Denis Ronaldo Moncada Colindres, de 75 años, originario de Murra, Nueva Segovia, se convirtió en uno de los más fieles defensores del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, dejando una marca indeleble en la política exterior de Nicaragua. Su legado, que duró más de siete años, estuvo marcado por la erosión de la imagen de Nicaragua ante el mundo, en medio de un aislamiento internacional sin precedentes, que llevó al país a alejarse de aliados importantes y a estrechar lazos con algunos de los regímenes más autoritarios y desprestigiados del mundo. Desde sus inicios en las filas sandinistas hasta su destitución en septiembre de 2024, el expediente de Moncada tiene como portada una diplomacia al servicio de la represión y el control autoritario.
Los primeros pasos
Denis Moncada inició su carrera política en el primer gobierno sandinista, durante la década de 1980, cuando ocupó el cargo de ayudante ejecutivo del viceministro de Defensa y jefe del Estado Mayor General. Su lealtad inquebrantable al sandinismo lo llevó a ascender en la estructura del partido y, en 2007, con el regreso de Daniel Ortega al poder, fue nombrado embajador permanente de Nicaragua ante la Organización de los Estados Americanos (OEA). Desde esa posición, Moncada defendió de manera férrea las políticas del régimen, negando las crecientes denuncias de violaciones a los derechos humanos y fraudes electorales, asegurando que en Nicaragua no había una dictadura.
Durante su tiempo en la OEA, Moncada se convirtió en la voz del régimen nicaragüense en uno de los foros multilaterales más importantes de América Latina. Fue testigo y protagonista de varias de las sesiones extraordinarias en las que el organismo discutía la crisis sociopolítica en Nicaragua, defendiendo a capa y espada a Ortega y su esposa, negando la represión gubernamental a pesar de las pruebas documentadas por diversos organismos de derechos humanos. Esta etapa consolidó a Moncada como el principal diplomático del régimen, siempre dispuesto a justificar a conciencia cualquier medida represiva bajo la retórica de “la soberanía”, el “no injerencismo” y la “defensa del Estado”.
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El ascenso en la Cancillería
En 2016, Denis Moncada fue llamado a ocupar el cargo de ministro asesor de la Presidencia para políticas y asuntos internacionales, un preludio de lo que vendría un año después cuando, en enero de 2017, fue nombrado titular del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) de Nicaragua. Desde su nuevo rol como canciller, Moncada enfrentó el desafío más grande de su carrera política, diplomática y humanista: la rebelión cívica de abril de 2018. En medio de una crisis sin precedentes, el canciller Moncada tuvo que maniobrar en un escenario internacional cada vez más hostil para su gestión, con sanciones impuestas a sus compañeros militantes y funcionarios públicos, por múltiples países y organismos internacionales que denunciaron la brutal represión del régimen a lo largo de estos seis años y un poco más de crisis política y humanitaria.
El ministro Moncada Colindres enfrentó cada una de estas pruebas con un lenguaje rígido, soez y cada vez más desafiante. A pesar de medir poco más de 1.60 metros, su presencia en los foros internacionales era notable por su tono, su léxico y su determinación para defender las políticas represoras del régimen. Durante los diálogos nacionales de 2018 y 2019, Moncada fue uno de los principales negociadores del gobierno, firmando acuerdos que fueron rotos por sus jefes directos, la pareja presidencial de El Carmen.
La traición de McFields
Uno de los momentos más desestabilizadores para Moncada ocurrió en marzo de 2022, cuando el embajador de Nicaragua ante la OEA, Arturo McFields, rompió con el régimen en una sesión extraordinaria. McFields denunció al gobierno de Ortega como una dictadura que violaba sistemáticamente los derechos humanos. Este acto de traición, calificado como una “bomba” dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores de Managua, desencadenó una crisis interna. La paranoia de la pareja presidencial los llevó a ejecutar una cacería de brujas para identificar posibles infiltrados en la Cancillería. El golpe no solo debilitó la imagen internacional del régimen, sino que expuso las fisuras internas de un aparato diplomático aparentemente monolítico.
Las maniobras diplomáticas del aislamiento
Bajo la dirección de Moncada, Nicaragua dio un giro radical en su política exterior. Países tradicionalmente aliados, como Estados Unidos y varias naciones europeas, comenzaron a imponer sanciones económicas y diplomáticas contra el régimen. Moncada, lejos de buscar acercamientos, lideró una política de confrontación que culminó con la salida de Nicaragua de la OEA en noviembre de 2023, una de las decisiones más polémicas de su mandato. Durante su gestión, también se produjo la confiscación de la embajada de Taiwán en Managua, entregándosela a China, lo cual marcó el fin de décadas de relaciones diplomáticas con la isla democrática.
