En Nicaragua, la tensión entre la iglesia católica y el régimen sandinista de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha alcanzado un punto crítico. La diócesis de Matagalpa, liderada por el obispo desterrado Rolando José Álvarez, se ha convertido en el epicentro de una campaña sistemática de represión que busca, según denuncias, erradicar la presencia católica en la región.
La abogada Martha Patricia Molina, autora del informe “Nicaragua: ¿Una iglesia perseguida?”, ha señalado en diversas entrevistas que la estrategia del régimen sandinista es clara: desmantelar la labor pastoral en la diócesis de Matagalpa. Este esfuerzo, según Molina, es parte de una vendetta personal de Rosario Murillo contra monseñor Álvarez, quien continúa siendo una figura influyente a pesar de su exilio forzado.
Desmantelamiento de la iglesia en Matagalpa
La Diócesis de Matagalpa, que abarca más de 500 comunidades católicas, ha visto cómo más del 70% de su clero ha sido exiliado, desterrado o prohibido de regresar al país. Esto ha dejado a la diócesis en una situación crítica, con solo 13 sacerdotes activos y algunos religiosos extranjeros que podrían ser expulsados en cualquier momento. La falta de sacerdotes ha afectado gravemente la vida espiritual de la comunidad, limitando la celebración de misas, confesiones y otros sacramentos esenciales.
“El déficit de sacerdotes está generando un caos en la comunidad católica de Matagalpa”, explicó Molina. “Los pocos que quedan están haciendo todo lo posible, pero están bajo constante asedio y vigilancia policial, lo que limita su capacidad para cumplir con sus deberes pastorales”.
La situación ha llegado a tal punto que algunas iglesias de la diócesis han tenido que cerrar sus puertas debido a la falta de personal para administrarlas. Los fieles que solían asistir regularmente a la misa o recibir sacramentos como la confesión se ven ahora privados de estos servicios, afectando profundamente su vida religiosa.
Uno de los símbolos más visibles de esta persecución es la toma del Palacio Episcopal de Matagalpa por parte de la Policía Nacional. Según Molina, este edificio, que solía ser el centro de operaciones de monseñor Álvarez, ahora está bajo el control total de las fuerzas de seguridad. “Ni siquiera permiten que las personas se estacionen cerca del inmueble, y varios negocios aledaños han tenido que cerrar por la presión y el asedio de los uniformados”, denunció la abogada.
La toma del Palacio Episcopal no solo representa un ataque directo contra la iglesia, sino también un mensaje intimidatorio hacia la comunidad católica. Es un recordatorio constante de la presencia opresiva del Estado y de su disposición a reprimir cualquier forma de resistencia.
Destierro de sacerdotes
La represión contra la iglesia católica en Nicaragua no se limita a la Diócesis de Matagalpa. El reciente destierro de siete sacerdotes, quienes fueron sacados del Seminario Nuestra Señora de Fátima en Managua y enviados a Roma, es una muestra más de la estrategia del régimen para desmantelar la estructura eclesiástica. Entre los desterrados se encuentran figuras clave de las diócesis de Matagalpa y Estelí, lo que ha dejado a estas regiones aún más vulnerables.
Este destierro masivo es solo el último episodio de una campaña más amplia que ha visto la expulsión de 46 sacerdotes al Vaticano en poco más de un año. La estrategia del régimen es clara: eliminar cualquier voz disidente dentro de la iglesia y reemplazar a los líderes críticos con figuras más complacientes.
Respuesta del Vaticano
A pesar de la presión del régimen sandinista, el Vaticano ha mantenido su apoyo a monseñor Álvarez, quien sigue siendo oficialmente el obispo de Matagalpa. “El papa Francisco ha resistido las presiones del régimen para remover a Álvarez de su cargo, lo que ha exacerbado la animosidad de la dictadura”, explicó Molina. Esta resistencia ha convertido a Álvarez en una figura simbólica de la lucha por la libertad religiosa en Nicaragua, a pesar de su silencio forzado desde el exilio.
Sin embargo, la posibilidad de una negociación entre el Vaticano y el régimen de Ortega parece cada vez más lejana. “El Vaticano siempre busca el diálogo y la paz, pero con este régimen no se puede negociar”, afirmó Molina, quien calificó los destierros y ataques a la iglesia como “delitos de lesa humanidad”.
Impacto en la comunidad
La represión contra la iglesia católica en Nicaragua ha tenido un impacto devastador en la vida religiosa y social de las comunidades afectadas. La asistencia a las iglesias en regiones como Matagalpa ha disminuido drásticamente, y la atmósfera de miedo y desconfianza ha llevado a muchos fieles a evitar participar en actividades religiosas.
A pesar de esta represión, la iglesia católica en Nicaragua sigue siendo un baluarte de resistencia. La fortaleza de la comunidad, respaldada por los principios del cristianismo y un profundo compromiso con la justicia social, sigue desafiando al régimen de Ortega. Sin embargo, la continua persecución de sus líderes más influyentes y la represión de sus fieles ponen en riesgo la supervivencia de una iglesia que ha sido históricamente una fuerza moral en la lucha por los derechos humanos en Nicaragua.
La situación en la Diócesis de Matagalpa es un reflejo del conflicto más amplio entre la iglesia católica y el régimen sandinista. La campaña de represión dirigida por Ortega y Murillo no solo busca silenciar a la iglesia, sino también destruirla como institución. Sin embargo, la resistencia de la comunidad católica, apoyada por el Vaticano y figuras como monseñor Álvarez, sigue siendo un obstáculo significativo para las ambiciones dictatoriales del régimen.
La represión en Nicaragua es un recordatorio de la fragilidad de las libertades religiosas y de la importancia de defender estos derechos fundamentales frente a los abusos de poder. La comunidad internacional, aunque lenta en responder, tiene un papel crucial en la protección de los derechos humanos y en la denuncia de las atrocidades cometidas por el régimen de Ortega.