El béisbol en Nicaragua trasciende la mera práctica deportiva; se ha convertido en un refugio cultural, social y hasta digital, y una manifestación de identidad nacional en medio de una prolongada crisis política, humanitaria, de derechos humanos y seguridad.
Mientras el régimen sandinista de Daniel Ortega destina cada vez más fondos millonarios a la construcción de modernos estadios, como el ya casi inaugurado Estadio Rigoberto López Pérez en León y el aún en construcción Complejo Deportivo Dignidad en Managua, el deporte rey se ha transformado en una herramienta de propaganda que busca proyectar una imagen de normalidad y legitimidad en el país centroamericano, aun cuando la represión se hace presente en otros ámbitos de la vida diaria, cada vez de manera más profunda.
El próximo 27 de septiembre de 2024, el Rigoberto López Pérez, coloso en el occidente el país, abrirá sus puertas con una serie inaugural que enfrentará a los Senadores de Caracas de Venezuela contra la Selección Nacional de Nicaragua, que recientemente ganó la medalla de bronce en los campeonatos mundiales.
Con una inversión de al menos 1,400 millones de córdobas, esta obra simboliza, por mucho, según analistas consultados por Darío Medios Internacional bajo la condición de anonimato por seguridad, la deuda que el oficialismo pretende saldar con el béisbol leonés, un deporte que cuenta con una rica tradición, muchos equipos y una apasionada fanaticada.
La alcaldesa de León, Guissela Lacayo, enfatizó recientemente la importancia de este evento, destacando que el estadio no solo representa un lugar para el deporte, sino un ícono de la identidad cultural local. “Los leoneses tenemos un ícono en el béisbol”, afirmó, subrayando que el evento incluirá un “desfile cultural”, simbolizando la mezcla de tradición y modernidad que el régimen busca promover, con banderas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Ese enfoque se repite en otros estadios, eventos sociales y deportivos del país, donde se han invertido recursos significativos para remodelar o construir instalaciones que alberguen eventos de gran envergadura, incluyendo partidos, campeonatos y hasta conciertos de música.
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La estrategia del régimen
La construcción de estadios no es meramente una cuestión de infraestructura deportiva; es parte de una estrategia más amplia del régimen para ganar legitimidad en un contexto de creciente represión. La inauguración del Estadio de Masaya el año pasado y la creación del Complejo Deportivo Dignidad en Managua, que incluye un nuevo estadio de béisbol, reflejan, reviven y subrayan el intento del Estado de proyectar una imagen de normalidad y estabilidad, mientras el país centroamericano vive un estado policial de facto y se violan derechos fundamentales en muchas dimensiones.
Estos esfuerzos son vistos por muchos disidentes, periodistas deportivos y la sociedad civil en el exilio como un intento de desviar la atención de la crisis política y humanitaria que afecta al país.
Las autoridades nicaragüenses han invertido considerablemente en el béisbol, y su importancia en la cultura local no puede subestimarse. En la actualidad, Nicaragua cuenta con al menos seis estadios de gran capacidad en todo el país y dos campeonatos nacionales para dicha disciplina, lo que indica un enfoque sistemático para fortalecer el béisbol como una herramienta de cohesión social y de propaganda gubernamental.
Asimismo, los medios oficialistas de cobertura nacional (que son al menos 10) y muchos otros locales transmiten religiosamente las series cada año, y cada vez son más las transmisiones profesionales en Facebook y YouTube, con un promedio de unas 30,000 personas viendo desde diversos canales, según datos registrados por este medio.
En medio de estos desarrollos, la reciente creación de la Asociación de Béisbol de las Américas (ABAM) -que incluye a Nicaragua, Panamá, Colombia, Cuba, Curazao y Argentina- ha generado entusiasmo en el ámbito deportivo. La primera serie de béisbol de las Américas está programada para enero de 2025, y Nicaragua será la sede de este evento que promete reunir a destacados equipos y personalidades de la región.
Este tipo de iniciativas no solo elevan el perfil del béisbol nicaragüense en el ámbito internacional, sino que también refuerzan el papel de la administración sandinista en el apoyo a los deportes como un medio de influencia social, cultural, política y hasta diplomática.
El béisbol como reflejo de la sociedad nicaragüense
El béisbol en Nicaragua no solo es una actividad de entretenimiento; es un espejo de la sociedad nicaragüense, donde la pasión por el deporte se entrelaza con la realidad política y la economía local. A pesar de la represión y la falta de libertades, la afición se congrega en los estadios, toma, come, grita y disfruta, convirtiéndose en un espacio de muchas emociones y realidades.
La ferviente asistencia de ciudadanos comunes y muchos otros a los partidos demuestra que, a pesar de las dificultades, el espíritu nicaragüense no se ha apagado.
Sin embargo, es importante mencionar que el béisbol no está exento de la influencia política y la violencia misma que el Estado, en manos de Ortega desde el 2007, ejerce. El control estatal sobre los equipos y la utilización de recursos públicos para financiar las actividades deportivas han generado preocupaciones sobre la independencia del deporte y el mal uso del erario.
Aparte, el caso de equipos de fútbol, donde figuras cercanas al régimen han tomado el control, ha puesto de manifiesto en varios investigaciones periodísticas la manera en que la dictadura y sus redes buscan apropiarse de la narrativa deportiva para sus propios fines.
La política de intervención del régimen también se ha manifestado en el fútbol nicaragüense, donde dos equipos están controlados por personajes cercanos al régimen sandinista, incluyendo a un nieto de Daniel Ortega. Fidel Moreno -operador del FSLN desde la secretaría de la alcaldía de Managua y el Poder Ejecutivo- controla al Real Estelí, y Rafael “Payo” Ortega -nieto de Daniel y Rosario- tiene en sus manos al Cacique Diriangén. Ambos tienen amplias canchas para entrenar, y participan como favoritos en la Liga Primera, con presupuesto otorgado por el Estado. Así es cómo la mezcla de cualquier deporte y la política es evidente, y las decisiones tomadas en los campos de juego a menudo tienen repercusiones más allá de lo deportivo.
Por otro lado, la reciente expulsión de la Selección Nacional de Nicaragua de la Copa Oro debido a irregularidades en la nacionalización de jugadores es un claro ejemplo de cómo la política puede afectar negativamente al deporte.
Esa creciente influencia de personas vinculadas al gobierno en el deporte ha generado una serie de críticas sobre la falta de transparencia y el uso indebido de recursos públicos. Las irregularidades en la gestión de los clubes y la presión ejercida por figuras políticas han llevado a una situación donde el deporte se convierte en un reflejo de las luchas de poder dentro del régimen.
A pesar de la represión y el control estatal, el futuro del béisbol en Nicaragua parece prometedor, aunque lleno de desafíos. La pasión por el deporte continúa siendo un motor de unidad entre los nicaragüenses, y la inversión en infraestructuras deportivas es un indicador de la importancia que el béisbol tiene en la cultura nacional.
Sin embargo, la comunidad debe ser consciente de los intentos del sandinismo por utilizar el deporte y los colosos como una herramienta de control y propaganda. La creación de espacios para el debate y la crítica constructiva sobre la influencia política en el béisbol es esencial para asegurar que el deporte siga siendo un espacio de celebración y no un instrumento de opresión.
En conclusión, el béisbol en Nicaragua se encuentra en una encrucijada: es un símbolo de resistencia cultural en tiempos de represión, pero también un campo de batalla en la lucha por el control político, que por mucho ya tiene el oficialismo. La pasión por el béisbol, junto con una crítica consciente y activa, puede contribuir a forjar un futuro más justo y democrático para el deporte en Nicaragua.