Nicaragua atraviesa una crisis económica y social que se profundiza con el paso de los años, en la que las desigualdades estructurales juegan un papel central. El artículo de opinión titulado “Nicaragua es una sociedad fragmentada“, escrito por el sociólogo Oscar René Vargas, proporciona una descripción detallada de los factores que contribuyen a este deterioro. A través de un análisis que abarca desde el 2018 hasta el 2024, Vargas argumenta que el modelo económico impulsado por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha generado una concentración de la riqueza en manos de una élite privilegiada, a expensas de la gran mayoría de la población, quienes enfrentan una precarización cada vez mayor.

Uno de los puntos más destacados del análisis de Vargas es la creciente concentración de la riqueza en Nicaragua. Según el artículo del analista, 211 millonarios en el país poseen una riqueza combinada de 27,000 millones de dólares, mientras que el Producto Interno Bruto (PIB) de la nación en 2023 alcanzó solo los 17,829.3 millones de dólares.

Esta disparidad refleja una economía donde la riqueza se acumula en pocas manos, dejando a los trabajadores con salarios bajos y un poder adquisitivo en declive. Este fenómeno ha sido exacerbado por la creciente dependencia del capital financiero, que según Vargas, no solo ha aumentado su control sobre las empresas productoras de bienes y servicios, sino que también ha registrado ganancias históricas en los últimos años.

Las cifras son reveladoras: entre 2022 y 2023, las utilidades de los bancos en Nicaragua crecieron un 28.93 %, alcanzando los 172.83 millones de dólares, lo que evidencia que las instituciones financieras están obteniendo beneficios desproporcionados en comparación con el resto de la economía. Mientras tanto, el aumento nominal de los salarios no ha sido suficiente para contrarrestar el alza en el costo de la vida, especialmente el de la canasta básica, lo que ha llevado a una mayor precarización de los trabajadores. Vargas menciona que la mayoría de los ingresos tributarios provienen de los hogares, lo cual contrasta con la escasa contribución de las grandes empresas y los bancos.

El término “capitalismo de amiguetes” es central en la narrativa de Vargas, quien lo utiliza para describir cómo la corrupción institucionalizada y el favoritismo hacia la élite empresarial han debilitado las oportunidades de desarrollo para el resto de la población. En este modelo, el régimen Ortega-Murillo ha establecido una relación simbiótica con los grandes capitales, permitiendo que estas empresas sigan generando ganancias, incluso en momentos de crisis, mientras que el gobierno se beneficia de su apoyo y utiliza las fuerzas militares, policiales y paramilitares para mantener el control social.

Según Vargas, esta dinámica no solo ha provocado una mayor desigualdad, sino que también ha generado un entorno donde las inversiones en sectores clave como la educación y la salud son insuficientes, lo que ha resultado en un deterioro generalizado de las condiciones de vida.

El concepto de la “Chayoburguesía” es introducido por Vargas como una forma de referirse a la clase empresarial cercana al régimen sandinista, caracterizada por su impunidad, opacidad y corrupción. Esta élite, dice Vargas, ha logrado acumular riqueza de manera acelerada mediante la corrupción, el fraude, el tráfico de influencias y el nepotismo, convirtiendo al Estado en una estructura mafiosa. En este contexto, la “Chayoburguesía” ha jugado un papel clave en el sostenimiento del régimen, mientras lucha por mantener intactos sus privilegios.

Otro aspecto relevante del análisis es la fragilidad del modelo económico a medida que avanza el tiempo. Desde 2018, Nicaragua ha experimentado una serie de fisuras en los pilares que sostienen la dictadura, según Vargas. Aunque hasta ahora no se ha producido una ruptura abierta entre el gobierno y el gran capital, las tensiones están aumentando. Las expectativas para 2025 no son optimistas: la falta de nuevas inversiones extranjeras debido a la crisis sociopolítica y el bajo crecimiento económico están limitando las oportunidades laborales y agravando la situación económica del país.

Vargas sugiere que, si la situación continúa, es probable que el desempleo aumente, los salarios reales se mantengan congelados y el costo de la vida siga incrementándose, lo que afectará aún más a los sectores más vulnerables.

El análisis también toca el impacto de la política de “tierra quemada” implementada por el régimen, que ha incluido medidas represivas como el destierro, la confiscación de bienes de ONG y la persecución religiosa. Vargas sostiene que estas acciones están acelerando el declive del régimen, al tiempo que el gran capital comienza a distanciarse lentamente del gobierno, aunque sin romper completamente la relación.

En resumen, el artículo de Oscar René Vargas ofrece una visión crítica y detallada de la realidad económica y política de Nicaragua en los últimos años. La creciente desigualdad, la corrupción y la concentración de la riqueza en manos de una élite cercana al régimen han generado una situación insostenible para la mayoría de la población. Las perspectivas para el futuro son sombrías, con una economía debilitada y una falta de confianza tanto en el gobierno como en el sector empresarial.