Miles de nicaragüenses se han visto obligados a salir de su país para protegerse de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo que ha reprimido, perseguido y hegemonizado su poder con una brutal represión bajo un Estado policial de facto que ya lleva casi seis años ejecutándose.

Costa Rica, ha sido uno de los destinos de cientos de nicaragüenses que han buscado refugio ante amenazas de operadores del Frente Sandinistas. Según cifras de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME), hasta el 31 de diciembre de 2021, había 384,894 nicaragüenses con algún tipo de residencia temporal, categoría especial, refugiados y solicitantes de refugio.

No obstante, estos datos no incluyen los que arribaron a ese país en 2022 y 2023. El año pasado, Costa Rica recibió la solicitud de refugio de más de 80,000 nicaragüenses, mientras que el organismo Diálogo Interamericano estima que unos 100,000 nicas migraron a Costa Rica.

La realidad de Paola y otras familias

Una de estas personas migrantes es Paola Rosales, comunicadora de profesión y exiliada desde hace cinco años. Ya pronto cumple seis de estar en Costa Rica junto a su familia, sin embargo, a pesar de estar junto a sus seres queridos, relató a DaríoMedios que la situación ha sido como un “sube y baja” en todos los sentidos.

Rosales trabajó para un medio de comunicación, sin embargo, las circunstancias de persecución la llevaron al exilio junto a su esposo. “La nostalgia es lo más duro, es decir, tengo mi núcleo familiar, pero otra parte de la familia dividida: padres por Nicaragua, hermanos y tíos en Estados Unidos, entonces lo único que nos queda es el mundo cibernético”, expresó.

Con lo anterior se refiere a que la única fuente de comunicación que le ha quedado son las nuevas tecnologías para la comunicación, sin embargo, el tacto ha sido nulo una realidad que le ha tocado vivir a otros compatriotas, que no saben hasta cuándo volverán a ver a sus familiares.

“Te podría decir que este fin de año es una fiesta agridulce porque sabes que un hermano no tiene trabajo y lleva tiempo batallando con esto desde que se exilió en Estados Unidos, hay conocidos aquí en Costa Rica que viven en un cuarto hasta ocho miembros de sus familiares, a veces no tienen que comer es duro saber eso”, añadió.

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Última cena del año con sabor “agridulce

La mujer de 35 años, enfatizó que la cena de la última noche del 2023 no dejará un sabor completo, porque el ingrediente familiar, aún causa un faltante interno, sin embargo, Rosales asegura que la fortaleza la obtiene de su núcleo, quienes están acompañándola siempre: sus hijos y esposo.

Así mismo, señaló que la incertidumbre también es otro factor complicado, ya que su padre y madre aún siguen allá, tiene conocimiento que la situación en su natal Nicaragua no está bien, el régimen toma represalias económicas y de violencias contra todo mundo y tiene miedo que sus familiares queden en la indefensión.

“Yo quisiera ayudarle a mi familia, pero a veces no se puede, quisiera decir que los nicaragüenses estamos bien aquí. Contamos con lo que nosotros podemos proveer ya sea con un trabajo que lo tengamos o por remesas del extranjero, pero trabajar para organismos nicaragüenses en el exilio, es difícil”, aseguró.

Por otro lado, Paola detalla que también existe un lado positivo de la cruda realidad, señalando que ha podido estabilizar su vida poco a poco. “Te puedo decir que hoy en día es diferente yo logré hacer vida en este país. Mi vida es mejor en condiciones económicas debido a que tengo el apoyo y la estabilidad que me brinda mi pareja”. Añadió.

Aseguró por último, que a pesar de todo, ha sabido seguir adelante frente a las adversidades, y que este año nuevo espera en Dios, que se mejor que el 2023, pidiendo por una Nicaragua libre y con mejor economía para las familias.