Mientras Nicaragua se alejaba de Occidente, Moncada consolidaba alianzas con países antidemocráticos como Corea del Norte, Rusia, China, Abjasia, Burkina Faso y Laos. Estas naciones, conocidas por su desprecio por los derechos humanos y las libertades civiles, se convirtieron en los nuevos aliados del régimen sandinista. Moncada fue el arquitecto de esta nueva política exterior, colocando a Nicaragua en un club exclusivo de naciones aisladas y desprestigiadas en la comunidad internacional.
La sombra de Laureano Ortega-Murillo
A lo largo de su mandato como canciller, Moncada tuvo que convivir con la sombra de Laureano Ortega-Murillo, hijo de la pareja presidencial, quien desempeñaba un papel cada vez más relevante en la política exterior del país. Laureano, aunque no tenía el título de canciller, supervisaba gran parte de las relaciones diplomáticas y comerciales de Nicaragua, especialmente con China y Rusia. Esto creó una dinámica coordinada directamente entre Moncada y el joven Ortega-Murillo, ya que este último parecía opacar al canciller en ciertos momentos clave. Sin embargo, Moncada siempre supo mantener su rol como el principal defensor del régimen en los foros internacionales, mientras Laureano se enfocaba en atraer inversiones y fortalecer lazos con los aliados del régimen.
El nombramiento de su hermano
Durante su gestión como canciller, Moncada también utilizó su influencia para colocar a familiares en puestos estratégicos. En julio de 2023, su hermano, Ramón Moncada Colindres, fue nombrado embajador de Nicaragua en Irán y Siria. Este nombramiento generó críticas dentro y fuera del país, dado que Ramón no tenía experiencia diplomática previa. Sin embargo, este movimiento fue parte de una estrategia más amplia del régimen para fortalecer sus lazos con países considerados como parias internacionales, consolidando su aislamiento de Occidente.
El nombramiento de Ramón Moncada en dos de los regímenes más cuestionados del mundo subrayó la política exterior nicaragüense de alinearse con las dictaduras más autoritarias y alejadas de los valores democráticos, demostrando que la lealtad familiar y política primaban sobre cualquier otra consideración.
La caída de Arlette Marenco y las sombras de corrupción
Durante su gestión, Moncada no solo enfrentó retos internacionales, sino que también vio cómo su círculo más cercano se desmoronaba. Su vicecanciller y mano derecha, Arlette Marenco, fue defenestrada en julio de 2024. Marenco, quien ocupaba un lugar privilegiado en el aparato diplomático del régimen, fue puesta bajo arresto domiciliario tras acusaciones de corrupción. Su esposo, Reynaldo Martínez Vidaurre, exfuncionario de la Cancillería, fue encarcelado en El Chipote por presuntas “actividades de corrupción no autorizadas”. En 2019, Marenco había sido reincorporada como asesora presidencial, pero su poder y presencia dentro del MINREX se vieron seriamente mermados.
La caída de Marenco representó un golpe interno para Moncada, quien había confiado en ella como parte clave de su equipo. Mientras tanto, su sucesor, Valdrack Jaentschke, quien ocupó su lugar como canciller en 2024, representa una continuidad en la política exterior del régimen, pero también un signo de que la estructura diplomática está en constante reconfiguración, especialmente con los problemas de lealtad y corrupción dentro de sus filas, lo cual impacta la consolidación de la imagen internacional de Nicaragua en la pandilla de los regímenes más represores.
Los últimos actos diplomáticos de Moncada
Una de las últimas tareas encomendadas a Denis Moncada fue el cierre de varias embajadas y consulados en países con grandes comunidades nicaragüenses, como Estados Unidos, México, Guatemala, el Reino Unido y Alemania. La decisión de cerrar estos consulados generó indignación entre la diáspora nicaragüense, que dependía de estos servicios para trámites esenciales. Al mismo tiempo, Moncada ordenó la apertura de embajadas en países donde la presencia de nicaragüenses es mínima, como Corea del Norte y Zimbabue, una maniobra que fue vista como parte de la estrategia del régimen de alejarse aún más de Occidente y reforzar sus lazos con regímenes autoritarios.
El fin de una era
El 05 de septiembre de 2024, Rosario Murillo anunció que Denis Moncada dejaría el cargo de canciller por motivos de salud, pasando a ocupar el título que alguna vez tuvo: “asesor para políticas y asuntos internacionales”. Aunque esto sugiere un rango inferior, las especulaciones apuntan a que Moncada podría seguir operando desde las sombras, como una figura clave en la estrategia diplomática del régimen. La influencia que mantendrá en el futuro es incierta, pero su legado como el arquitecto del aislamiento internacional de Nicaragua ya está marcado.