En el primer aniversario de la captura de los líderes indígenas Brooklyn Rivera, Nancy Henríquez, el régimen de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo sigue tejiendo una red de alianzas y traiciones en la Costa Caribe nicaragüense. Mientras Henríquez y Rivera enfrentan condenas y hasta desaparición forzada, otros actores del Caribe, como los de la familia Campbell Hooker y Valdrack Jaentschke, consolidan su presencia en las altas esferas del poder.
Este patrón de nepotismo y control expone algo así cómo un doble juego: reprimir a los críticos y recompensar a los leales, utilizando la Costa Caribe no solo para proyectar una imagen de diversidad, sino también para afianzar su dominio.
La caída de Brooklyn Rivera y Nancy Henríquez: un año de represión
Hace exactamente un año, el sábado 29 de septiembre de 2023, las autoridades nicaragüenses arrestaron a los líderes indígenas Brooklyn Rivera y Nancy Henríquez. Rivera, un histórico defensor de los derechos territoriales indígenas y exaliado sandinista, fue detenido por su supuesta participación en actividades que “menoscaban la integridad nacional”.
Poco después, la diputada miskita Nancy Henríquez, presidenta del partido indígena Yapti Tasba Masraka Nanih (YATAMA), fue arrestada y sentenciada a ocho años de prisión por conspiración y propagación de noticias falsas. Henríquez representa un símbolo de la resistencia indígena frente a un régimen que ha traicionado las promesas de autonomía hechas en los años 80. Su encarcelamiento bajo cargos infundados es un claro ejemplo de la persecución sistemática contra los pueblos indígenas, quienes fueron aliados estratégicos de los sandinistas.
Steadman Fagot: La captura de un asesor presidencial
Más recientemente, el 14 de septiembre de 2024, el arresto de Steadman Fagot, influyente líder miskito y asesor presidencial, fue anunciado. Fagot, quien había advertido sobre las repercusiones de su captura y sobre la debastación ambiental y social por los colonos en la Costa Caribe, es otro ejemplo de cómo Ortega no duda en descartar a antiguos aliados si dejan de serle útiles o representan una amenaza a su poder.
Mientras Ortega elimina a sus críticos en la Costa Caribe, otras figuras permanecen en posiciones clave. Por ejemplo, Lumberto Campbell, un aliado de larga data del Frente Sandinista, sigue desempeñando un papel crucial como magistrado del Consejo Supremo Electoral (CSE), legitimando el poder del régimen.
Por otro lado, Michael Campbell, también miembro de la influyente familia Campbell, ejerce como embajador en China y, recientemente, fue nombrado embajador ante los talibanes en Afganistán, reforzando la estrategia geopolítica del régimen en su relación con otros gobiernos autoritarios.
El nepotismo y la familia Campbell Hooker: ejemplo de la estrategia de control
En el entramado político de la Costa Caribe, la familia Campbell Hooker se ha convertido en un emblema del nepotismo que caracteriza al régimen de Daniel Ortega. Originaria de Bluefields, esta familia ha logrado consolidar su influencia tanto en Nicaragua como en el extranjero, ocupando altos cargos en el poder estatal y diplomático, mientras el régimen sandinista premia su lealtad.
Francisco Obadiah Campbell Hooker, embajador de Nicaragua en Estados Unidos desde mayo de 2010, ha sido una figura central en la diplomacia nicaragüense, pese a sus intentos de renunciar en múltiples ocasiones. Según el exdiplomático Arturo McFields, Campbell ha presentado su dimisión al menos tres veces, pero Ortega y Rosario Murillo le han negado su retiro, manteniéndolo en el cargo. Con un salario mensual de C$255,078.32 córdobas (equivalente a US$7,092.30 en agosto de 2022), Campbell es uno de los funcionarios mejor remunerados del régimen.
