El general retirado Humberto Ortega Saavedra, exjefe del Ejército de Nicaragua y hermano del presidente Daniel Ortega, falleció la madrugada del 30 de septiembre de 2024 a los 77 años, mientras permanecía como prisionero político bajo arresto domiciliario.

Su muerte, tras meses de deterioro de salud y aislamiento forzado, ha generado un torbellino de reacciones, denuncias y cuestionamientos sobre la brutalidad del régimen Ortega-Murillo, que ni siquiera perdona a los más cercanos.

Humberto Ortega fue trasladado de emergencia al Hospital Militar en Managua el 11 de junio, tras sufrir un infarto cardíaco. Desde su ingreso, permaneció bajo estricta vigilancia, en una sala del cuarto piso, aislado del exterior y bajo la custodia de la Policía Nacional y el Ejército de Nicaragua.

A pesar de los esfuerzos del régimen por mantener su reclusión en secreto, las opositoras Concertación Democrática Nicaragüense (CDN-Monteverde) y Unamos denunciaron la situación y responsabilizaron directamente a Daniel Ortega y Rosario Murillo por la muerte de Humberto Ortega.

El último mensaje del general, grabado en secreto y enviado al medio independiente Confidencial el 09 de junio de 2024, revela la gravedad de su situación y el profundo deterioro físico y emocional que sufría como prisionero en su propia casa. “El estrés que mi prisión injusta multiplica, puede producir un desenlace fatal en cualquier instante”, advirtió en su mensaje de audio, con un tono premonitorio que, finalmente, se materializó el lunes 30 de septiembre.

La traición y el aislamiento de Humberto Ortega

El arresto de Humberto Ortega, que había sido declarado “traidor a la patria” por su hermano y su cuñada, fue ordenado tras una entrevista con Infobae, en la que cuestionó abiertamente el modelo sucesorio del régimen Ortega-Murillo. El general retirado advirtió que, tras la desaparición del caudillo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), no habría un sucesor legítimo, ni siquiera en la figura de Rosario Murillo o sus hijos.

Estas declaraciones detonaron la furia del régimen, que de inmediato lo puso bajo arresto domiciliario, incautando sus medios de comunicación y restringiendo sus libertades básicas.

El allanamiento de su casa el 19 de mayo marcó el comienzo de su aislamiento. La Policía de Nicaragua, controlada por el oficialista FSLN, invadió su residencia y prohibió cualquier tipo de comunicación con el exterior. Humberto Ortega, quien padecía problemas de salud graves, fue privado de su tratamiento médico regular en el Hospital Vivian Pellas, lo que agravó su condición.

Su pareja, desaparecida

Su pareja, Angélica Chavarría, que permaneció junto a él durante las primeras semanas del arresto, también fue retenida y hoy se encuentra en condición de desaparición forzosa, según denunció el propio Humberto en el audio compartido por Confidencial.

A pesar del deterioro evidente en su salud, ni el Ejército de Nicaragua ni la administración sandinista Ortega-Murillo reconocieron públicamente la situación del general hasta pocas horas antes de su muerte. El 29 de septiembre, un comunicado emitido por el Ejército brindó detalles superficiales sobre los problemas de salud de Humberto Ortega, lo que, para muchos, fue un intento de preparar el terreno para anunciar su fallecimiento.

El legado de Humberto Ortega: entre la lealtad y la traición

Humberto Ortega, figura clave en la insurrección sandinista que derrocó a la dictadura de Anastasio Somoza en 1979, fue uno de los nueve comandantes que dirigieron Nicaragua durante la década de los ochenta. Como fundador del Ejército Popular Sandinista, su rol fue decisivo tanto en la victoria sobre el somocismo como en la posterior consolidación del poder militar durante la guerra civil contra los contras, apoyados por Estados Unidos.

A pesar de su cercanía histórica con el sandinismo, el mayor legado de Humberto Ortega, según varios historiadores, fue la profesionalización del Ejército de Nicaragua. Bajo su mando, las fuerzas armadas se transformaron de una institución partidista a un ejército legítimo, un hecho que fue crucial para la transición pacífica tras la derrota del FSLN en las elecciones de 1990.

Su continuidad al frente del Ejército bajo el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro fue vista como un movimiento estratégico para garantizar la estabilidad del país, a pesar de las críticas de sectores conservadores.

Sin embargo, las tensiones con su hermano Daniel comenzaron a gestarse mucho antes de su detención en 2024. Mientras Humberto buscaba una Nicaragua reconciliada y abierta al diálogo, su hermano endureció su postura autoritaria. Los llamados del general retirado a elecciones libres y observadas internacionalmente fueron vistos como un desafío directo al régimen Ortega-Murillo.

“Nadie está a salvo”

Tras su muerte, la CDN-Monteverde y UNAMOS denunciaron que “en la dictadura Ortega-Murillo nadie está a salvo, ni siquiera su familia”. Para la oposición, la reclusión y posterior muerte de Humberto Ortega no fue más que una muestra del deterioro moral del régimen, que no duda en silenciar incluso a los que alguna vez estuvieron en su círculo más cercano.

Con el fallecimiento de Humberto Ortega, se cierra un capítulo de la historia política y militar de Nicaragua, pero también se abre un nuevo episodio de incertidumbre. Las consecuencias de su muerte y la represión continua del régimen Ortega-Murillo generan más preguntas que respuestas sobre el futuro inmediato del país centroamericano.

En sus últimas palabras, el general retirado clamaba por la reconciliación y el fin del sufrimiento de Nicaragua. Sin embargo, su voz fue silenciada bajo custodia, y su muerte, en lugar de traer acercamiento, podría profundizar aún más la división en un país que lleva décadas atrapado en el ciclo de la represión y la resistencia.