En una reciente entrevista con el periodista Miguel Mendoza, el excarcelado político Pedro Gutiérrez describió el calvario que vivió monseñor Rolando Álvarez en las celdas de máxima seguridad de La Modelo, en Nicaragua. Gutiérrez narró con detalle cómo el obispo de Matagalpa fue sometido a dopajes y torturas psicológicas por órdenes del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo antes de su destierro en enero de 2024.

“Héroe nacional” en resistencia

Gutiérrez calificó a monseñor Álvarez como un “héroe nacional vivo”, reconociendo su valentía y firmeza ante los abusos. Según su relato, monseñor resistió valientemente los intentos de las autoridades penitenciarias de silenciarlo. “Lo tenían encerrado y lo querían callar, pero monseñor no se callaba, les decía sus verdades y les llamaba cobardes”, declaró Gutiérrez. Esta resistencia, sin embargo, tuvo un costo. Las autoridades decidieron dopar a monseñor Álvarez, manteniéndolo sedado durante casi 15 días. Durante este período, Gutiérrez recordó que monseñor estuvo vigilado constantemente, con médicos entrando a su celda cada diez minutos para monitorearlo.

El testimonio de Gutiérrez también destacó el impacto que la fortaleza de monseñor Álvarez tuvo sobre él y otros presos políticos. “Monseñor me inspiró y me fortaleció a seguir ahí en esa celda,” confesó, recordando cómo la presencia y las palabras de Álvarez fueron una fuente de ánimo en medio de la adversidad.

El destierro de los presos políticos

El testimonio de Gutiérrez emerge en un contexto más amplio de destierro y represión. El pasado 5 de septiembre de 2024, 135 presos políticos fueron liberados de las cárceles nicaragüenses y trasladados a Guatemala, en un vuelo que aterrizó a las 6:20 de la mañana en la capital guatemalteca. A pesar de la llegada del vuelo, la lista oficial de los liberados aún no ha sido revelada por las autoridades nicaragüenses ni por los gobiernos de Estados Unidos y Guatemala, que facilitaron la excarcelación.

El régimen de Ortega y Murillo ha mantenido un silencio absoluto sobre los presos políticos en los días posteriores a su liberación, incluso omitiendo cualquier referencia durante las usuales apariciones públicas de la vicepresidenta Rosario Murillo. Esta falta de transparencia ha generado incertidumbre y preocupación entre los familiares y la comunidad internacional, que demandan claridad sobre el destino y el bienestar de los excarcelados.

Torturas y represión sistemática

El Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas ha confirmado hasta el momento la identidad de 109 de los 135 desterrados, entre ellos 22 mujeres y 87 hombres. Sin embargo, han decidido no hacer pública la lista completa para proteger a los afectados y sus familias. Según testimonios de algunos de los liberados, la experiencia carcelaria fue descrita como un “martirio”. Jeffrey José Ortega Orozco, uno de los excarcelados, relató a EFE: “La cárcel fue un martirio, se sufre a diario”, destacando las torturas psicológicas como una constante en su detención.

Sergio Mena Amador, otro de los liberados, expresó su alivio por haber salido de prisión tras 30 meses encarcelado y pidió a la población nicaragüense que continúe apoyando a los presos políticos que aún permanecen en las cárceles del régimen. A pesar de la liberación de este grupo, se estima que unos 30 presos políticos siguen encarcelados en condiciones similares, y un centenar más en régimen de arresto domiciliario.

Futuro incierto para los desterrados

Los presos políticos desterrados a Guatemala permanecerán en el país centroamericano durante 90 días, tras los cuales podrán optar por emigrar legalmente a Estados Unidos u otros países a través de la Oficina de Movilidad Segura. Esta es la quinta ocasión desde febrero de 2023 en que la dictadura de Ortega ha excarcelado y desterrado a opositores, pero es la primera vez que no se ha divulgado la lista de liberados, lo que añade una capa de opacidad y desconfianza al proceso.

Las declaraciones de Pedro Gutiérrez y otros excarcelados subrayan la persistente represión del régimen nicaragüense contra cualquier forma de disidencia, incluyendo a figuras tan respetadas como monseñor Rolando Álvarez. Las denuncias de tortura, dopaje y el silencio forzado son un recordatorio de la lucha constante por los derechos humanos en Nicaragua, mientras la comunidad internacional observa con preocupación el destino de quienes aún languidecen en las celdas del régimen.