En los últimos años, Nicaragua ha experimentado un incremento alarmante en la persecución a la iglesia católica, un fenómeno que ha alcanzado su punto más álgido con la expulsión masiva de sacerdotes del país. Más de 150 sacerdotes han sido obligados a abandonar Nicaragua, y 40 de ellos han sido enviados a El Vaticano en cuatro grupos distintos durante el último año. A pesar de la magnitud de estas expulsiones, el papa Francisco ha mantenido un silencio notable al respecto, una postura que ha generado inquietud y preguntas dentro y fuera del ámbito eclesiástico.

La cifra de sacerdotes expulsados representa una cuarta parte del total que, hasta 2018, reconocía oficialmente la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN). En ese año, se contabilizaban alrededor de 600 sacerdotes distribuidos en la arquidiócesis de Managua y las ocho diócesis restantes del país centroamericano. Sin embargo, esta comunidad clerical se ha visto gravemente afectada por la campaña de represión que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha emprendido contra la iglesia.

Martha Patricia Molina, abogada y monitora de la persecución religiosa en Nicaragua, ha señalado que muchas parroquias, especialmente en la diócesis de Matagalpa, han quedado sin sacerdotes. Los pocos que aún permanecen en el país hacen lo posible por mantener el funcionamiento de sus parroquias, visitando comunidades y celebrando misas, pero en muchas localidades más remotas, las iglesias han tenido que cerrar sus puertas debido a la falta de clero.

Un sacerdote nicaragüense exiliado en Costa Rica, quien solicitó el anonimato por temor a represalias, advirtió en Infobae que la intención de la administración sandinista es clara: “El plan es vaciar a Nicaragua de sacerdotes católicos”. Según este sacerdote, Rosario Murillo, la vicepresidenta y esposa de Ortega, estaría detrás de esta ofensiva, con el objetivo de erradicar el catolicismo del país centroamericano.

El silencio del Vaticano

A pesar de la gravedad de la situación, el Vaticano ha mantenido una postura reservada, imponiendo un voto de silencio a los clérigos exiliados que les impide hablar públicamente sobre la persecución que enfrentan en Nicaragua. Este silencio ha generado desconcierto y críticas, tanto dentro como fuera de la iglesia, especialmente porque la represión actual supera en intensidad a las confrontaciones vividas durante la Revolución Ciudadana de 1979.

El sociólogo Humberto Belli, exministro de Educación de Nicaragua, ha subrayado la gravedad de la situación en un artículo publicado en el diario La Prensa. Según Belli, ningún gobierno en la historia de Nicaragua ha exhibido un nivel de persecución contra la Iglesia Católica como el que se observa en la actualidad. Ni siquiera el presidente José Santos Zelaya, quien expulsó al obispo Simeón Pereira y a 23 clérigos más a finales del siglo XIX, ni el régimen sandinista de los 80, que expulsó a un obispo y 17 sacerdotes, pueden compararse con la violencia y saña desplegadas por el gobierno actual.

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Leopoldo Brenes en una imagen de archivo | Fotografía de AP

Expulsiones en silencio

El primer grupo de sacerdotes nicaragüenses fue enviado a El Vaticano en febrero de 2023, como parte de los 222 presos políticos que el régimen excarceló y envió a Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, el destierro de sacerdotes alcanzó su punto culminante el 18 de octubre de 2023, cuando el régimen envió a Roma a otros 12 sacerdotes que mantenía encarcelados.

En esa ocasión, el régimen nicaragüense emitió un comunicado anunciando la excarcelación de los sacerdotes y mencionando las “fructíferas conversaciones” mantenidas con la Santa Sede para su traslado. Sin embargo, el Vaticano ha permanecido en silencio, y ninguno de los sacerdotes desterrados ha hecho comentarios públicos sobre su situación.

El 14 de enero de 2024, se produjo otro envío de sacerdotes a El Vaticano, incluyendo a dos obispos, 15 sacerdotes y dos seminaristas. Entre ellos, se encontraba el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, una de las figuras más emblemáticas de la iglesia en Nicaragua, quien había sido arrestado en agosto de 2022.

Las deportaciones de sacerdotes han continuado en los meses siguientes, aunque en un contexto de mayor secretismo. En agosto de 2024, el régimen envió a otros siete sacerdotes a Roma, sin hacer públicos sus nombres. Esta táctica de silencio parece responder a un acuerdo tácito entre el Vaticano y el régimen nicaragüense para evitar tensiones diplomáticas.

La incertidumbre sobre el futuro de la iglesia en Nicaragua

El silencio del Vaticano ha generado críticas entre los fieles y observadores de la situación en Nicaragua. Martha Patricia Molina confía en que, durante la próxima gira del papa Francisco a Asia, los periodistas le pregunten sobre la represión que enfrenta la iglesia en Nicaragua. Sin embargo, hasta el momento, la falta de pronunciamiento oficial del Vaticano ha dejado a muchos preguntándose cuál será el futuro de la Iglesia Católica en un país donde la persecución religiosa ha alcanzado niveles sin precedentes.

A medida que continúan las expulsiones y la represión, la Iglesia Católica en Nicaragua se enfrenta a uno de los desafíos más graves de su historia. El futuro de esta comunidad religiosa, que ha sido un pilar fundamental en la vida social y espiritual del país, pende de un hilo mientras el régimen de Ortega y Murillo avanza en su intento de erradicarla.