría los análisis al regresar.

El clínico regresó 45 minutos después para informarle que tendría que seguir esperando para que le leyera los resultados, ya que tenía muchos pacientes, mientras su dolor seguía empeorando.

Cansada de la angustia y la indiferencia, la mujer le preguntó: “Dígame si me va a atender, si no, me voy, porque a las tres de la tarde pasa el último bus que me lleva a mi comunidad”. Una enfermera le contestó: “Haga lo que quiera, aquí tiene que seguir esperando”. La humilde dama prefirió marcharse con su tormento al no encontrar solución a su problema y tras recibir maltrato.

Otro caso similar es el de una señora de un municipio del departamento de León, quien acudió al hospital buscando alivio para sus padecimientos biliares, pero lo que encontró fue un suplicio. Un doctor la refirió a la sala de Ortopedia, donde le indicaron un analgésico y la canalización para recibir suero. Sin embargo, una auxiliar, poco amable, le dijo que había llegado a la hora del almuerzo y que tendría que esperar a que regresara para inyectarla, todo esto en medio del creciente dolor.

Posteriormente, la remitieron a admisión para sacar una cita con un especialista. Una admisionista le informó que debía regresar hasta octubre para solicitar la cita.

Este medio de comunicación consultó a un médico especialista en cirugía, quien pidió mantener su identidad en reserva por temor a represalias. El cirujano señaló que la paciente con padecimientos biliares debió haber sido ingresada al centro asistencial para extraer los cálculos rápidamente.

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Rosario Murillo y Daniel Ortega en una imagen de archivo | Fotografía cortesía

Médicos y enfermeras del HEODRA con tratos crueles

Estos dos casos, descritos por Darío Medios Internacional, son testimonios de pacientes de escasos recursos que acuden diariamente a esta unidad estatal en busca de atención médica. Sin embargo, algunos médicos, enfermeras, personal de laboratorio y auxiliares de enfermería tratan de manera inhumana a los pacientes.

En el caso de los médicos y personal de enfermería y paramédico designados para la atención nocturna, se ha reportado que regañan a los pacientes y a sus familiares, diciéndoles que deberían llegar más temprano al hospital. Mientras tanto, los enfermos son atendidos de forma deficiente y con malos tratos, según informaciones proporcionadas a este medio.

La calidad de la salud incluye la capacitación del personal

El régimen de Nicaragua debería destinar recursos financieros al Ministerio de Salud para la formación, capacitación y actualización del personal, especialmente médicos y enfermeras, ya que la calidad de la atención médica está determinada por la capacidad de resolución del recurso humano, no solo por la construcción de hospitales en todo el país.

El régimen Ortega-Murillo afirma contar con la red de salud y laboratorios con la infraestructura más grande de Centroamérica, pero esto no se refleja en la calidad de la atención ni en la resolución de los problemas de los pacientes.

Afirman que Nicaragua se aleja cada vez más de cumplir las metas propuestas de salud para las Américas en el siglo XXI, trazadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).