El nepotismo se extiende aún más en su familia: Miriam Elinore Hooker Coe, esposa de Francisco, es cónsul general en la Embajada de Nicaragua en Estados Unidos, mientras que su hija, Mabel Leilani Campbell Hooker, ocupa el puesto de agregada de Prensa y Cultura en la misma misión diplomática en Washington. Esta acumulación de cargos entre miembros de una misma familia no es un caso aislado, sino una táctica común del régimen para garantizar la lealtad y sumisión de sus representantes, tanto en el extranjero como en Nicaragua.
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Valdrack Jaentschke y otros lazos familiares
El actual canciller de Nicaragua, Valdrack Jaentschke Whitaker, también mantiene fuertes vínculos familiares en el poder. Está casado con Anasha Campbell, co-titular del Instituto Nicaragüense de Turismo, reforzando el control que Ortega ejerce sobre las instituciones clave a través de sus aliados más cercanos. Jaentschke, además de su lealtad al régimen, ha sido una figura estratégica en la diplomacia nicaragüense, ocupando cargos como viceministro y embajador en varias naciones centroamericanas.
El ascenso de Jaentschke al puesto de canciller, en reemplazo de Denis Moncada, demuestra, además, cómo el régimen premia a aquellos que, además de mostrar lealtad, están dispuestos a seguir la línea dura del sandinismo en temas internacionales, desde la defensa de regímenes autoritarios hasta la confrontación con organismos multilaterales.
El modelo de embajadas y el nepotismo
Las embajadas nicaragüenses se han convertido en una extensión del modelo de nepotismo del régimen Ortega-Murillo. Al ubicar a familiares leales en puestos diplomáticos, el gobierno garantiza la protección de sus intereses y neutraliza cualquier posible disidencia. En el caso de la familia Campbell Hooker, su control sobre la Embajada de Nicaragua en Washington no solo les ha permitido disfrutar de una vida acomodada en el extranjero, sino que también han desempeñado un rol clave en la estrategia de relaciones exteriores del régimen, incluso dentro de Estados Unidos, país que Ortega describe como “el imperio.”
Este sistema de favores y lealtades se replica en las instituciones nacionales, donde familias enteras ocupan cargos clave, fortaleciendo el control absoluto de Ortega sobre el aparato estatal y diplomático nicaragüense.
Por otro lado, Loria Raquel Dixon, primera secretaria de la Asamblea Nacional, es promovida como la “representante de la mujer caribeña.” Cada año, celebra la Ley de Autonomía de 1987, proclamando la autodeterminación de los pueblos de la Costa Caribe. Sin embargo, la autonomía que Dixon presenta es una fachada.
Bajo su liderazgo, el régimen socava los derechos de las comunidades indígenas y reprime a sus líderes, como Brooklyn Rivera, mientras ella solo destaca los supuestos avances del gobierno en la región.
La contradicción del discurso de inclusión: Jaentschke y Campbell
El discurso oficial de inclusión cultural y racial en el Caribe, representado por figuras como Valdrack Jaentschke y Michael Campbell, contrasta fuertemente con la represión política. Mientras ambos ocupan altos cargos, el régimen encarcela a líderes indígenas y reprime a organizaciones costeñas, como Yatama. La detención y desaparición de Brooklyn Rivera, quien alguna vez colaboró estrechamente con Ortega, ilustra esta contradicción.
La relación de Campbell con Rivera, quien apoyó su reelección en 2021 por amistad personal, muestra cómo el régimen utiliza y descarta a los líderes costeños según sus conveniencias.
Ortega ha desplegado una estrategia calculada para mantener el control de los recursos naturales de la Costa Caribe, rica en minería y con acceso estratégico a rutas marítimas. Esta región es clave para sus intereses, y la represión a movimientos indígenas asegura que el régimen mantenga el dominio sin interferencias.
La retórica de “unidad nacional” que promueven figuras como Jaentschke, Campbell y Dixon ha dejado de ser una promesa de inclusión y se ha transformado en una herramienta de control autoritario, desmantelando los derechos de autonomía de las comunidades costeñas mientras los líderes caribeños se convierten en piezas clave para legitimar este sistema de dominación.