El 19 de julio de 2024, Nicaragua conmemora el 45 aniversario de la Revolución Ciudadana de 1979, un evento histórico que marcó el fin de la dictadura somocista. Sin embargo, el contexto actual dista mucho del fervor revolucionario original. Bajo el mando de Daniel Ortega y Rosario Murillo desde 2007, Nicaragua ha caído en un régimen autoritario que ha desmoronado al sandinismo “histórico” y enfrenta una creciente resistencia interna.

Rosario Murillo, vicepresidenta y figura central del régimen, ha anunciado la llegada de más de 700 invitados de diversas partes del mundo para las festividades. Las delegaciones, provenientes de países como Vietnam, Zimbabwe, Rusia, y Cuba, participarán en actividades previas al evento principal, destinadas a presentar los “logros” del gobierno sandinista.

Murillo, en su discurso, enfatizó la solidaridad internacional y el respeto hacia el “heroísmo nicaragüense”. Sin embargo, detrás de esta fachada de unidad y celebración, se esconde una realidad marcada por la represión y la censura.

Mientras se prepara la celebración, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) enfrenta una implosión interna. La represión de voces disidentes dentro del propio partido se ha intensificado, evidenciando una cacería interna que busca silenciar cualquier crítica al régimen. Un ejemplo de esta represión es el caso del mayor retirado Eddie González Valdivia, quien se distanció del gobierno tras las protestas antigubernamentales de 2018 y ha sido abiertamente crítico de las políticas de Ortega y Murillo.

En una entrevista con 100 % Noticias, el mayor retirado Roberto Samcam describió el ambiente de miedo y desconfianza que reina dentro del FSLN. “Rosario Murillo no quiere que nadie se pronuncie en contra de ellos, y cuando digo nadie, incluye a su cuñado Humberto Ortega y a otros miembros históricos de la Dirección Nacional,” afirmó Samcam. Según él, la represión no se limita a figuras menores; incluso antiguos comandantes guerrilleros que cuestionan la relevancia de Murillo son silenciados.

Una purga que encabeza Murillo

Por otro lado, una fuente dentro del actual FSLN, consultada por Darío Medios Internacional, que pidió no ser identificada por razones de seguridad, describió la situación como una “cacería”. “Estamos viviendo una purga interna. Cualquier señal de disidencia es motivo suficiente para ser señalado y reprimido. Nadie está a salvo, ni siquiera los que tienen una larga historia de lealtad al partido,” reveló la fuente. Agregó que es Rosario Murillo quien “maneja las piezas de este pésimo juego de ajedrez”.

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Entre la resistencia de los históricos y la represión: así va el 45 aniversario de la revolución en Nicaragua 2

El caso más recientes es el de Eddie González Valdivia, que ilustra esta dinámica represiva. Desde 2018, González Valdivia ha criticado abiertamente al régimen, especialmente por la transformación de universidades en centros de adoctrinamiento. Su postura se endureció con la aprobación de leyes que, según él, alteran ilegalmente la vida institucional del país. El exmilitar fue detenido luego de denunciar el arresto y expulsión de su hermana, una periodista de un medio católico nacional.

Samcam explicó que la represión contra González Valdivia es una señal para la vieja guardia sandinista. “El caso de González Valdivia muestra que el absolutismo de Ortega y Murillo está destruyendo toda una estructura partidaria que los llevó al poder. Este absolutismo ha profundizado el rechazo y el distanciamiento dentro del partido,” añadió Samcam.

El régimen ha mantenido un silencio estratégico sobre la represión de figuras críticas como González Valdivia, posiblemente para evitar magnificar su figura y su impacto. “La dictadura no quiere que la figura de Eddie González Valdivia se convierta en un símbolo de resistencia interna. Prefieren mantenerlo en silencio, tratando de evitar cualquier asociación con la historia de la resistencia urbana del FSLN antes de 1979,” comentó Samcam.

La narrativa oficial se centra en presentar una imagen de unidad y fortaleza durante las celebraciones, mientras cualquier indicio de disidencia es cuidadosamente manejado para no convertirse en una amenaza significativa. También el oficialismo ha guardado silencio sobre el exjefe del Ejército, Humberto Ortega, y varios funcionarios sandinistas que han sido detenidos y acusados de actos de corrupción.

La celebración del 45 aniversario de la Revolución en Nicaragua se lleva a cabo en un clima de represión y tensión interna, por séptimo año consecutivo. Mientras el régimen de Ortega y Murillo intenta proyectar una imagen de éxito y solidaridad internacional, la realidad es que enfrenta una creciente resistencia dentro de sus propias filas. La cacería de disidentes dentro del FSLN y el silencio estratégico sobre estos casos reflejan la fragilidad y el autoritarismo del gobierno actual. El futuro de Nicaragua dependerá en gran medida de cómo se manejen estas tensiones internas y de la capacidad de los disidentes para articular una resistencia efectiva.