Los desfiles patrios en Nicaragua, antaño manifestaciones masivas de orgullo nacional, han experimentado un marcado cambio en su desarrollo y simbolismo, particularmente bajo el régimen de Daniel Ortega. Lo que solían ser eventos multitudinarios para conmemorar la Batalla de San Jacinto y la Independencia de Centroamérica, se han transformado en actos controlados y fuertemente politizados, donde el rojinegro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se entrelaza con los símbolos patrios, relegando la conmemoración histórica a un segundo plano.
De la celebración nacional al control partidario
Los desfiles patrios, que tradicionalmente se celebraban los días 14 y 15 de septiembre, han sido reducidos drásticamente en términos de participación y duración desde el año 2010. Bajo las órdenes del régimen Ortega-Murillo, el Ministerio de Educación (MINED) comenzó a implementar restricciones que disminuyeron el número de colegios participantes en el acto central, realizado en Managua. Esta tendencia, que comenzó con la reducción del número de centros educativos de 83 a 32 en 2015, culminó en 2023 con la participación de tan solo 10 colegios.
Los desfiles, que antes llenaban las calles de la capital con estudiantes, bandas rítmicas y palillonas, han perdido su carácter multitudinario y su enfoque nacionalista. La reducción del evento ha sido acompañada por un creciente control y politización del mismo, donde la presencia de símbolos del FSLN se ha vuelto omnipresente. En los últimos años, los estudiantes de los colegios públicos han sido obligados a portar la bandera del partido y a desfilar con arcos de globos rojinegros, símbolos que promueven abiertamente la ideología sandinista.
Proselitismo en las aulas
La politización de los desfiles patrios no se limita a los actos centrales, sino que se extiende a las escuelas de todo el país centroamericano. Según denuncias de la Unidad Sindical Magisterial (USM), los estudiantes y sus familias son presionados para comprar y utilizar banderas del FSLN, decorar las instalaciones educativas con murales de los fundadores del partido, y en algunos casos, vestir uniformes con los colores del mismo.
Este año, los desfiles iniciaron el 17 de agosto bajo la dirección del MINED, extendiéndose por varios fines de semana. Durante estas jornadas, los estudiantes no solo desfilaron con la bandera del FSLN, sino que también fueron obligados a portar imágenes de figuras como Augusto César Sandino, Carlos Fonseca y el propio Daniel Ortega, aun cuando estos personajes no tienen relación directa con las fechas conmemoradas.
La inserción forzada de estos símbolos y figuras partidarias en las celebraciones patrias ha generado rechazo entre docentes, estudiantes y padres de familia. La imposición de la agenda partidaria en eventos que deberían estar dedicados a la historia nacional es vista por muchos como una manipulación que distorsiona el significado original de las festividades.
Control y vigilancia
El control sobre los desfiles no solo se manifiesta en la selección de los colegios participantes y la inclusión de símbolos partidarios, sino también en la vigilancia y el resguardo policial. Los actos están bajo estricta supervisión, lo que refleja el temor del régimen a cualquier manifestación de descontento o rechazo durante los eventos públicos.
Desde el año 2010, el despliegue de las fuerzas de seguridad en los desfiles patrios se ha intensificado, convirtiéndose en una presencia constante que asegura el orden y la sumisión al guion impuesto por el régimen. La presencia policial, junto con la obligatoriedad de la participación y la exhibición de símbolos sandinistas, convierte los desfiles en un espectáculo controlado y dirigido, donde el nacionalismo ha sido sustituido por el culto a la personalidad de Ortega y el FSLN.
A medida que el régimen Ortega-Murillo continúa consolidando su poder, es probable que los desfiles patrios sigan siendo utilizados como herramientas de propaganda. Lo que una vez fue un espacio para la celebración del orgullo nacional y la identidad histórica, ahora sirve como un escenario para la reafirmación del poder partidario.
Las generaciones futuras en Nicaragua, expuestas a esta nueva versión de las fiestas patrias, podrían crecer sin una conexión genuina con los eventos históricos que dieron origen a la nación. En su lugar, se les está inculcando una narrativa en la que el partido se presenta como el único guardián de la patria, un mensaje que busca perpetuar la hegemonía del FSLN en el imaginario colectivo nicaragüense.
Este proceso de manipulación simbólica no solo desvirtúa la memoria histórica del país, sino que también amenaza con erosionar la cohesión social, al imponer una visión partidaria sobre un espacio que debería ser inclusivo y representativo de todos los nicaragüenses. En este contexto, los desfiles patrios, antes unificados en el orgullo nacional, ahora se han fragmentado, reflejando las profundas divisiones y el control autoritario que caracteriza al Nicaragua actual.